Cuba en la encrucijada
La nueva dirigencia cubana que ha remplazado a la vieja guardia se enfrenta a una disyuntiva: Se ha colocado en una encrucijada tendiente a elegir el camino de la heterodoxia o permanecer en un limbo que no permite pensar en la necesidad de un cambio...
Comienza el año 2023 que es considerado como un momento clave del período más difícil experimentado por la revolución cubana desde 1959. A la par del perenne problema de los límites del desarrollo y de la implementación imperfecta de la economía socialista, se junta la nueva dimensión mediática que no es posible controlar. No olvidemos también el impacto de la invasión rusa en Ucrania que le ha puesto un alto costo a las relaciones entre La Habana y Moscú.
Tomado como un todo y a beneficio de inventario, el escrutinio cubano, que no es más que la sumatoria polarizada de las narrativas, imágenes y propaganda sobre el proceso iniciado hace más de sesenta años, ya no puede ocultar el agotamiento de este experimento tropical que tanto cautivó a políticos, intelectuales y jóvenes de todo el mundo que siguieron al pie de la letra las alusiones a la gesta del Ché Guevara, la personalidad de Fidel Castro, la tesis del “hombre nuevo” y la lucha anti-imperialista.
En este contexto, la génesis de esta revolución le está dando pasó a un espejo roto que desvirtúa los pocos avances en materia política y económica que se han dado y que como resultado está moldeando una sociedad estructurante precaria, con la sensación de un “quietismo” muy fuerte y una crítica ascendente por parte de una población que está abandonando el barco o se queda protestando, así sea en la oscuridad.
Es que de algún modo hay que observar con nitidez y mucha responsabilidad el deterioro del hábitat cubano y las enormes diferencias entre los que tienen acceso al dólar y los que no. Es increíble, pero, la caída del turismo, entre otras causas, por la Covid-19 también ha afectado a los que tienen o reciben dólares de afuera, más la crisis monetaria que hace muy difícil el envío de las remesas y la apertura, pero sobre todo el sostenimiento de los negocios privados.
En esta circunstancia, la nueva dirigencia cubana que ha remplazado a la vieja guardia se enfrenta a una disyuntiva: Se ha colocado en una encrucijada tendiente a elegir el camino de la heterodoxia o permanecer en un limbo que no permite pensar en la necesidad de un cambio interno. En verdad, es un miedo al futuro lo que predomina en las mentes de la dirigencia que ha optado por la defensa a ultranza de una revolución cuyo contenido se ha quedado atrás, en el pasado.
No se trata de aspirar que de la noche a la mañana Cuba se convierta en un paraíso liberal, pero si que se proyecte una transición gradual que empiece por una reforma de una economía que ya no da más y que está derivando a un modelo de beneficencia internacional que ya se ha visto en África y en Haití que no funcionan y que a la larga termina en una calle ciega.
Esta es la situación planteada en la isla. La mediática sólo se concentra en la crítica descriptiva. La política internacional se divide en dos al tratar el tema de Cuba. La dirección del proceso no quiere hablar de la necesidad de un cambio. Los sectores populares lo reclaman de mil maneras. Mientras tanto hace mucho calor en La Habana.
romecan53@hotmail.com
Tomado como un todo y a beneficio de inventario, el escrutinio cubano, que no es más que la sumatoria polarizada de las narrativas, imágenes y propaganda sobre el proceso iniciado hace más de sesenta años, ya no puede ocultar el agotamiento de este experimento tropical que tanto cautivó a políticos, intelectuales y jóvenes de todo el mundo que siguieron al pie de la letra las alusiones a la gesta del Ché Guevara, la personalidad de Fidel Castro, la tesis del “hombre nuevo” y la lucha anti-imperialista.
En este contexto, la génesis de esta revolución le está dando pasó a un espejo roto que desvirtúa los pocos avances en materia política y económica que se han dado y que como resultado está moldeando una sociedad estructurante precaria, con la sensación de un “quietismo” muy fuerte y una crítica ascendente por parte de una población que está abandonando el barco o se queda protestando, así sea en la oscuridad.
Es que de algún modo hay que observar con nitidez y mucha responsabilidad el deterioro del hábitat cubano y las enormes diferencias entre los que tienen acceso al dólar y los que no. Es increíble, pero, la caída del turismo, entre otras causas, por la Covid-19 también ha afectado a los que tienen o reciben dólares de afuera, más la crisis monetaria que hace muy difícil el envío de las remesas y la apertura, pero sobre todo el sostenimiento de los negocios privados.
En esta circunstancia, la nueva dirigencia cubana que ha remplazado a la vieja guardia se enfrenta a una disyuntiva: Se ha colocado en una encrucijada tendiente a elegir el camino de la heterodoxia o permanecer en un limbo que no permite pensar en la necesidad de un cambio interno. En verdad, es un miedo al futuro lo que predomina en las mentes de la dirigencia que ha optado por la defensa a ultranza de una revolución cuyo contenido se ha quedado atrás, en el pasado.
No se trata de aspirar que de la noche a la mañana Cuba se convierta en un paraíso liberal, pero si que se proyecte una transición gradual que empiece por una reforma de una economía que ya no da más y que está derivando a un modelo de beneficencia internacional que ya se ha visto en África y en Haití que no funcionan y que a la larga termina en una calle ciega.
Esta es la situación planteada en la isla. La mediática sólo se concentra en la crítica descriptiva. La política internacional se divide en dos al tratar el tema de Cuba. La dirección del proceso no quiere hablar de la necesidad de un cambio. Los sectores populares lo reclaman de mil maneras. Mientras tanto hace mucho calor en La Habana.
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