Chasco
Lo que pasa es que ni Chile, ni Colombia, ni Argentina son Venezuela. Pensar que en alguno de esos países va a suceder lo que ocurrió en nuestro país es un error. La cultura, la educación, la formación, las sociedades de cada uno de ellos no lo permitirán
Chile, la gran esperanza para los izquierdistas del continente resultó un verdadero fiasco. Gran decepción les causó el pueblo sureño a los de ideología siniestra, cuando en sus 16 regiones, incluida la metropolitana y la costeña Valparaíso, y pese a los pronósticos, más del 60% le dio un rotundo NO a la propuesta del nuevo gobernante Gabriel Boric, dejando vigente el texto constitucional de 1.980, que data de la época de Augusto Pinochet (1.973-1.990) con algunas reformas logradas desde que se restauró la democracia en el alargado país.
El proyecto que pretendía convertir a Chile, como es Venezuela, en un estado “social de derecho” estaba definido como el más feminista, a la vanguardia mundial en materia de igualdad de género y protección a la naturaleza.
Fue íntegramente desechado, pese a que en Octubre de 2.020 se llevó a cabo un plebiscito en el cual, un 78,2 % de los chilenos decidió iniciar un proceso constituyente, por lo que la reciente votación constituye un duro golpe, porque es el rechazo a esa Constitución en particular. Reconocen entonces los oriundos del sureño país que necesitan y requieren un nuevo pacto social, pero no ese en particular.
Claudio Salinas, líder del denominado “rechazo” declaró que no había ganadores ni perdedores, pero sí la obligación de los chilenos de “volver a encontrarse” Mientras, la parlamentaria izquierdista Karol Cariola, vocera de la campaña del “apruebo” fue absolutamente incoherente, llamando a la calma, de inmediato se armó tremendo brollo pues nadie le hizo caso, y a estar orgullosos del trabajo realizado, cuando el NO a su propuesta fue tan categórico, usando la típica tautología de izquierda indicó “La Constitución de 1.980, ni nos une ni nos representa” o sea, ¿Repetición sin ningún sentido?
Una convención de ciudadanos chilenos, electos democráticamente, solo para ese fin, con paridad de género y representación indígena, estuvieron más de un año trabajando en el proyecto, o sea, una especie de Constituyente, pero diferente a la que vivimos en Venezuela, ya en dos oportunidades, en los veinte y pico de años que lleva de gobierno la revolución bolivariana.
La reacción del primer mandatario venezolano no se hizo esperar, y por supuesto, el proyecto no es el culpable; no es que no gustó, sino que no hubo liderazgo firme con apoyo popular; que le cortaron las alas al proyecto y afirmando que el proceso no fue originario, soberano ni plenipotenciario; que lo llenaron de limitaciones; que fue un proyecto mediatizado que maniató la propuesta de cambio, agregando que todo latinoamericano y caribeño que ame a Chile, que ame el ejemplo de Salvador Allende, va a estar pendiente de lo que ocurra. Se lamentó de la derrota del “proyecto histórico” y se solidarizó con el pueblo chileno.
Como ustedes se podrán dar cuenta, dijo y desdijo. Que si al plan le cortaron las alas, lo mediatizaron, no fue originario, lo llenaron de limitaciones, no fue a través de una Asamblea Constituyente, no fue plenipotenciario ¿Entonces? ¿Por qué lamentarse? Si tenía tantos defectos, como señala nuestro Presidente Constitucional ¿No debería más bien alegrarse de que no lo aprobaran?
Lo que pasa es que ni Chile, ni Colombia, ni Argentina son Venezuela. Pensar que en alguno de esos países va a suceder lo que ocurrió en nuestro país es un error. La cultura, la educación, la formación, las sociedades de cada uno de ellos no lo permitirán. No veremos ni una Cuba ni una Nicaragua en esos países latinoamericanos donde la izquierda está gobernando, por supuesto, la regla tienen excepciones.
El descontento social chileno no da para que este compre cualquier cosa que le ofrezcan.
@gadeaperez
El proyecto que pretendía convertir a Chile, como es Venezuela, en un estado “social de derecho” estaba definido como el más feminista, a la vanguardia mundial en materia de igualdad de género y protección a la naturaleza.
Fue íntegramente desechado, pese a que en Octubre de 2.020 se llevó a cabo un plebiscito en el cual, un 78,2 % de los chilenos decidió iniciar un proceso constituyente, por lo que la reciente votación constituye un duro golpe, porque es el rechazo a esa Constitución en particular. Reconocen entonces los oriundos del sureño país que necesitan y requieren un nuevo pacto social, pero no ese en particular.
Claudio Salinas, líder del denominado “rechazo” declaró que no había ganadores ni perdedores, pero sí la obligación de los chilenos de “volver a encontrarse” Mientras, la parlamentaria izquierdista Karol Cariola, vocera de la campaña del “apruebo” fue absolutamente incoherente, llamando a la calma, de inmediato se armó tremendo brollo pues nadie le hizo caso, y a estar orgullosos del trabajo realizado, cuando el NO a su propuesta fue tan categórico, usando la típica tautología de izquierda indicó “La Constitución de 1.980, ni nos une ni nos representa” o sea, ¿Repetición sin ningún sentido?
Una convención de ciudadanos chilenos, electos democráticamente, solo para ese fin, con paridad de género y representación indígena, estuvieron más de un año trabajando en el proyecto, o sea, una especie de Constituyente, pero diferente a la que vivimos en Venezuela, ya en dos oportunidades, en los veinte y pico de años que lleva de gobierno la revolución bolivariana.
La reacción del primer mandatario venezolano no se hizo esperar, y por supuesto, el proyecto no es el culpable; no es que no gustó, sino que no hubo liderazgo firme con apoyo popular; que le cortaron las alas al proyecto y afirmando que el proceso no fue originario, soberano ni plenipotenciario; que lo llenaron de limitaciones; que fue un proyecto mediatizado que maniató la propuesta de cambio, agregando que todo latinoamericano y caribeño que ame a Chile, que ame el ejemplo de Salvador Allende, va a estar pendiente de lo que ocurra. Se lamentó de la derrota del “proyecto histórico” y se solidarizó con el pueblo chileno.
Como ustedes se podrán dar cuenta, dijo y desdijo. Que si al plan le cortaron las alas, lo mediatizaron, no fue originario, lo llenaron de limitaciones, no fue a través de una Asamblea Constituyente, no fue plenipotenciario ¿Entonces? ¿Por qué lamentarse? Si tenía tantos defectos, como señala nuestro Presidente Constitucional ¿No debería más bien alegrarse de que no lo aprobaran?
Lo que pasa es que ni Chile, ni Colombia, ni Argentina son Venezuela. Pensar que en alguno de esos países va a suceder lo que ocurrió en nuestro país es un error. La cultura, la educación, la formación, las sociedades de cada uno de ellos no lo permitirán. No veremos ni una Cuba ni una Nicaragua en esos países latinoamericanos donde la izquierda está gobernando, por supuesto, la regla tienen excepciones.
El descontento social chileno no da para que este compre cualquier cosa que le ofrezcan.
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