Espacio publicitario

Partido Libertador en Argentina

El muy próximo 17 de diciembre habrá la conmemoración del fallecimiento de Simón Bolívar, el Libertador de seis naciones

  • ALEJANDRO ANGULO FONTIVEROS

15/12/2022 05:00 am

El eximio escritor venezolano Arturo Uslar Pietri, en un discurso que pronunció en Washington, aseveró lo siguiente: “Bolívar forma parte inseparable de lo más alto y puro del patrimonio común de gloria del género humano”.

En Venezuela, en Caracas, nació y fulguró con inusitado esplendor Simón Bolívar, quien sin duda es el hombre más grande que ha producido el continente americano o “nuevo mundo”, como llamaron los europeos a ésta por ellos desconocida e inmensa región geográfica. En Simón Bolívar, el Libertador, Venezuela halla lo más sublime de su Historia e ideales.

Bolívar se casó muy joven –a los veintiún años– y tuvo la desgracia de perder a su esposa muy pronto, víctima de una enfermedad del trópico. En el paroxismo del dolor y para aturdirse en términos de aliviarlo, viajó a París donde llevó una vida disipada y elegante en los salones más selectos y muy a la moda vigente:

“Nunca fue París tan alegre como en aquel año 1804. Todos los extranjeros ávidos de placer se daban cita allí… para derramar, en medio de mujeres, el júbilo y el oro… Entre los más alegres unos jóvenes usaban un nuevo sombrero, alto, de hermoso fieltro gris y se le dio el nombre de ‘sombrero Bolívar’… vestía como un Beauharnais, montaba espléndidamente y era capaz de bailar horas seguidas sin fatigarse y lo llamaban ‘el príncipe Bolívar’… le gustaba asombrar con su habilidad en el manejo del florete, del taco de billar y de la navaja, tanto con la mano izquierda como con la derecha. Hablaba de los bellos valles y bosques de Venezuela… Las fiestas dadas en su residencia, con tanta prodigalidad como desenfado, nunca terminaban antes de que al alba palideciesen las bujías. Elegante, Bolívar, gracias a su exótica apostura y a su país legendario, ejercía sobre las mujeres tal imperio que fue como cosa de milagro el que saliera intacto de aquel período de prodigalidad” (Ludwig: “Quizá despertaba poca simpatía entre los hombres, porque agradaba demasiado a las mujeres”).

Ese tren de vida mundano y apoteósico fue objeto de múltiples informaciones muy variadas, como las estampadas en el artículo publicado el 11 de junio de 1912 en el periódico parisino Le Temps y escrito por Monsieur Louis Guilaine, con el título “Simón Bolívar a Paris”, donde se comenta la vida clamorosa que llevó el Libertador para esa época en la capital de Francia, así como sus célebres amoríos con Madame Fanny Du Villars, cuyo salón, al decir del señor Guilaine, rivalizaba con los de las señores Mme de Talleyrand, Mme de Stael y los de todas las “reinas del día”; y al cual asistían los políticos más gloriosos y célebres.

La tristeza de Bolívar era tánta que evoca la clásica exasperación romántica de René de Chateaubriand, en su obra plena de melancolía, como se aprecia en la carta que Bolívar dirigió a su amante Fanny Du Villars: “Recordaréis lo triste que me hallaba cuando os abandoné para reunirme con el señor Simón Rodríguez en Viena. Yo esperaba mucho de la sociedad de mi amigo (…) cuyos consejos y consuelos han tenido siempre para mí tanto imperio. ¡Ay! En esta circunstacia fue estéril su amistad. el señor Rodríguez sólo ama las ciencias. Mis lágrimas lo afectaron, porque él me quiere sinceramente; pero él no las comprende (…) y me dice de prisa: ‘Mi amigo, diviértete con los jóvenes de tu edad, es preciso distraerte, y este es el solo medio que hay para que te cures´. Comprendo entonces que le falta alguna cosa a este hombre, el más sabio, el más virtuoso, y el más extraordinario que se pueda encontrar. Caigo en estado de consunción. (…) Me hizo comprender que existía en la vida de un hombre otra cosa que el amor (…) Rodríguez no aprobaba el uso que daba a mi fortuna (…) no cesa de vituperar los gastos que él llama necedades frívolas. Sus reconvenciones me molestaban, y me obligaron a abandonar Viena para librarme de ellas. Me dirigí a Londres donde gasté ciento cincuenta mil francos en tres meses. Me fui después a Madrid, donde sostuve un tren de príncipe. Hice lo mismo en Lisboa; en fin, por todas partes ostento el mayor lujo y prodigo el oro a la simple apariencia de los placeres”.

Aquel hombre tan apasionadamente amado por las mujeres, al calor de lo cual vive con toda dedicación al mayor placer primaveral y humano, que aprovecha y disfruta al máximo, al extremo de que recuerda un verso del mejor poeta venezolano de siempre (“él con hambre de hembra y ella de hombre”); ese hombre, reitero, consagrado al goce sensual, experimenta un día un “Camino de Damasco”: tiene y sufre la visión de su patria colonizada por España; renuncia a esa vida supremamente placentera y hace el famoso juramento del Aventino, en Roma, así descrito por Simón Rodríguez:

“(…) Bolívar se quedó pensativo un momento. Húmedos los ojos, palpitante el pecho, enrojecido el rostro, con una animación casi febril, me dijo”:

“Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor; juro por la Patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español”. Ese juramento, a tan temprana edad, fue cumplido en exceso y del modo más glorioso.

