He tenido la dicha de compartir con migrantes venezolanos y tener referencias de otros. Traigo al artículo el comentario de un profesional que lo puedo catalogar de “locomotora” en las iniciativas de promoción humana, especialmente de los que han emigrado al Ecuador.

Se ocupa de contactar a hombres y mujeres en esa condición; les ayuda a hacer un perfil de sus capacidades y habilidades y los coloca a disposición de emprendedores. Consigue así que muchos se inserten en el ámbito laboral y social.

Me vienen a la memoria dos ejemplos: uno de un gran amigo, migrante desde Italia en el tiempo de postguerra. Nada más llegar, aceptó la propuesta de conducir un camión y llevar la carga a su destino. Esto, en contraste con otros paisanos que estaban sentados, jugando dominó, y que esperaban que les llegaran oportunidades. El primero llegó lejos, los segundos se conformaron con decir, que no había ofertas de trabajo. El segundo ejemplo, son mis abuelos. Migraron de Cuba a Venezuela, sin nada, con una familia, y con muchos deseos de trabajar. Salieron adelante sin lujos, pero siempre con familia, trabajo y afán de superación.

Por eso el título de este artículo es “Migrantes y migrantes”. Todos comparten una misma situación. Unos son trabajadores y quizá tienen la dicha de “sin ascos ni pretensiones” empezar, trabajar, buscar medios para salir adelante, poco a poco. Otros, sin embargo, viven de la caridad o de la buena voluntad.

No descarto, que algunos, quizá muchos, no les quede otro camino que el de buscar ayudas, apoyos, incluso vivir de la buena voluntad de los que acogen. Sin embargo, me lleno de orgullo cuando veo, ¡son muchos! los que como los protagonistas de los dos ejemplos buscan trabajar, cuidar la familia, y de insertarse en la sociedad que los acoge.

Uno va dónde puede vivir y desarrollarse porque la vocación del hombre es al desarrollo. Sin duda, muchos venezolanos dan ejemplo de ser dignos migrantes de nuestro pueblo porque tienen los mayores tesoros que podemos tener: la fe, la familia y el trabajo.

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