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Rusia-Ucrania: el fracaso de los imperios

Se debe advertir sobre el espectro de la ruso fobia, donde se ha incrementado el odio y la indiferencia a todo lo que es ruso, alimentando el desconocimiento sobre la historia rusa y soviética y confundiendo voluntaria o involuntariamente los sentimientos

  • JULIO CÉSAR PINEDA

19/05/2022 05:05 am

La más importante lección para las potencias que pretenden imponer sus proyectos imperiales, ha sido la imposibilidad de aplicar por la fuerza sus modelos políticos y culturales. Rusia no podrá a pesar de su poderío militar anexarse y hacer desaparecer la conciencia del pueblo ucraniano, su territorio, su población y su cultura. Washington y Moscú durante la era bipolar y después del reparto de las áreas de influencia para el Comunismo y Capitalismo, no pudieron violentar las soberanías nacionales de muchos estados, como ocurrió con Rusia en los levantamientos e invasiones, tanto en las Repúblicas Soviéticas, como en otros escenarios. Así fue el caso de Afganistán, luego después de diez años tuvieron que salir derrotados. Igualmente, el fracaso de la política de Estados Unidos con sus diferentes intervenciones militares en América Latina y en otros escenarios como el de Vietnam y el propio Afganistán. Hoy los pueblos que tuvieron bajo el comunismo han preferido optar por la democracia y la paz y apenas quedan tres Repúblicas de la antigua Unión Soviética que aun admiran con simpática a Moscú y siguen sus lineamientos. Con respecto a Washington, tanto los republicanos como los demócratas han afirmado su voluntad de volver a sus fronteras e implicarse menos en conflictos de sus periferias. Hoy en América Latina como en el tercer mundo los gobiernos de izquierda o derecha buscan ubicarse en el centro de la política nacional e internacional y no caer en el viejo dilema de alinearse con Moscú o con Washington, tratando de mantener buenas relaciones con todos los actores del sistema mundial, incluyendo más allá de Rusia y Estados Unidos a China y la Unión Europea.

Para el presidente Putin, fue una apuesta arriesgada lo que él ha denominado una operación militar especial, la cual ha sido calificada no solo por Ucrania sino por el mundo como agresión militar con inmensos daños a las infraestructuras de un país y a sus ciudadanos; con delitos que de acuerdo con la Corte Penal Internacional, pueden ser calificados como crímenes de guerra, señalados en los Convenios de Ginebra en 1949 y en el artículo 5 y 8 del Estatuto de Roma. En todas las instancias las diferentes votaciones han dejado sola a Rusia. Lo soldados rusos están muriendo en una guerra absurda y la población rusa sufre las consecuencias de los embargos internacionales. Se ha producido la mayor crisis migratoria en Europa, con los 7 millones de ucranianos que han tenido que buscar refugio en otros países.
 
Por ahora en esta guerra solo se han utilizado armas convencionales, pero la escalada del conflicto, y así lo han manifestado las cinco potencias atómicas, podría llegarse al empleo de bombas nucleares y ojivas radioactivas. También es una guerra en el espacio virtual y cibernético, además de la intensidad del conflicto en los medios de comunicación. Si el presidente Putin llega hasta el final, será la destrucción material y humana del pueblo ucraniano y su extensión a otras Repúblicas de la URSS pero si retrocede o se retira puede estar en juego su destino político como le paso a Nikita Kruschev en 1964, cuando la alta dirección política de Rusia lo obligó a retirarse del poder y sustituirlo por Leonid Brezhnev. Pero el coletazo de esta Guerra seguirá incidiendo en la política, en la economía y en la diplomacia del todo el planeta, profundizando los daños causados por el Covid-19, cuyo virus sigue presente en diferentes modalidades de su evolución y complicando el colapso climático con el calentamiento global.

Cualquier observador puede constatar lo trágico e injustificado de esta decisión del gobierno ruso, al margen de la Ética y del Derecho Internacional. La paz europea había estado presente en el continente durante 77 años con la terrible situación que vivió la región por el autoritarismo dictatorial y racista de Adolfo Hitler. Esa guerra advirtió sobre el peligro de la doctrina del Espacio Vital y la protección de los alemanes fuera de sus fronteras. Se ha demostrado igualmente la unidad inquebrantable de los 27 países de la Unión Europea y su relación estrecha con Estados Unidos, Canadá y Turquía. Los Estados que como Finlandia con 200 años de una política exterior neutral ahora junto con Suecia han solicitado integrarse a la OTAN, acercando a la frontera Rusia con sus 1340km de extensión. El Patriarcado ruso ha cometido el error de bendecir las fuerzas militares, cuando la iglesia ortodoxa de Kiev y los católicos ucranianos, lo que han hecho es llamar al dialogo y la negociación. El propio Papa Francisco estaba dispuesto a ir Moscú y Kiev como lo hizo el primer Ministro de Israel Naftali Bennett, quien violando la prohibición del shabat, tomó un avión y se fue el pasado 5 de marzo a Moscú y durante tres horas converso con Putin y posteriormente con el presidente Zelenski.
 
Se debe advertir sobre el espectro de la ruso fobia, donde se ha incrementado el odio y la indiferencia a todo lo que es ruso, alimentando el desconocimiento sobre la historia rusa y soviética y confundiendo voluntaria o involuntariamente, los sentimientos del pueblo ruso y su cultura con la ideología y el sistema actual del gobierno.
 
La Naciones y el Estado permanecen, los gobiernos se suceden y cambian los proyectos políticos. No se puede llamar a sancionar o boicotear a los artistas, los científicos, a las instituciones culturales y a las universidades de Rusia; las sanciones impuestas por otros países más que perjudicar al gobierno perjudican al pueblo.
 
Es tiempo de poner fin a esta guerra, de volver al espíritu de las Cartas de las Naciones Unidas, cuyo artículo 33 obliga a los Estados a la Solución Pacifica de las Controversias Internacionales.
 
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