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Se busca político que sepa serlo

DANIEL ASUAJE. La falta de un acuerdo mayoritario duradero –porque a veces los hemos tenido, aunque fugaces- en parte es por la sordera del liderazgo nacional

  • DANIEL ASUAJE

11/07/2018 05:00 am

La política puede ser entendida como las maneras mediante las cuales las sociedades ensayan soluciones al menos satisfactorias a los problemas que la política misma crea, vale decir a los que la convivencia social genera (un cínico podría argumentar que es el modo “perfecto” para que los políticos aseguren sus propios empleos, pero este es un modo torcido de ver la política). Estas observaciones nos llevan a evitar confundir la política con todo lo que los políticos hagan, ni creer que solos políticos hacen política. 

Entre las causas de los desacuerdos en política figura su polisemia: lo que es política, de cuáles problemas ocuparse y cuáles sus posibles soluciones es de entendimiento distinto por los ciudadanos. Para el gobierno, que aunque no parezca también son ciudadanos, la culpa de nuestros males la tienen el capitalismo y la guerra económica emprendida por el imperio, sus lacayos y la oligarquía. Hoy para la mayoría de nosotros la causa es el gobierno mismo, pero esa mayoría discrepa profundamente acerca de cuál es la solución y a quién confiarle el logro de ella. 

La falta de un acuerdo mayoritario duradero –porque a veces los hemos tenido, aunque fugaces- en parte es por la sordera del liderazgo nacional ante la narrativa nacional, en parte por su incapacidad de ponerse ellos de acuerdo y en parte por la torpeza comunicacional del liderazgo opositor. 

Pero una parte muy sustancial nos corresponde a todos colectivamente, como nación, como conglomerado social. Los venezolanos que nos gobiernan son bastante parecidos al resto de los venezolanos, de hecho tan semejantes parecieron que Chávez pudo decir que él y el pueblo eran la misma sustancia. Esta afirmación ponía de relieve que un miembro de los sectores desplazados históricamente: un provinciano y de los estratos bajos, fruto del mestizaje condenando a cien y más años de soledad como sus pares, había llegado al poder para reparar tales olvidos. Cuando Chávez voceaba su rabia contra adecos, copeyanos y el mundo entero era eco del mismo resentimiento que tenían quienes votaron por él. La mayoría electoral de entonces escogió el gobierno que más se le parecía, era el que merecían, en este sentido. 

Que resultara una camarilla usurpadora, saqueadora tampoco fue un accidente toda vez que una buena parte de los venezolanos, especialmente los resentidos, practican la doble moral de acusar a los corruptos solo cuando no son ellos quienes roban. Otra característica notable compartida es el síndrome de la delegación de responsabilidades: trasladando las propias a los demás. Por eso no extraña su reticencia en admitir públicamente que nuestros males históricos actuales son consecuencia de sus ejecutorias gubernamentales. El último refinamiento de este síndrome es trasladar la responsabilidad de la solución de `los problemas públicos por ellos causados como carencia de agua, electricidad, salud, educación, asfaltado de calles y seguridad a los particulares. Esta evasión de las obligaciones como gobernantes y su endoso a los afectados es la privatización de la gestión pública. Es la instauración del estado fallido como praxis de gobierno donde todos estamos privados de bienestar. 

Para un sector de la oposición los abstencionistas son los culpables de la continuación de este estado de cosas, para otros fueron precisamente los votantes la causa de que no se haya producido un desenlace. Varios opinamos que el quiebre se habría producido si cualquiera de las dos posturas hubiese sido unánimemente adoptada. Jugar las dos opciones era asegurar el fracaso de ambas. Ninguna fue efectiva, pero la culpa la tienen “los otros”. 

Dejando de lado la naturaleza y la herencia, que no es poca cosa, somos el resultado de lo que juntos socialmente hacemos. La realidad que tenemos la hemos hecho entre todos. Esta afirmación podría sonar a banalización de las responsabilidades individuales o grupales diluyéndolas en una colectividad anónima. En realidad es un señalamiento a que el problema somos los venezolanos mismos. Son nuestros modos sociales predominantes los que nos trajeron a estos lodos: el resentimiento, la evasión de responsabilidades y la espera de ser ayudado, que alguien distintos a nosotros resuelva nuestras vidas, se ha convertido en política de masas y en gestión gubernamental. No es solo que nuestros gobernantes colocan en Dios la responsabilidad del aumento de la producción petrolera, ni que nieguen la existencia de la ley de la oferta y la demanda, ni que aspiren a que las nuevas políticas gubernamentales “bajen en un 134 por ciento los precios “ (sic). Es el voluntarismo ciego y la esperanza en milagros como política. 

Si en lugar de querer ser un salvador, el liderazgo sea la vanguardia tras la tierra que nos prometamos colectivamente, si en vez de esperar una ayudita nos activamos en pro de un destino compartido, entonces la política será cosa de ciudadanos, no de los sin redención; generadora de soluciones, no de problemas. 

@signosysenales 
dh.asuaje@gmail.com 
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