Los gerentes como todas las personas tienen emociones, las cuales son instintivas, innatas, subjetivas, involuntarias, automáticas, no se procesan a nivel cognitivo, son transitorias, o sea que tienen una duración limitada y pueden generar cambios físicos que a veces turban a las personas. La capacidad de expresar sus propias emociones y entender las de los demás, es un factor importante y determinante del éxito o fracaso de su gestión. Hay múltiples clasificaciones de las emociones, pero en general se aceptan las básicas o primarias, como por ejemplo la alegría, tristeza, ira, desagrado, miedo y las secundarias o complejas derivadas de las primarias, como por ejemplo: la vergüenza, ansiedad, hostilidad, orgullo y arrepentimiento. Es importante señalar, que a veces se confunden coloquialmente los términos de emoción y sentimiento, pero se diferencian en que este último se mantiene en el tiempo; generalmente sosegado, crónico que puede ser un estado permanente con una base cognitiva, ya que se producen por procesamiento, evaluaciones e interpretaciones de emociones y experiencias. En otras palabras el pensamiento alimenta la emoción y produce el sentimiento.

El pensamiento está condicionado por múltiples factores, por ejemplo: los principios y valores del gerente, su visión a corto, mediano y largo plazo, la disciplina de observar, describir y analizar antes de actuar, la capacidad como estratega que contemple diferentes escenarios y evalúe las posibles consecuencias, su nivel académico, su inteligencia emocional y en general todas las experiencias previas que tengan influencia en sus pensamientos, que van a repercutir en sus emociones y generar sentimientos.

Para el manejo racional de sus emociones, el gerente en general, pero sobre todo quienes tienen un liderazgo de amplio alcance, deben tener un profundo conocimiento de su entorno, pero sobre todo de sí mismo, como lo enseña la antigua tradición china: “quien conoce lo exterior es erudito, quien se conoce a sí mismo es sabio, quien conquista a los demás es poderoso y quien se conquista a sí mismo es invencible”. Una de las habilidades más complejas que debe desarrollar el gerente, es el control deliberado de las reacciones emocionales, en el marco de crecimiento de su inteligencia emocional, lo cual es factible que se cultive como parte de su desarrollo personal integral.

A manera de ejemplo, se pueden citar algunas emociones y sentimientos que pueden afectar de una forma importante una gestión gerencial: las emociones de ira, miedo, tristeza y ansiedad, con los sentimientos de odio y depresión, son un caldo de cultivo de una gerencia pesimista y sin esperanza, lo cual con altas probabilidades va a afectar negativamente el funcionamiento de la organización. Al contrario una gestión alegre, que genere confianza, con un trato respetuoso y armónico, con esperanza y optimismo, es un combustible para una gestión exitosa y con visión de futuro.

La esperanza, entendida como un “sentimiento agradable provocado por la anticipación de algo que deseamos y que se presenta como posible”, como lo señalan Marina y López, o estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea, según la RAE. Cuando el sentimiento de la esperanza se une con el optimismo, que de acuerdo a la RAE, es “la propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable”, se produce un binomio exitoso, sobre todo si se combina con sentido de la realidad e inteligencia emocional. En crisis se ponen a prueba las capacidades del gerente, ya que su equilibrio emocional es fundamental para la superación de las mismas.

Bartolomé Finizola Celli

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