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La diplomacia y el constructivismo social

Precisamente es evidente como ha supuesto una redimensión del campo internacional, la aparición de nuevos actores en la sociedad internacional, como las ONG

  • DYLAN J. PEREIRA

25/06/2022 05:01 am

Un documento interesante para analizar el escenario actual es la obra de la profesora Mónica Salomón titulada “La teoría de las relaciones internacionales en los albores del siglo XXI” pues si bien fue publicada en el 2002 aporta una reflexión analítica coherente y vigente. Sobre el constructivismo, resulta acertada la visión de Salomón (2002) sobre el rótulo “constructivismo” (o “constructivismo social”) que se usa en una medida cada vez mayor para identificar una corriente que parece diferenciarse cada vez más del resto de los reflectivismos. En efecto, como sostiene Tah Ayala (2018), “El constructivismo sostiene que, si bien el mundo -o el medio- influye en el comportamiento de los actores, también la interacción de los actores puede llegar a transformar el entorno en el que se desenvuelven (Bravo y Sigala, 2014: 439). Plantea que la sociedad no es estática, sino dinámica, pues gracias a las constantes interacciones sociales es posible transformar el medio, del mismo modo como el medio transforma a las sociedades en su interior. La sociedad internacional puede mantener una sola visión de sí misma, pero no será una visión igual a la que tenía décadas atrás, porque, como sostiene el constructivismo, las sociedades están en constante cambio, al mismo tiempo que mantienen relaciones directas o indirectas con otras sociedades.”

Este planteamiento acompaña la visión del reconocido politólogo estadounidense Alexander Wendt, investigador central del constructivismo social en el campo de las Relaciones Internacionales, quien presentó el constructivismo como una perspectiva capaz de contribuir al diálogo neorrealismo-neoliberalismo -reforzando los argumentos neoliberales- y a la vez capaz de acercar las posiciones reflectivistas a las racionalistas.

Quisiéramos destacar con mayor profundidad que Salomón (2002) el aporte de Anthony Giddens y su “teoría de la estructuración”. Para Giddens, hay buenas y objetivas razones para pensar que vivimos un periodo crucial de transición histórica. Además, los cambios que nos afectan no se reducen a una zona concreta del globo, sino que se extienden prácticamente a todas partes. Nuestra época de la cultura industrial occidental fue forjada por la Ilustración. Los filósofos ilustrados pensaban que cuanto más capaces seamos de comprender racionalmente el mundo y a nosotros mismos, mejor podremos manejar la historia para nuestros propósitos. Marx expresó el concepto con mucha sencillez. Hemos de entender la historia, explicaba, para poder hacer historia; para el marxismo, con el desarrollo ulterior de la ciencia y la tecnología el mundo llegaría más estable y ordenado, ideas aceptadas por personajes como Weber. Pero hoy, el mundo en lugar de estar cada vez más bajo nuestro control parece un mundo desbocado. Es más, algunas de las tendencias que se suponía harían la vida más segura y predecible para nosotros, incluido el progreso de la ciencia y la tecnología, tienen a menudo el efecto contrario, como el cambio climático global. Nos enfrentamos a situaciones de riesgo que nadie en la historia ha tenido que afrontar y que están ligados a la globalización como es el caso de la amenaza latente de un Armagedón Nuclear, la globalización tiene, sin embargo, diversas dimensiones.

Introduce otras formas de riesgo e incertidumbre, especialmente las relativas a la economía electrónica globalizada; la adopción activa de riesgos económicos y empresariales es la fuerza motriz de la economía globalizada. La globalización está reestructurando nuestros modos de vivir, y de forma muy profunda. La globalización influye en la vida diaria tanto como los acontecimientos que se suceden a escala mundial, como el reclamo de los derechos de la mujer. La familia tradicional o la religión experimentan grandes transformaciones. Para el autor, el campo de batalla del siglo XXI enfrentará al fundamentalismo con la tolerancia cosmopolita. Los cosmopolitas aceptan y abrazan esta complejidad cultural. Los fundamentalistas la encuentran perturbadora y peligrosa. Podemos confiar legítimamente en que triunfe una actitud cosmopolita. La globalización está también detrás de la expansión de la democracia. Sin embargo, tenemos que seguir democratizando las instituciones existentes y hacerlo de forma que respondan a las demandas de la era global.

“Un último grupo de estudios constructivistas que cabe destacar son los relacionados con el papel de los individuos en la difusión de las normas por parte de las instituciones. El concepto de “emprendedor moral” (moral entrepreneur) se ha usado para explicar por qué determinada norma surge en un momento dado. Los emprendedores morales son individuos comprometidos que se encuentran en el momento y lugar adecuado y consiguen transmitir sus creencias a estructuras sociales más amplias (Florini, 1996; Finnemore, 1996).” (Salomón, 2002, p.43). Este proceso es factible verlo realizado en procesos como la socialización política, las campañas comunicacionales de fundaciones y movimientos por los DDHH, y especialmente en las instituciones académicas, donde es tangible este efecto multiplicados de conocimientos y valores.

Precisamente es evidente como ha supuesto una redimensión del campo internacional, la aparición de nuevos actores en la sociedad internacional, como las ONG, que han enriquecido este planteamiento y su capacidad de intervención en la agenda pública global reivindicando derechos y fortaleciendo la necesaria voz de la sociedad civil en la política global.

Dylanjpereira01@gmail.com
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