¿Una nueva Guerra Fría?
Otro “combustible” de una nueva edad de hielo, es el cambio climático, al que la OTAN califica en la Declaración de Madrid (2022) como “un multiplicador de crisis y amenazas.”
Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial se terminó estableciendo una suerte de “rosario” de Estados confesamente “comunistas” o “socialistas” bajo el control político total o parcial de partidos comunistas adscritos al eje de la URSS, la llamada “Cortina de Hierro” en Europa del Este. Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Rumania, Bulgaria, Albania, entre otros, compartían la presencia de un partido único en el ejercicio del poder y el control de los aparatos del Estado de la educación, todas las organizaciones políticas, los sistemas de comunicación.
Otro vector conductor de los Estados bajo el control y la influencia hegemónica de Moscú, en el Este de Europa fue la persistencia de una economía planificada por el Estado, centralista, de desarrollo y jerarquía plenamente vertical, basada en la propiedad colectiva de los medios de producción; así mismo, la posición privilegiada de Moscú como el gran ente de control y agente de influencia primario en el oriente del mundo, llevó a la creación de la COMECON, el Consejo de Ayuda Mutua Económica formada en torno a la URSS basado en un esquema unitaria y especializado de producción de sus miembros, en un intento de contrarrestar a los organismos económicos internacionales como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial.
Un factor fundamental en la instalación de este Escudo de Hierro, bajo los símbolos de la hoz y el martillo, fue el paralelo militar al COMECON, a saber, el Pacto de Varsovia; este ejerció un importante poder de coacción basada en el uso de la fuerza militar desmedida contra cualquier alzamiento en los llamados países del eje de la URSS. Episodios como la Primavera de Praga de 1968, o la Revolución Húngara de 1956, demostraron la absoluta subordinación de Praga, Budapest, Varsovia, Bucarest o Sofía a Moscú en todo nivel durante la Guerra Fría.
Este escenario se desenvolvió en el marco de un terreno abonado por las Conferencias de Yalta y Potsdam. En Yalta fue discutida una política general de transiciones a la democracia y de transformación de las colonias en semicolonias (política que favorecía a EE. UU. sobre Inglaterra y Francia). Roosevelt impulsó la fundación de las Naciones Unidas, consolidada en San Francisco, para reemplazar a la extinta y desprestigiada Sociedad de las Naciones de 1919. Esto fue aprobado y se concretizó el 24 de octubre de 1945 con la firma de la carta de las Naciones Unidas.
La Conferencia de Potsdam terminó de sellar el reparto mundial. Asistieron Truman por EE. UU., Churchill (acompañado por Clement Atllee del Partido Laborista) y Stalin.
Lo cierto es que al finalizar la IIGM, el Ejército Rojo ocupaba la mayor parte de la Europa oriental: los países bálticos, Polonia, la parte oriental de Alemania hasta del Elba. En la posterioridad, esta “sovietización” del bloque comunista del Este, contribuyó al posicionamiento y el establecimiento de relaciones fuerzas de la URSS en el marco de la Guerra Fría frente a EE. UU. y la naciente Comunidad Europea como representantes de la ideología democrática-capitalista-liberal imperando durante finales del S. XX un mundo “bipolar”
El declive y fracaso del modelo soviético y la aspiración de estos países hacia una emancipación democrática, en países como Polonia, o Hungría, reconfiguraron el statu quo de la Guerra Fría y el panorama geopolítico mundial cambió radicalmente, y avanzaba en las sendas del idealismo wilsoniano depositando las esperanzas en la expansión de la democracia. Lo cierto es que 14 países que formaron parte en algún punto del Pacto de Varsovia hoy son miembros de la OTAN.
Hoy el expresidente de Uruguay “Pepe” Mujica afirma que “parece que se intenta dibujar una nueva guerra fría”. Las condiciones de inestabilidad e incertidumbre geopolítica actual son equiparables a los inicios de la Guerra Fría. Ucrania es hoy el epicentro neurálgico del orden internacional que se está redibujando; la tendencia es hacia un eventual “rearme mundial”, revisión del paradigma westfaliano, colándose un espíritu belicista ajeno a los cánones de un mundo democrático, plural, y multilateral que se juega hoy su supervivencia
Las acciones recientes del Kremlin se alejan del pragmatismo de la “Coexistencia Pacífica” de tiempos de Nikita Jrushchov que logró solventar la Crisis de los Misiles de Cuba en 1962. La reunión trilateral de los presidentes de Ucrania, Volodímir Zelenski, y Turquía, Recepp Tayyipp Erdogan, con el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres en Leópolis, centrada en el suministro de cereales y granos ucranianos a través del llamado “Mecanismo del Mar Negro” y especialmente la situación de la central nuclear de Zaporiya, tuvo el doble propósito de intentar resucitar la mesa de negociación entre Moscú y Kiev; lo cierto es que a día de hoy, Ankara sería el único mediador plausible entre las partes en conflicto a imagen del proceso iniciado en Estambul en marzo de este año.