El ideal de Bolívar por la libertad no sólo concernió a su Patria, sino que iluminó a otras naciones suramericanas. Harto sabidas son sus inigualables epopeyas por la libertad de Bolivia, Ecuador, Perú, Colombia y Panamá. Mucho menos conocidos son sus grandes esfuerzos por la libertad de la Argentina y Chile. Y el fin supremo e infructuoso de tánta lucha fue el de la unión de la América que habla castellano. Sólo el grandioso Miranda tuvo esa visión americanista antes y, con posterioridad, el Libertador, quien con su óptica universalista y máxime americana, emancipó todo el continente en 1824. Sólo el alma y la mente privilegiada de Simón Bolívar concibió el amotinar todas las colonias de España contra ésta y la propia Europa, que eran sus esclavizadores. Y para eso soñó y luchó por consolidar la América o gran nación americana con la suma de naciones de habla castellana.

En 1821, ante el Congreso, Bolívar renuncia a sus sueldos y los premios que le otorga Colombia como servidor público. Sobre tal desprendimiento opina el ilustrísimo Rufino Blanco Fombona: “Superioridad de Bolívar, en este punto, sobre Wáshington y Napoleón”. Y añade: “Ejemplo único en Hispano-América, donde se marcharon con oro desde Lord Cochrane, San Martín y Rivadavia hasta Santander y Peña”. Y también, después de haber libertado a todos los restantes siervos africanos de su familia, implora del Congreso la abolición de la esclavitud de los negros.

Bolívar, con hartura de razones, sentenció que “La ingratitud es el crimen más abominable”: Y lo hizo con toda la autoridad moral pues él mismo era muy agradecido, como se demostró en múltiples ocasiones, como en este oficio al Congreso de Colombia –el 2 de agosto de 1821– en favor de su amigo el español Francisco Iturbe y cuando hubo la traición del coronel Manuel María Casas:

“(…) no pude evitar la infausta suerte de ser presentado a un tirano, porque mis compañeros de armas no se atrevieron a acompañarme a castigar a aquel traidor o a vender caramente nuestras vidas. Yo fui presentado a Monteverde por un hombre tan generoso como yo era desgraciado: “Aquí está el comandante de Puerto Cabello, don Simón Bolívar, por quien he ofrecido mi garantía; si a él le toca alguna pena; mi vida está por la suya”. (…) Y concluyó el Libertador: “Si los bienes de don Francisco Iturbe se han de confiscar, yo ofrezco los míos como él ofreció su vida por la mía”.

Aparte de esa inmensa gratitud que lo adornaba, era Bolívar muy generoso y basta el leer esta carta del 24 de mayo de 1821 a Fernando Peñalver:

“Mi querido amigo: (…) He sabido con mucho sentimiento que usted se halla en extrema miseria y como no tengo un maravedí de que disponer le envío a usted la adjunta orden para mi criado, que tiene mi equipaje, para que se lo dé, lo venda usted y se socorra. Entre otras cosas debe haber alguna plata labrada, que de cualquier modo se puede vender pronto”. Y honrando su promesa escribió a su criado el 25 de aquellos cursantes: “Mi querido Dionisio: Entregará usted al señor Peñalver todo mi equipaje y particularmente debe usted entregarle toda la plata labrada y cuantas alhajas tenga usted mías. Su afectísimo, Bolívar”.

Por esas virtudes del Libertador, Venezuela hizo lo que nadie en la Historia universal: guiada por el genio de América, por Simón Bolívar, ganó muchas guerras y vastísimas tierras para libertar cinco naciones ¡sin saquearlas! Éste es un caso único en la Historia universal.

La inmensa mayoría de la nación argentina, según el eminente historiador Blanco Fombona, veía en Bolívar el benefactor del continente y al hombre que consolidó la precaria independencia de Argentina y de Chile; y el hombre que podía derribar en el Perú para siempre el pode español y también echar al Brasil de las márgenes del Plata, una de ella ocupada por “el absorbente imperio”, lo cual era visto por el sentimiento nacional argentino como un insulto y un peligro constantes.

Para sólo referirme –sobre la base de mi comentario anterior acerca del conocimiento exiguo habido al respecto– a su relación con Argentina y Chile, prosigo: el 21 de junio de 1818 el Libertador dirígese con afecto a los argentinos ofreciéndoles apoyo en pro de la divisa “Unión en la América Meridional”.

Argentina y Chile no fueron libres hasta la batalla de Ayacucho, que desató una euforia inaudita. Las Heras –uno de los más conspicuos héroes de la revolución americana y gobernante de Buenos Aires– aseguró que “En Buenos Aires sacaron en procesión el retrato de Bolívar por las calles, con hachas encendidas, en noche de pampero. Volcán de fiestas, y alegría de la ciudad un mes”.

