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Tiempos de incertidumbre, miedo y ansiedad

Es verdad que los seres humanos tenemos la necesidad de saber que va a pasar a continuación, de controlar y anticipar lo que va a ocurrir. Esto nos da seguridad y nos permite tener “un plan” para que nada nos agarre desprevenidos

  • ECCIO LEÓN R.

07/12/2022 05:00 am

Vivimos en un mundo cambiante y eso hace que pese a todas las incógnitas sobre nuestro futuro, seamos capaces de generar unas expectativas de vida, un guión que nos ayuda a sentirnos seguros ante el futuro.

Es verdad que los seres humanos tenemos la necesidad de saber que va a pasar a continuación, de controlar y anticipar lo que va a ocurrir. Esto nos da seguridad y nos permite tener “un plan” para que nada nos agarre desprevenidos. Pero nos guste o no, la incertidumbre está siempre presente en nuestra vida, aunque no todas las personas sepan manejarla ni tengan la misma tolerancia. Convivir con el cambio constante requiere muchas herramientas personales para gestionar las cosas que nos preocupan. Para algunas personas enfrentarse a la incertidumbre genera miedo y ansiedad.

Algunas personas predicen el fin de la incertidumbre, la verdad es que esos fines o esos comienzos son también parte de las incertidumbre que nos rodea cotidianamente. No sabemos si llegaremos de aquí a allá. Los imponderables en nuestros trayectos y en nuestros proyectos son múltiples. Algo pasará, pero no sabemos ni qué, ni cómo, ni cuándo. Ni siquiera sabemos de quién es la culpa y a veces alcanzamos apenas a vislumbrar de quién es la responsabilidad. La pandemia nos recordó que no sabemos si mañana, o esta tarde o el año próximo, estaremos todavía sanos o vivos. Si algo es seguro en nuestras vidas es que habrá enfermedades y llegará la muerte. Pero estamos en la incertidumbre por no saber en cuál situación nos pueden acontecer.

Los populismos de todo tipo han venido a exacerbar la pulsión de la diferencia y del conflicto que nace a las guerras culturales que proliferan por doquier tras el fracaso de un universalismo racional e ilustrado que ha dejado a la intemperie las débiles raíces de una integración social y política basada en el acceso al empleo y al consumo. La guerra, la inflación galopante agazapada en el recuerdo recurrente del período de entreguerras y de la crisis energética de los 70 y la crisis climática a lo que habría que añadir el impacto, decreciente pero no extinto, de la pandemia configuran un contexto marcado por la incertidumbre, la fragilidad y el temor que tiende a aislarnos y encerrarnos, incluso cuando sabemos que nuestro desarrollo económico y social y hasta nuestra propio futuro demográfico dependen en buena medida de la apertura y del encuentro con otros.

No sabemos, por más que deseamos recordar lo que experimentamos, leemos, escuchamos, aprendemos, por cuánto tiempo podremos contar con que eso estará a la mano. Hay tantas cosas que sabemos que ya sabíamos y que luego olvidamos estrepitosamente. Olvidamos nuestro vocabulario, la gramática, la cara y los nombres de la gente o las circunstancias en las que nos conocimos. A veces recordamos a algunas personas pero olvidamos a nuestros amigos, rivales o conocidos de conocidos de algún lugar que visitamos o alguna institución en la que estudiamos o trabajamos.

La guerra, la pobreza, la precariedad, la vulnerabilidad, los conflictos, el amor y el desamor son parte de la condición humana. Lo que no está para que pensemos en proyectos y planes para el futuro. No sabemos si lo logramos, pero disolvemos las condiciones que podrían evitar que los concretemos. ¿Llegaré a nuestra cita? ¿Aprenderé con la profundidad y destreza requerida? ¿Puedo presuponer que los gastos se podrán cubrir con los recursos disponibles? ¿Puedo siquiera esperar que estarán disponibles los recursos necesarios para determinados proyectos?

Algo que ya sabemos, en especial si hemos seguido de cerca proyectos de construcción de infraestructura, es que seguramente los costos de nuestros proyectos suelen triplicarse respecto a nuestros cálculos y estimaciones originales. A pesar de que vivimos en la incertidumbre, planeamos para reducir la complejidad de nuestras vidas y pensar que tenemos algunas certezas. “Seguro que te quiero eternamente”, “claro que terminaré esa tarea”, “por supuesto que terminaré de escribir esta tesis”, “nunca faltaré al trabajo”, “mañana mismo recogeré el título en la universidad”. Hilamos rosarios de promesas y de ilusiones, de planes y de presupuestos que en algún momento habremos de modificar. Porque el eslabón más fuerte, que nunca se rompe, puede ceder antes que el más débil de los eslabones al que tanto ponemos atención para que no vaya a ceder antes de tiempo.

Nuestros proyectos y nuestras intenciones también se toparán con incertidumbres. Las estudiantes se ausentan de clases a pesar de su entusiasmo. La información que teníamos puede cambiar de un día para otro. Las tecnologías “no tienen palabra”, suelen decir los ingenieros, en especial si estuvieron involucrados en su diseño. Así que puede fallar el flujo de energía eléctrica, o puede inundarse la ruta por la que solemos trasladarnos, o podemos encontrarnos con alguna amistad que nos invite a realizar actividades alternativas a las que habíamos planeado esta mañana.

En fin, aún así, siempre confiamos en que algo bueno aprenderemos hoy, o algo malo lograremos evitar, aunque sea de a poquito.

@el54r

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