Enchufado o no enchufado, he allí el dilema
Lo preocupante es que el reclamo de los opinadores va dirigido hacia lo que tiene, dejando una ventana abierta que muestra deseos inalcanzados y sueños reprimidos. Una especie de “por qué el sí y yo no”
Cuando Henrique Capriles habló de enchufados no imaginó que, cómo dicen en mi pueblo, escupiría para arriba, ya que después de sus palabras se han hecho públicos los vínculos de personas de todas las corrientes políticas e ideológicas con el actual gobierno.
Al abordar el enchufe como conexión política y económica este artículo no pretende convertirse en un documento revelador de una trama corrupta ni tampoco estará al servicio para lavarle la cara a nadie, es tan solo intentar entender este fenómeno en nuestra vida contemporánea y las reacciones que levanta según la ubicación del opinador.
El enchufado es un personaje estable dentro de la política nacional -y fuera de estás tierras-, un ser simpático que asiste a reuniones y tiene “amigos” en las altas esferas de los partidos políticos y vínculos con los factores económicos. Come carne asada y bebé whisky de alto envejecimiento entre el humo de un Robusto cubano.
El enchufado es el amigo del funcionario público con toma de decisión y manejo de presupuesto, al que le ofrece sus servicios profesionales -y los de terceros- al igual que sus empresas -y las de terceros- para realizar los trabajos que se ameriten y que permitan garantizar la calidad de vida de los habitantes de un sector, zona, municipio, estado o de todo el país.
Todo político debe tener unos financistas o grupo económico que invierta en sus acciones, desde cubrir sus necesidades hasta financiar la campaña al cargo de elección por el que opte. Cuando el aspirante accede al cargo este “apoyo” será recompensado con contratos y trabajo. Las condiciones y las ganancias no son temas a tratar ahora en estas letras.
Cuando Carlos Andrés Pérez salió de la cárcel al ser condenado por la otrora Corte Suprema de Justicia por presunta “Malversación genérica” y “Peculado doloso” logré entrevistarle en una lujosa quinta al noreste de Caracas. En el amplio jardín le hice mención a lo espaciosa y refinada de la vivienda y me respondió que no era propia, sino de un amigo que se la había prestado. “Necesito un amigo así para ver si me mudo del modesto apartamento alquilado en Caricuao”, le riposte. Con astucia respondió él: “amigos frutos de años en la política”.
No sé si este amigo de Pérez fue un enchufado de su gobierno o Pérez un enchufado de su amigo una vez que quedó desempleado, el hecho es amistad y enchufe parecen toparse en algún momento del camino.
En la historia de la política contemporánea todo gobierno ha tenido sus contratistas y prestadores de servicios, o dicho en palabras de Capriles, sus enchufados. No es un fenómeno nuevo ni tampoco exclusivo a Venezuela.
Cuando escuchamos hablar de un enchufado accedemos de inmediato al estereotipo de un personaje que ostenta lujos, dinero y poder. Se le juzga, con o sin razón, sin saber la procedencia de sus riquezas, solo por tener y mostrar.
Lo preocupante es que el reclamo de los opinadores va dirigido hacia lo que tiene, dejando una ventana abierta que muestra deseos inalcanzados y sueños reprimidos. Una especie de “por qué el sí y yo no”.
Entonces, al final lo que parece molestar es la ausencia del rol de enchufado en la vida propia, la inexistencia de un contacto con firma y decisión, la no habilidad para ser amigo de un político de peso, o su jalabolas, y la perdida del pensamiento moral propio vendido a los deseos del poseer que permite el enchufe, más allá de sus implicaciones.
No justifico ni juzgo al enchufado, lo que observo es la envidia encarnizada por estar en su posición. Para corroborarlo basta analizar con atención que después de tanta rabia y algarabía siempre se va a escuchar una frase lapidaria: “es que estos tipos no reparten, todo lo quieren para ellos solos”.
