Vista la escasez de combustible que se ostenta por casi todo el territorio nacional; incluso, en entidades productoras de petróleo o donde operan refinerías, resultaría muy pertinente algunos comentarios sobre nuestras refinerías petroleras, en cuyas instalaciones se obtiene gasolina y otros derivados del petróleo, fundamentales para agilización de la economía, cuyo déficit se manifiesta por la merma de transporte público, afluencia masiva de pasajeros a las paradas desde muy tempranas horas del día, así como de automotores ante cualquier e/s.

Nuestras refinerías están diseñadas para procesar una cierta cantidad de bpd; según esto, tenemos que las refinerías de Amuay y Punta Cardón, con una planta de craqueo catalítico conforman el Centro de Refinación Paraguaná (CRP), el segundo de mayor volumen a escala mundial, en el estado Falcón, diseñadas para una capacidad cercana a unos 1,2 mbpd, para lo cual cuentan con igual número (cinco) plantas de destilación atmosférica y plantas de destilación al vacío. Aun así, los procesos de obtención de los derivados necesarios para emplearlos en la dinamización de la economía desde poco antes de 2015 se vienen ralentizando por fallas eléctricas, depreciación de equipos, así como por una rotación de personal muy importante; y hoy día opera, difícilmente, a un 40 por ciento de su capacidad, lo que ha generado un mercado negro a través de negocios ilícitos, donde la gasolina se vende a razón de unos tres dólares/l, a causa de una escasez patentizada extensivamente y, de hecho, un entorno especulativo ostensible, sobremanera, imponente sobre los precios de bienes de consumo masivo y hasta perecederos por el costo de los fletes y su traslado al demandante final.

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