“A pesar de la calma que reinaba en la escala, animados por una ligera fiebre, con los oídos silbando todavía a causa del ruido del vuelo, a nosotros también nos parecía estar viajando. También nos descubríamos, encarando el empuje de los vientos, llevados por los latidos de nuestros corazones hacia un futuro desconocido” (Antoine de Saint-Exupéry, Tierra de hombres)

Al principio ofrecimos resistencia. Un poco de resistencia lógica, derivada de lo insulso de la primera entrega. Luego ante las buenas recomendaciones de los amigos, cedimos a la propuesta y nos dispusimos a ver Maverick. La oferta de cine cómodo con buenas chucherías, siempre es tentadora. Junto a mi esposa tomamos el riesgo. Hay que reconocer que valió la pena.

Más allá del contenido de “sueño americano”, que no puede abandonar las cintas provenientes del “main stream”. Nos encontramos con una propuesta equilibrada y más madura respecto al personaje en cuestión. Sobre Pete Mitchell han pasado los años, sin duda. Aunque aparece en muy buena forma, según opina el público femenino. De cualquier manera, es posible encontrar a un protagonista más reflexivo y humano. Tal vez en alguna parte y en algún momento, pudo existir alguien parecido…

Es conocida la atracción por el vuelo, de muchos seres humanos. A todos nos atrae de una forma u otra, la posibilidad de surcar el cielo. Tener otra perspectiva de la tierra que pisamos. Las posibilidades que ofrecen la ciencia y la técnica actualmente lo hacen posible. Al punto de poder llegar hasta el espacio sideral. Sin embargo, esta posibilidad de volar no ofrece siempre las mismas garantías. A juzgar por la forma en que se llevan a cabo los vuelos hoy en día. Todo parece indicar que lo más seguro, es volar alto. Lo más alto posible.

Volar bajo se muestra poco seguro. Por lo menos es el riesgo inminente que muestra, la misión asignada a Maverick y sus discípulos. La atracción que ofrece la tierra genera una fuerza que puede llegar a desencadenar un evento trágico. Tampoco conviene intentar ganar altura sin más y en poco tiempo. Los efectos de una maniobra de esa naturaleza, lleva a perder el sentido. El estrellarse contra la tierra de la que huimos con desesperación, es destino seguro. La dificultad está en que no todos no estamos dotados, de buenas a primeras, para volar a gran altura. Se requiere una preparación y un equilibrio que solo la experiencia y la reflexión sobre lo aprendido, pueden otorgar. Tratar de tomar atajos o vericuetos sin un buen guía, lleva a un fracaso seguro.

Querer volar bajo, a gran velocidad y frente al enemigo, se presenta como una locura que hay que dejar para las películas de Hollywood. “Éste es el papel que ha prevalecido, puesto que nosotros hemos aceptado, sin ilusión alguna ¡oponer un soldado a tres soldados y nuestros agricultores a obreros! ¡Me niego a que me juzguen por los horrores del desastre! ¿A aquél que acepta quemarse en vuelo, lo juzgaremos por las ampollas? Él también se afeará.” (Antoine de Saint-Exupéry, Piloto De Guerra)

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