Si este es su caso y no tiene contactos políticos ni económicos, párece en un lugar abierto, preferiblemente solo, y grite a viva voz “quiero ser un enchufado”. De pronto por compensación energética el universo se lo cumple.
Estudia, analiza y crea.
Leonardo Zurita
Comunicador Social UCV
@leozuritav
leozurita.ve@gmail.com
Al abordar el enchufe como conexión política y económica este artículo no pretende convertirse en un documento revelador de una trama corrupta ni tampoco estará al servicio para lavarle la cara a nadie, es tan solo intentar entender este fenómeno en nuestra vida contemporánea y las reacciones que levanta según la ubicación del opinador.
El enchufado es un personaje estable dentro de la política nacional -y fuera de estás tierras-, un ser simpático que asiste a reuniones y tiene “amigos” en las altas esferas de los partidos políticos y vínculos con los factores económicos. Come carne asada y bebé whisky de alto envejecimiento entre el humo de un Robusto cubano.
El enchufado es el amigo del funcionario público con toma de decisión y manejo de presupuesto, al que le ofrece sus servicios profesionales -y los de terceros- al igual que sus empresas -y las de terceros- para realizar los trabajos que se ameriten y que permitan garantizar la calidad de vida de los habitantes de un sector, zona, municipio, estado o de todo el país.
Todo político debe tener unos financistas o grupo económico que invierta en sus acciones, desde cubrir sus necesidades hasta financiar la campaña al cargo de elección por el que opte. Cuando el aspirante accede al cargo este “apoyo” será recompensado con contratos y trabajo. Las condiciones y las ganancias no son temas a tratar ahora en estas letras.
Cuando Carlos Andrés Pérez salió de la cárcel al ser condenado por la otrora Corte Suprema de Justicia por presunta “Malversación genérica” y “Peculado doloso” logré entrevistarle en una lujosa quinta al noreste de Caracas. En el amplio jardín le hice mención a lo espaciosa y refinada de la vivienda y me respondió que no era propia, sino de un amigo que se la había prestado. “Necesito un amigo así para ver si me mudo del modesto apartamento alquilado en Caricuao”, le riposte. Con astucia respondió él: “amigos frutos de años en la política”.
No sé si este amigo de Pérez fue un enchufado de su gobierno o Pérez un enchufado de su amigo una vez que quedó desempleado, el hecho es amistad y enchufe parecen toparse en algún momento del camino.
En la historia de la política contemporánea todo gobierno ha tenido sus contratistas y prestadores de servicios, o dicho en palabras de Capriles, sus enchufados. No es un fenómeno nuevo ni tampoco exclusivo a Venezuela.
Cuando escuchamos hablar de un enchufado accedemos de inmediato al estereotipo de un personaje que ostenta lujos, dinero y poder. Se le juzga, con o sin razón, sin saber la procedencia de sus riquezas, solo por tener y mostrar.
Lo preocupante es que el reclamo de los opinadores va dirigido hacia lo que tiene, dejando una ventana abierta que muestra deseos inalcanzados y sueños reprimidos. Una especie de “por qué el sí y yo no”.
Entonces, al final lo que parece molestar es la ausencia del rol de enchufado en la vida propia, la inexistencia de un contacto con firma y decisión, la no habilidad para ser amigo de un político de peso, o su jalabolas, y la perdida del pensamiento moral propio vendido a los deseos del poseer que permite el enchufe, más allá de sus implicaciones.
No justifico ni juzgo al enchufado, lo que observo es la envidia encarnizada por estar en su posición. Para corroborarlo basta analizar con atención que después de tanta rabia y algarabía siempre se va a escuchar una frase lapidaria: “es que estos tipos no reparten, todo lo quieren para ellos solos”.
Si este es su caso y no tiene contactos políticos ni económicos, párece en un lugar abierto, preferiblemente solo, y grite a viva voz “quiero ser un enchufado”. De pronto por compensación energética el universo se lo cumple.
Estudia, analiza y crea.
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