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Lleno de dudas

Quien indaga debe dudar de todo y hasta de sí mismo. La duda de la duda, me gusta afirmar, porque es la única postura que nos posibilita atisbar más allá de nuestra realidad sin las sujeciones propias del ego y la vanidad...

  • RICARDO GIL OTAIZA

19/05/2022 05:03 am

A propósito del escritor español JJ Benítez, autor de la exitosa saga Caballo de Troya (que revolucionó muchos de los episodios contados en el Nuevo Testamento), encuentro que sigue ejerciendo un poderoso influjo en los medios de diversos países, por ser un reconocido experto en el fenómeno Ovni. En este sentido, escuché recientemente una entrevista que le hizo un periodista de una emisora colombiana, en el contexto de una feria del libro, en la que de entrada le solicitó que se autodefiniera. El connotado y controvertido personaje, que lleva años sin bajarse de las listas de los autores más vendidos en lengua española, y quien recientemente recibió el duro impacto de la pérdida de su esposa, sin mucho pensarlo respondió contundente: “Un ser humano lleno de dudas”. Por supuesto, aquella respuesta me dejó desconcertado.

Mi desconcierto tiene una explicación si se quiere “lógica”, ya que provengo del medio académico, en el que prevalece una inusitada arrogancia al creernos (muchos de nosotros) dueños de la verdad. Tal vez sea el dominio del método científico lo que nos lleva a esa impostura, ya que permite la replicabilidad de todo aquello que postulamos y afirmamos, y eso nos hace sentir demiurgos, dueños y creadores de un mundo de relaciones, oteadores indiscutibles de nuevos horizontes, y todo esto nos infla el ego y nos empuja además a la ridiculez de atrevernos a mirar por encima del hombro a quienes no tienen acceso a nuestros claustros, y a nuestras disquisiciones de carácter científico y filosófico.

No es por tanto usual escuchar en el contexto universitario declaraciones del tipo “soy un ser lleno de dudas”. Y debería serlo, porque quien investiga lleva consigo un cúmulo de dudas e interrogantes, que lo empujan a intentar desvelar desde la indagación científica, todo aquello que lo atormenta. Quien investiga camina al filo de un abismo, se mece permanentemente en el vacío, busca sortear escollos en medio de la nada y de la oscuridad. Si bien es cierto que partimos de la experiencia (el conocimiento empírico), también lo es que muchas veces aquello que observamos en nuestro entorno y en nuestra realidad, no explica del todo el cruce de variables que permiten el que un fenómeno se dé con relativa frecuencia, de allí nuestra angustia, nuestra permanente duda, que hace de nosotros seres atenazados a la ambivalencia del existir.

Quien indaga debe dudar de todo y hasta de sí mismo. La duda de la duda, me gusta afirmar, porque es la única postura que nos posibilita atisbar más allá de nuestra realidad sin las sujeciones propias del ego y la vanidad. Deslastrarnos de las posiciones anquilosadas, es abrirnos camino en medio de un espeso bosque, para adentrarnos, por ensayo y error, en los cruces de senderos, en las trochas halladas en los márgenes, en los ríos que llevan consigo las hojas caías, y que a su paso de siglos pulen las rocas hasta conferirles nuevos brillos y texturas.

JJ Benítez es periodista e investigador y, precisamente por serlo, es que expresa lo que expresa sin el temor a perder respetabilidad y autoridad en su área (que dicho sea de paso, cae a menudo en el terreno de la especulación y del engaño). El estar lleno de dudas no es, como muchos pudieran pensar, debilidad de su parte; todo lo contrario: es cotejar lo recibido con su raciocinio, así como con sus propios valores y creencias, sin dejarse obnubilar por la vanidad y la arrogancia. Su obra ya sobrepasa el medio centenar de libros, y si nos atenemos a lo expresado por el propio autor, sus escritos sobre los avistamientos no son producto de una imaginación desbordada, llevada al extremo de la fábula (que también sería válido desde lo literario, ni qué mencionarlo), sino el resultado de varias décadas de investigación realizada en los más recónditos parajes del mundo, que lo ha empujado a recorrer varias veces los distintos continentes a la caza de testimonios que consoliden o refuten sus supuestos e hipótesis.

Muchos podrían afirmar en este punto, que es relativamente sencillo estar lleno de dudas cuando el tema de investigación es acerca de fenómenos como los descritos, sin embargo, yo digo que toda actividad humana contiene en sí misma la partícula de la duda, que es la que nos empuja a intentar desvelar lo que está más allá de nuestros sentidos o de nuestras propias capacidades y talentos. Si como humanos no dudáramos, sencillamente no se hubiera podido alcanzar el grado de desarrollo tecnocientífico que ostentamos, porque viviríamos sumergidos dentro de nuestra burbuja de confort, sin preguntarnos acerca de la vida y de todos sus claroscuros.

Lúcida respuesta la de Benítez, que le impide entrar en el terreno de la especulación o de la ficción, al poner en tela de juicio todo su sistema de creencias y las asunciones del intelecto, que muchas veces son meras trampas y espejismos, en los que caemos hasta terminar hundidos en el más sórdido de los abismos. Empero, dudar no implica necesariamente descreer en lo que hallamos o percibimos, o desmeritar nuestro propio proceso de indagación, sino poner en una balanza pros y contras, luces y sombras, hasta alcanzar un grado de discernimiento y de comprensión fenoménica, que sean el fiel de la balanza de la razón. Entre aceptar, sin más, lo que hallamos, y la duda metódica, se nos abre un inmenso hiato que estamos en la obligación de explorar.

rigilo99@gmail.com
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