Enseña Blanco Fombona que, cuando los graves conflictos con el Brasil y “Para librarse de aquel vecino que oprime a la vista de Buenos Aires la Banda Oriental y bebe el agua del gran río paterno y comercial, ¿en quién se piensa? Piensan en Bolívar los militares bonaerenses, víctimas del pedantesco mulato. El partido Libertador, formado espontáneamente, es inmenso. Lo constituye lo mejor del país. Cuando en el Congreso de Buenos Aires ponían en tela de juicio la honradez de Bolívar los elementos de Rivadavia, saltaban a la palestra los oposicionistas; y el gran Dorrego, que más tarde iba a ocupar el sillón gubernamental de Rivadavia, tuvo que exclamar un día: “Si la libertad bajase a la tierra, escogería el corazón de Bolívar como su más digno lugar” (…) El partido Federal quería que el Libertador se pusiera al frente de las tropas unidas de Sudamérica republicana, para arrebatar el Uruguay al imperio portugués del Brasil. Ese mismo gobierno (…) terminará por implorar el apoyo, el nombre y la espada del Libertador”.

Ese Rivadavia llegó en Madrid a la ruindad de pedir que Fernando VII se dignara aceptar bajo su protección a Argentina. La opinión pública en Buenos Aires era favorable a la intervención de Bolívar en la guerra uruguaya, como afirmó Funes a Bolívar el 26 de noviembre de 1825, citado por el notable historiador Blanco Fombona: “Hace tiempo se está urgiendo la venida de sus tropas con objeto de esta guerra. Todos me lo preguntan con el deseo de hallar en mi respuesta un apoyo de su esperanza”.

Y el 26 de mayo de 1826 Funes le escribe de nuevo: “Hemos hablado largamente sobre el estado de esta guerra y quedamos convencidos de que es imposible concluirla sin el brazo de vuestra excelencia. Todo nuestro empeño es poner las cosas en estado de que se implore la protección de V.E. y tengamos la gloria de verlo destruyendo un imperio, que es la afrenta de nuestras repúblicas (…) Los más brillantes personajes de la Argentina de entonces comprenden que la solución del pleito uruguayo entre Argentina y Brasil no pueden dictarlo sino la espada y la victoria, y todos esos personajes coinciden en llamar a Bolívar (…) Los prohombres argentinos tienen fe en el Libertador, Guido, Necochea, Dorrego, Alvear, Díaz Vélez, Las Heras, Lavalle (…) los personajes más ilustres de la historia argentina, suscriben innúmeros documentos de adhesión al Libertador y lo saludan como el único en quien se fía toda esperanza. Guido el es íntimo, el mentor de San Martín (…) y escribe al Libertador: ‘Nada importa, mi general, mi fama (…) pero sí vale inmensamente para mí el no ser defraudado del justo concepto de usted, a quien contemplo con la admiración que merece el único Tutelar de la independencia americana (…) Dorrego escribe al Libertador: ‘todos claman porque vuestra excelencia se ponga al frente de la guerra’ (…) ‘Vuestra excelencia, que es el padre de la guerra, (…) esto lo conocen todos y todos claman porque vuestra excelencia se ponga al frente de la guerra’ ”.

El general Las Heras supo de la llegada de Bolívar a la Argentina y le dirigió un oficio así: “El Gobierno de Buenos Aires, cumpliendo con un deber que le es sumamente grato, se apresura a felicitar a su excelencia por su arribo al territorio argentino”. El Congreso honró a Bolívar y le envió dos diplomáticos a tratar sobre el apoyo del Libertador a la Argentina: a esto fue Bolívar allá, a dar su apoyo; pero Santander (quien era Presidente de Colombia) negó el dar ayuda a la Argentina y el todopoderoso Bolívar no lo obligó: tal era su amor al Derecho y a las leyes… El Libertador solicitó el apoyo de tropas y marina en favor de las provincias rioplatenses. Santander se negó. Una y otra vez insistió el Libertador; pero siempre se negó Santander porque eso “no era conveniente al honor y reputación” de Bolívar...

El Americano de Buenos Aires, del 5 de marzo de 1825, publicó: “El inmortal Bolívar ocupa el corazón de todos los porteños, porque su patriotismo, su constancia y su valor lo han merecido, lo demás que se finja y sea fingido es cuento de cuentos”. Igual antes El Argentino de Buenos Aires, el 10 de febrero de 1825.

La victoriosa epopeya de más de cuatrocientas acciones de armas fundamentó sine causa esos fingimientos. Si entre sus grandes hombres Suramérica quisiera seleccionar en su historia un solo personaje que la representara con toda dignidad ante el universo mundo, no podría hallar uno con más prestancia, cualificación y merecimientos que Simón Bolívar.

aaf.yorga@gmail.com
Siguenos en Telegram, Instagram, Facebook y Twitter para recibir en directo todas nuestras actualizaciones
-

Espacio publicitario

Espacio publicitario

Espacio publicitario

DESDE TWITTER

EDICIÓN DEL DÍA

Espacio publicitario

Espacio publicitario