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Por obligación

Perdemos de vista fácilmente nuestro espacio interior. La causa de casi todo es externa a nosotros. Como decían los pasados conductistas de la gerencia: el “locus de control” es externo

  • JOSÉ ANTONIO GÁMEZ E.

05/10/2022 05:01 am

“El sexo, considerado en la forma moderna, es el amor de Eros desprovisto de responsabilidades; es el deseo sin la obligación; es un deseo ateo porque es un deseo ilegítimo. Por esto el erotismo y el ateísmo van siempre juntos.” (Fulton J. Sheen. Son tres los que se casan)

“Entonces viniste a Miami por obligación”. El cariñoso reproche de nuestra queridísima doctora Martha Viera, me hizo pensar sobre el tema. Habría que poner en contexto y explicar que, ya llevaba una semana viviendo donde mi cuñado a cuerpo de rey. El reproche estaba más que justificado. Un tema que desde hace tiempo venimos rumiando. Como tantos otros no pretendemos resolver. Lo que podemos hacer si acaso, es dar algunas ideas generales sobre la obligación. Una condición que hoy en día se relaciona con otra de muy mala prensa: el compromiso.

Por alguna razón que no acabamos de vislumbrar, los hombres y mujeres de hoy confundimos lo que procede de nuestro interior y lo que es externo a nosotros. Podríamos decir que no hay frontera entre la inmanencia y la trascendencia. Y la tendencia general es a hacer notar más lo trascendente que lo inmanente. Perdemos de vista fácilmente nuestro espacio interior. La causa de casi todo es externa a nosotros. Como decían los pasados conductistas de la gerencia: el “locus de control” es externo.

Estrictamente considerada, podríamos decir que la obligación es siempre exterior. Mientras que el compromiso proviene de una decisión propia. Hay cosas a las que nos obligan y otras tantas a las que nos obligamos. Estas últimas son a las que nos comprometemos. Afirmamos que, si nos obligamos a nosotros mismos, no perdemos libertad. Alguno podría asegurar que hasta la ganamos. La ejercemos de una manera más auténtica. Al punto de que muchos de esos compromisos son los que nos hacen verdaderamente libres. Por tanto, felices. Sin embargo, no queda duda que muchos de nuestros contemporáneos prefieren estar seguros a ser libres.

Los ejemplos de una y otra situación son numerosos. Las metas profesionales, deportivas y nutricionales suelen ser obligaciones con nosotros mismos. De otra forma difícilmente llegan a cumplirse. Mantener una relación de pareja estable y fecunda sólo es posible por un compromiso, por una obligación auto impuesta por cada uno. Es lo que en lenguaje de derecho matrimonial se denomina consentimiento. Todo esto por supuesto está ligado a una concepción del ser humano. Incluye una cosmovisión. También una posición religiosa.

“El amor existe solamente donde hay libertad. La obligación de amar es un infierno y la libertad de amar es el cielo. La criatura, siendo la flor del amor, es el sacramento terrenal de la libertad. Cuando se llenen las cunas del mundo, volverá la libertad, y esta consistirá no en suprimir las restricciones, lo que es licencia, sino en el aumento de nuevos centros de libertad.” (Fulton J. Sheen, Son tres los que se casan)

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