Experiencia sinfónica infantil
Niños y adolescentes de la Venezuela profunda que se instalan en lo más hermoso y civil de nuestra identidad fundacional: el civilismo. Lo que algunos también llaman, la cultura
Por estos días observamos que la opción de marketing impuesta es la de vivir una “experiencia”… que marcará tu vida para siempre. Así como nos hemos ido acostumbrando a los “emprendimientos” “empoderamientos”, “posicionamientos” y demás neo-semánticas, la experiencia es el nuevo reto de las artes de la comunicación.
Ya no hay conciertos musicales sino, una experiencia. Igual pasa con el teatro, el cine, las series, la gastronomía, el turismo y no me extrañaría si se une a la locomotora post-millennial, el libro y otras manifestaciones plásticas y visuales habidas y por haber.
Ya no hay conciertos musicales sino, una experiencia. Igual pasa con el teatro, el cine, las series, la gastronomía, el turismo y no me extrañaría si se une a la locomotora post-millennial, el libro y otras manifestaciones plásticas y visuales habidas y por haber.
“Una experiencia sería una circunstancia o un acontecimiento que, por sus características, resulta trascendental o digno de destacar en la vida de una persona”. Para bien o para mal.
No obstante, lo que vivimos el pasado viernes 19 de agosto al mediodía en La Sede de El Sistema podría considerarse una experiencia por la marca, la huella que nos dejó en la persistencia de la memoria. Se trata de un concierto sinfónico de música académica interpretada por niños entre 8 y 14 años.
Nos referimos a la Sinfónica Nacional Infantil de Venezuela 2022 que en esta oportunidad fue dirigida por el M. Andrés David Ascanio. Nos encontrábamos, sentados en la sala Simón Bolívar, al lado de Eduardo Rodríguez Giolitti y Claudio Nazoa y, por momentos, cerrábamos los ojos y era escuchar a una Sinfónica como la Berliner. Pero no, se trataba de unos niños y adolescentes cuyos instrumentos, a veces, eran más grandes que su estatura física como el caso de un niño de nueve años y su trombón, quien tuvo que pararse en la silla para ejecutar uno de sus magistrales “solos”. Las lágrimas no se hicieron esperar junto al aplauso de pie.
Niños y adolescentes de la Venezuela profunda que se instalan en lo más hermoso y civil de nuestra identidad fundacional: el civilismo. Lo que algunos también llaman, la cultura. Futuro que se erige frente a la Venezuela agrietada y orillada de hoy.
No es una orquesta común. Se trata de 165 ejecutantes: 85 niños y 81 niñas en una selección de 2000 estudiantes de todo el país que se prepararon y se preparan para seguir civilizando su formación y su entorno social. Años de preparación. Horas y horas de ensayo que se proyectan en la excelencia, talento y disciplina grupal que, por si fuera poco, permite convertirse en un coro a placer con los mismos integrantes. Algo nunca visto en otras sinfónicas internacionales.
El programa contó con piezas de C. Saint-Saens (Danza Bacanal y Macabra), Rossini (Obertura de G. Tell), variaciones de Tchaikovsky, y Danzón Nª 8 de Arturo Márquez.
El Sistema del M. José Antonio Abreu es originario y su molde se multiplica en muchos de los países altamente desarrollados desde Noruega hasta Japón. El Sistema también es un producto de exportación del cual toda Venezuela no sólo debe estar orgullosa de esta “experiencia”, sino de vivirla en carne propia en sus más de 400 núcleos y en la programación de La Sede de Quebrada Honda todos los fines de semana.
javiervidalpradas@gmail.com
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