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Venezuela se hunde

El slogan “eficiencia o nada” que, de manera burda, pronuncian funcionarios del gobierno nacional, regional o municipal, se traduce en una cachetada para todos los venezolanos que enfrentan las penurias que traen las lluvias

  • GRISELDA REYES

05/10/2022 05:00 am

Las lluvias de las últimas semanas han dejado al descubierto la terrible vulnerabilidad de la infraestructura vial, no solamente de la ciudad capital sino también de todo el territorio nacional.

Los habitantes de muchos estados del país han vivido semanas fuertes, de angustia e incertidumbre tras los daños causados por la fuerza destructiva del agua.

Efectivamente estamos en época de lluvias. Pero no es lo mismo enfrentarla en un país normal, donde la infraestructura vial funcione, el sistema eléctrico soporte los embates del agua, el transporte urbano esté operativo, los drenajes fluyan con normalidad, ríos y quebradas estén debidamente embaulados y exista mantenimiento preventivo de esa infraestructura; que afrontarla en un país donde todo lo anteriormente dicho es prácticamente inexistente o se sostiene de un hilo.

El slogan “eficiencia o nada” que, de manera burda, pronuncian funcionarios del gobierno nacional, regional o municipal, se traduce en una cachetada para todos los venezolanos que enfrentan las penurias que traen las lluvias.

Por sólo citar un ejemplo. El pasado 30 de septiembre fue un día muy complicado para los caraqueños. Los cinco municipios del área metropolitana, más todos los de los Altos Mirandinos y el estado La Guaira, fueron azotados durante varias horas por fuertes lluvias acompañadas de ráfagas de viento y descargas eléctricas.

¿Las consecuencias? El colapso de las principales arterias viales por falta de mantenimiento de los drenajes, presencia de las típicas lagunas que obstaculizan el tránsito automotor y un nuevo hundimiento del asfalto en la autopista Gran Cacique Guaicaipuro a la altura de Altamira –el segundo en menos de 48 horas–, además de una vía que cedió en la parroquia Macarao.

Asimismo, la caída de ramas y árboles en diversos puntos de los municipios, originando daños materiales a vehículos y viviendas; un incendio en la Subestación Eléctrica Boyacá en el Ávila que dejó sin luz al estado La Guaira; pero también otras fallas en el sistema eléctrico que sumieron en la oscuridad a varios sectores de los municipios mencionados.

No solo miles de personas estuvieron varadas en las calles –porque el transporte urbano desaparece en estos eventos– sino también en sus hogares, luego de que las calles quedaran sumergidas en el agua.

Falta mucha prevención y mantenimiento para lograr que nuestras vías sean transitables y el fluido eléctrico no se vea interrumpido con la frecuencia con que aquí ocurre. Hay mucha desidia de las autoridades que no hacen picas y podas en las cercanías de los tendidos eléctricos, pero también irresponsabilidad de quienes sólo cortan árboles sin criterio alguno ni medir las consecuencias ambientales que eso traerá en el corto y mediano plazo.

A través de las redes sociales vi fotos y vídeos de calles que tras los aguaceros cedían con una facilidad pasmosa; y de una autopista –la más importante de Caracas– cerrada al tránsito automotor por el hundimiento del pavimento. E hice un comentario en el que exigí a las autoridades que dejen de ocuparse de conciertos y globos aerostáticos e inviertan en lo realmente importante.

Un usuario de Twitter me respondió que eso implica planificar y hacer obras de ingeniería civil e ingeniería hidráulica –entre otras– que, duda, el gobierno hará. A lo cual otro usuario respondió que no lo harán porque es muy caro y porque ellos prefieren pagar a un maestro de obra, que a un especialista.

Y eso me recordó aquella frase: “lo barato sale caro”, porque las consecuencias de tanta desidia las paga el venezolano de a pie, que va con un Ave María en la boca cada vez que llueve.

Venezuela se hunde, con su vialidad e infraestructura a cuesta, frente a la indolencia de un gobierno que sólo pinta y remoza “por donde pasa la reina”, y en tono burlesco asegurando que vivimos mejor que en Miami.

En estos momentos –porque las precipitaciones se mantendrán–, sólo me queda recomendar que cada quien tome las precauciones necesarias y que brindemos ayuda a quien lo necesite. A veces un gesto simple, ofrecer la cola o ayudar a cruzar una vía, es suficiente para marcar la diferencia. Los venezolanos seguimos siendo gente maravillosa y ante un gobierno indolente, apoyarnos es vital para salir adelante.


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