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Contradicciones

ECCIO LEÓN R. Se dan cuenta de que la situación económica y política los afecta profundamente, pero se atienen a las posibilidades dadas, tratando de exprimir todo el jugo posible

  • ECCIO LEÓN R.

11/07/2018 05:00 am

En Venezuela hay una inmensa cantidad de personas que tratan de vivir limitándose a su mundo de vida, e intentando prescindir de lo demás. Se encierran, se restringen sin ninguna otra connotación, y en su familia, imponen el silencio. 

Se dan cuenta de que la situación económica y política los afecta profundamente, pero se atienen a las posibilidades dadas, tratando de exprimir todo el jugo posible, y se niegan a discutir sobre la situación, incluso se niegan a analizarla en privado con su círculo íntimo y hasta la borran de su conciencia. Lo hacen porque la sienten tan amenazante que piensan que, si la encaran, van a perder el precario equilibro, la laboriosa paz, la estabilidad emocional y que van a derrochar en algo a lo que no le ven solución. Las energías que necesitan para mantenerse en vida y para que esa vida sea mínimamente vivible, y viven como si no vivieran en este país. Es una sustracción aceptada, una elusión muy elocuente, no una acción positiva. 

Esas personas pueden eludir el conflicto y vivir con un cierto orden y satisfacción, aunque no es tan fácil eludir un asalto o un secuestro express o un encontronazo con algún funcionario del gobierno. Pero, si se tiene la suerte de no sufrir ninguno de esos males que acechan, sí se puede llegar a tener la impresión de que la vida trascurre con normalidad, incluso con ciertas satisfacciones que la hacen llevadera. 

El problema es que estas personas han puesto entre paréntesis aspectos esenciales de su vida, en cuanto a lo humano, y por eso su vida es tan recortada, que no se puede decir que sea una vida con calidad humana. Han eludido la responsabilidad con la historia y lo que queda siempre será una existencia irresponsable. Podrán llegar a sentirse satisfecho de su astucia, pero nunca tendrán verdadera alegría, que entraña una salida de sí y de su mundo para vivir en el espacio compartido y conflictivo del país, en definitiva, de la familia humana. 

Si estas personas se percataran del daño que les hace esa actitud, harían todo el esfuerzo necesario para superarla, pero como viven en ambientes en los que la mayoría practican ese deporte tan insano, no es fácil que caigan en cuenta y vuelvan sobre sí. 

No es fácil tampoco conversar con ellos de modo que recuperen la iniciativa, la visión propia, la capacidad analítica, la diversidad de perspectivas y, sobre todo, de niveles vitales. Pero no las podemos dejar por imposibles. Tenemos que tratarlos como enfermos y hacer todo lo posible por ayudarlos a sanarse. 

Es un modo de vivir, desgraciadamente creciente, es la subcultura de la pobreza. Como excepción se da en todas las culturas y situaciones. El problema es que en nuestro país ya no es una excepción porque los mecanismos que la provocan se expanden sin contrapeso. Implica, no sólo no tener elementos mínimos para vivir, sino no tener cómo tenerlos, tanto por no estar capacitados como por no tener motivación para capacitarse, por encontrarse sin relaciones constituyentes, sin ubicarse en la vida, sin entender lo que pasa y, al final, sin tener relaciones con si mismo, sin aspirar a ninguna coherencia interna, sin reconocer un pasado ni tener un futuro, estando ante un presente opaco en el que sólo se busca sobrevivir y satisfacer, en cuanto se pueda, algunas necesidades más elementales. Algunas veces puede darse algún encuentro o sensaciones placenteras o un poco de paz y de ánimo o de vez en cuando se pueden remitir a Dios, como compañía verdadera y fuente de vida y humanidad. Pero ordinariamente se vive una existencia absolutamente fragmentada e inorgánica en la que la dignidad deja frecuentemente de ser una referencia. 

La apatía permite que muchas cosas que suceden en Venezuela pasen por alto ante este tipo de persona por el miedo de enfrentar estas historias. Si ven esto terrible, consideren que por falta de espacio, no puedo hablar aquí del cotidiano mercado negro de dólares, la deuda externa, el colapso de servicios básicos como los Públicos, el desempleo, la escasez alimentaria, la desaparición del aparato Industrial, la censura y persecución a medios, el vertiginoso auge de la delincuencia e impunidad, la corrupción, la mentira sistemática para esconder lo evidente, las universidades que no tienen recursos para seguir operando, y los reportes de violaciones de derechos humanos a civiles que han protestado contra esta situación. 

El declive en la producción petrolera, los altos costos de producción, las obligaciones de servicio de la deuda, el énfasis cada vez mayor de los acreedores (incluso de aliados políticos como China y Rusia) al prestar dinero impiden que Venezuela pueda acceder a divisas fuertes para comprar productos en el exterior, a pesar del aumento en los precios del petróleo. 

En fin, es difícil anticipar cuándo y cómo el régimen colapsará, es evidente que su actual rumbo es insostenible económicamente y políticamente. Con toda esta situación hay personas mentalmente asiladas que se niegan a opinar en tan terrible escenario. 

@el54r 
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