Yo hubiera preferido al viejo loco, pero me da la impresión de que en la recta final corrió para perder. Se fue del país ¡a Miami!, hizo una fiesta escandalosa en una lancha de lujo (y evidentemente la filtró a los medios), y finalmente, después de mucho coqueteo, se negó inexcusablemente a realizar un debate con su oponente. Si alguien tuvo alguna duda, ahora resultaba evidente que a don Rodolfo la majestad presidencial le quedaba un poco grande.

Para el régimen venezolano el de Petro es un gran triunfo porque -si bien es cierto que también Hernández iba reanudar relaciones- es evidente que la diplomacia colombiana va a proteger las esperpénticas posiciones del chavismo en el plano internacional. Sin embargo, vaticinar que en Colombia ocurrirá lo misma tragedia histórica que en Venezuela, no parece acertado.

De hecho, Nicaragua y Venezuela son experiencias únicas en Latinoamérica. En los demás países democráticos donde ha ganado algún partido socialista, comunistoide y hasta chavistoide, las instituciones y demás fuerzas políticas han logrado impedir que se adueñen de todas las instancias del poder.

Perú, por ejemplo, ya ha tendido 2 presidentes chavistas. Primero Humala, cuya presidencia fue bastante buena (durante su administración ni nos enterábamos de ese país, ¡gran señal!) y ahora el sindicalero, quien se ha visto obligado a cambiar 3 veces de gabinete, porque las fuerzas democráticas le corrigen cada uno de sus desaciertos.

Es decir, para los venezolanos que tenemos la cada vez más lejana esperanza de ver la luz al final del túnel, la elección de Petro nos sienta fatal. Pero para los colombianos puede ser interesante el experimento, si las demás instituciones democráticas son capaces de anular los intentos de chavificación que, sin duda, intentará su flamante presidente. Amanecerá y veremos.

Lo que no parece probable es que allá se cumpla la sabia profecía de Luis Herrera: “A ponerse las alpargatas, que lo que viene es joropo”.

@JorgeSayegh