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El andaluz que se volvió criollo

PEDRO E. PIÑATE B. No existían vacunos, ovinos, caprinos, porcinos, ni équidos en la América prehispánica. El ganado vacuno traído por los españoles desde la Península Ibérica, era del típico andaluz

  • PEDRO E. PIÑATE B.

28/06/2018 05:00 am

No existían vacunos, ovinos, caprinos, porcinos, ni équidos en la América prehispánica. El ganado vacuno traído por los españoles desde la Península Ibérica, era del típico andaluz de la especie Bos taurus, de alzada mediana, con pelajes rojo, pardo rojizo, negro, pinto o sardo, compuesto por animales de seis razas: la Retinta y la Rubia de Andalucía; la Andaluza Negra de la que desciende por selección de bravura el ganado de lidia que hoy conocemos; la Pirenaica y la Tudanca; y una sexta raza resultado de la fusión de dos razas no muy bien definidas, la Cárdena Andaluza y la Berrenda. 

Este ganado introducido habría de adaptarse a las condiciones del Llano y sus dos épocas: de sequía o verano y de lluvias o invierno con inundaciones, de más o menos seis meses cada una, determinantes de la menor o mayor oferta de forrajes y agua. Dejado a la cría libre en las sabanas, de él se desarrollaría el ganado Criollo bajo un régimen de selección casi natural, de sobrevivencia de los más aptos, en que se mantenía, mostrando los animales resultantes una extraordinaria rusticidad y resistencia al medio, las plagas y enfermedades. De allí que en la inmensidad de la sabana, el ganado “alzado” o “cimarrón” fuese bastante común. 

El ganado proveía carne y cuero, y se convertían mediante la capadura los toros bravos en mansos bueyes para tirar carretas o arados, mientras en época de pariciones, se organizaba el ordeño y la quesera. El manejo de los animales era absolutamente extractivo, realizándose las “vaquerías” a la “entrada” o “salida de aguas”, reuniéndose para el trabajo los distintos propietarios y sus llaneros, con sus respectivas “remontas”, para ejecutar el “peinado” de las sabanas para la recolección de los ganados en diferentes “madrinas” dispuestas al “arreo’’ hacia los corrales hechos de improvisada palma llanera (Copernicia tectorum) o más elaborados, de “palo a pique” con puertas de “talanquera” y el siempre obligado “botalón” de grueso corazón de madera, procediendo entonces al aparte de las reses pa’ cuchillo de la que resultarían los preciados cueros y “salones”; estableciendo la propiedad del ganado mediante “herraje” al fuego y “señales” en las orejas; y realizando la “capada” o castración a cuchillo; el “destete” de las crías; el “destoconado” de puntiagudos cuernos. 

ppinate@gmail.com
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