El último episodio conocido es el del Boeing 747 que aterrizó en Ezeiza para entregar un cargamento de autopartes de México, tripulado por 5 iraníes y 14 venezolanos. Al parecer, la propiedad es de la venezolana Emtrasur Cargo, pero según medios, el seguro está a nombre de la iraní Mahan Air, sancionada por EEUU debido a que, bajo cobertura civil, contrabandeó material bélico. Se ha confirmado que el capitán del avión, Gholamreza Ghasemi, pertenece a la Fuerza Quds, encargada de operaciones no convencionales en el exterior y responde al ayatola Jameneí. Aún no está clara la identidad del copiloto, quien se identificó como Mohammad Khosraviragh, pero podría ser Mohammad Khosrviragh, un agente iraní, enlace principal en el sur de nuestra región continental.

Al mismo tiempo, el gobierno de Israel hizo un llamado a sus ciudadanos a no viajar a Turquía “ante el peligro real e inmediato de ser secuestrados o asesinados por atacantes de Irán”. Yair Lapid señaló: “hubo una serie de intentos de terroristas iraníes contra israelíes en Estambul”. Un grupo de élite conocido como Unidad 840 estaría encargada de secuestros y asesinatos de israelíes e incluso de judíos en todo el mundo. Los servicios de inteligencia turcos e israelíes trabajaron en conjunto, lograron desbaratar una sucesión de atentados. Trascendió que fueron frustradas unas 4 embestidas y el gobierno turco informó el arresto de 10 militantes de una célula iraní.

 
Ante las amenazas, resulta preocupante que persiste el misterio de los verdaderos motivos del viaje de dicho avión por el sur de América Latina, no siendo un aparato de carga y no es rentable la fútil excusa de las autopartes. Por ello, se han despertado las alarmas y se establecen relaciones con los dos grandes ataques terroristas de los 90, planificados por el régimen de los ayatolas y cometidos por su brazo ejecutor, Hezbollah, especialmente motivados a que en tales escenarios no ha habido costos para sus perpetradores.

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