En momentos como el actual en que la convivencia se hace especialmente difícil, es necesario mejorar las formas de comunicación. La buena comunicación que permite el entendimiento entre los interlocutores, es indispensable para llegar a acuerdos que faciliten la unión entre los que buscan un mismo fin. No se puede suponer que por el hecho de poder hablar, escribir o utilizar los medios digitales con una cierta pericia, se asegura la comunicación. El diálogo es algo todavía más arduo.
¿Cómo encontrar las buenas palabras, en un medio que promueve la falta de corrección en las formas? Efectivamente nos vemos inundados por defectos en las formas de comportamiento social y urbanidad cotidiana. Parece que la influencia de quienes solo buscan imponer su comportamiento e ideas, ha ido calando en las maneras que los miembros de la sociedad utilizan para la convivencia. Un imponer lo propio con un yo superlativo, parece que representa la única manera válida de tratarse. El comportamiento, comienza y termina reflejándose en el lenguaje.
¿Cuándo el hablar golpeado hace mella en los demás? Siempre, el exceso de intensidad con la falta de sintaxis, ha llevado consigo la interrupción en la comunicación. En nuestro medio la expresión acelerada y poco razonada, es interpretada como deseo de imposición. En casos, como los actuales, en que el deseo de dominio es explícito, la desconfianza hace imposible el entendimiento.
¿Es lo mismo la buena palabra que la palabra buena? La corrección en la expresión, -en sus formas-, no asegura que el contenido del discurso sea adecuado. Al tiempo en que se procura encontrar la mejor forma de expresar las ideas, parece necesario hacer que las ideas, los conceptos, se correspondan con la realidad. Es aquello que consideramos como bueno, no solo como valioso, lo que es necesario expresar adecuadamente. Con una forma amable, que sea acogida por nuestro interlocutor. Con un contenido cierto que no lleve a la manipulación ni al engaño. Tomándose el tiempo para pensar.
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