La tensión en el Estrecho de Taiwán es otro de los grandes polos de tensiones geopolíticas. Otro “combustible” de una nueva edad de hielo, es el cambio climático, al que la OTAN califica en la Declaración de Madrid (2022) como “un multiplicador de crisis y amenazas.” Avanzar en esta senda anacrónica y draconiana sería un retroceso abismal en la cooperación internacional y el desarrollo mancomunado vital para el progreso de las naciones y la acción global a los grandes desafíos del hoy y del mañana.
Dylanjpereira01@gmail.com
Otro vector conductor de los Estados bajo el control y la influencia hegemónica de Moscú, en el Este de Europa fue la persistencia de una economía planificada por el Estado, centralista, de desarrollo y jerarquía plenamente vertical, basada en la propiedad colectiva de los medios de producción; así mismo, la posición privilegiada de Moscú como el gran ente de control y agente de influencia primario en el oriente del mundo, llevó a la creación de la COMECON, el Consejo de Ayuda Mutua Económica formada en torno a la URSS basado en un esquema unitaria y especializado de producción de sus miembros, en un intento de contrarrestar a los organismos económicos internacionales como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial.
Un factor fundamental en la instalación de este Escudo de Hierro, bajo los símbolos de la hoz y el martillo, fue el paralelo militar al COMECON, a saber, el Pacto de Varsovia; este ejerció un importante poder de coacción basada en el uso de la fuerza militar desmedida contra cualquier alzamiento en los llamados países del eje de la URSS. Episodios como la Primavera de Praga de 1968, o la Revolución Húngara de 1956, demostraron la absoluta subordinación de Praga, Budapest, Varsovia, Bucarest o Sofía a Moscú en todo nivel durante la Guerra Fría.
Este escenario se desenvolvió en el marco de un terreno abonado por las Conferencias de Yalta y Potsdam. En Yalta fue discutida una política general de transiciones a la democracia y de transformación de las colonias en semicolonias (política que favorecía a EE. UU. sobre Inglaterra y Francia). Roosevelt impulsó la fundación de las Naciones Unidas, consolidada en San Francisco, para reemplazar a la extinta y desprestigiada Sociedad de las Naciones de 1919. Esto fue aprobado y se concretizó el 24 de octubre de 1945 con la firma de la carta de las Naciones Unidas.
La Conferencia de Potsdam terminó de sellar el reparto mundial. Asistieron Truman por EE. UU., Churchill (acompañado por Clement Atllee del Partido Laborista) y Stalin.
Lo cierto es que al finalizar la IIGM, el Ejército Rojo ocupaba la mayor parte de la Europa oriental: los países bálticos, Polonia, la parte oriental de Alemania hasta del Elba. En la posterioridad, esta “sovietización” del bloque comunista del Este, contribuyó al posicionamiento y el establecimiento de relaciones fuerzas de la URSS en el marco de la Guerra Fría frente a EE. UU. y la naciente Comunidad Europea como representantes de la ideología democrática-capitalista-liberal imperando durante finales del S. XX un mundo “bipolar”
El declive y fracaso del modelo soviético y la aspiración de estos países hacia una emancipación democrática, en países como Polonia, o Hungría, reconfiguraron el statu quo de la Guerra Fría y el panorama geopolítico mundial cambió radicalmente, y avanzaba en las sendas del idealismo wilsoniano depositando las esperanzas en la expansión de la democracia. Lo cierto es que 14 países que formaron parte en algún punto del Pacto de Varsovia hoy son miembros de la OTAN.
Hoy el expresidente de Uruguay “Pepe” Mujica afirma que “parece que se intenta dibujar una nueva guerra fría”. Las condiciones de inestabilidad e incertidumbre geopolítica actual son equiparables a los inicios de la Guerra Fría. Ucrania es hoy el epicentro neurálgico del orden internacional que se está redibujando; la tendencia es hacia un eventual “rearme mundial”, revisión del paradigma westfaliano, colándose un espíritu belicista ajeno a los cánones de un mundo democrático, plural, y multilateral que se juega hoy su supervivencia
Las acciones recientes del Kremlin se alejan del pragmatismo de la “Coexistencia Pacífica” de tiempos de Nikita Jrushchov que logró solventar la Crisis de los Misiles de Cuba en 1962. La reunión trilateral de los presidentes de Ucrania, Volodímir Zelenski, y Turquía, Recepp Tayyipp Erdogan, con el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres en Leópolis, centrada en el suministro de cereales y granos ucranianos a través del llamado “Mecanismo del Mar Negro” y especialmente la situación de la central nuclear de Zaporiya, tuvo el doble propósito de intentar resucitar la mesa de negociación entre Moscú y Kiev; lo cierto es que a día de hoy, Ankara sería el único mediador plausible entre las partes en conflicto a imagen del proceso iniciado en Estambul en marzo de este año.
La tensión en el Estrecho de Taiwán es otro de los grandes polos de tensiones geopolíticas. Otro “combustible” de una nueva edad de hielo, es el cambio climático, al que la OTAN califica en la Declaración de Madrid (2022) como “un multiplicador de crisis y amenazas.” Avanzar en esta senda anacrónica y draconiana sería un retroceso abismal en la cooperación internacional y el desarrollo mancomunado vital para el progreso de las naciones y la acción global a los grandes desafíos del hoy y del mañana.
Dylanjpereira01@gmail.com
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