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Eslabones familiares vulnerables

ALFREDO YUNCOZA. Más del 50% de los adultos no realizan ningún tipo de supervisión mientras los menores de edad usan redes sociales, navegan por Internet u observan contenidos audiovisuales

  • ALFREDO YUNCOZA

18/06/2018 05:00 am

Una de las estrategias más utilizadas por los delincuentes es la de identificar a los que representan los eslabones débiles de una comunidad familiar. De hecho, en ocasiones el criminal está plenamente consciente que la seguridad de un grupo es tan fuerte como el más débil de sus componentes. Cuando es el ciudadano quien no le otorga la plena importancia a esta premisa, las posibilidades de ser víctima se multiplican. 

Ese eslabón débil no debe asociarse necesariamente a los adultos mayores, niños y jóvenes, ya que todo aquel que no implemente las medidas preventivas de seguridad generales pasa a ser el objetivo del delincuente. Por tanto, es responsabilidad de todos el mantener actitudes alineadas con objetivos previamente establecidos. Ahora bien, es innegable que por factores tales como experiencia, madurez y criterios más formados, los niños tienen mayor necesidad de ser atendidos y mantener una supervisión tal que garantice su protección. 

Las amenazas son cada vez más diversas en su naturaleza y origen, lo que obliga a que los adultos se mantengan atentos en la evolución del entorno que rodea a los menores de edad y adapten las medidas a las nuevas realidades. 

Niños y adolescentes
Especialmente en Venezuela los niños y adolescentes pasan una gran parte de su tiempo libre navegando por Internet aprovechando las alternativas de recreación que allí se ofrecen. Es una manera de compensar las limitaciones que la actual situación-país mantiene. Los adultos subestiman las amenazas que están presentes al navegar por esos espacios. Por ejemplo, se estima que un 33% de los contactos que tienen los menores de edad son desconocidos y el 90% de los padres ignora si sus hijos acceden a sitios web donde se alienta el suicidio, la bulimia o el consumo de drogas. De hecho, más del 50% de los adultos no realizan ningún tipo de supervisión mientras los menores de edad usan redes sociales, navegan por Internet u observan contenidos audiovisuales. 

Investigaciones posteriores a casos de secuestros y extorsiones han concluido, en que la información necesaria para realizar estas actividades ilícitas, han tenido como origen las múltiples fuentes que las mismas víctimas o sus relacionados más cercanos han facilitado. Compartir sin restricciones fotografías de estudiantes uniformados con el logotipo o escudo del centro de estudios, es una forma de indicar dónde se encuentran durante un amplio lapso de la semana. Comentarios sobre su ubicación en celebraciones o vacaciones, puede ser un indicativo del nivel de ingreso familiar y convertirlo en un objetivo. Visitar centros comerciales en días y horas frecuentes y no mantener bajo supervisión constante a los menores de edad, es ofrecer la oportunidad al criminal. Dejarlos solos en los vehículos, aun por breves instantes, es generar una tentación con consecuencias lamentables.

Atención y escuchados
Una realidad en América Latina es que las bandas criminales están integradas principalmente por jóvenes, a los cuales han ido captando ofreciéndoles lo que vendrían a ser beneficios y ventajas materiales. Pero, un factor común en declaraciones realizadas por esos mismos jóvenes ha sido el que han visto satisfechas sus necesidades de atención, de ser escuchados y de sentir que forman parte de una familia. Cuando un joven no tiene una sólida formación en valores, es muy sencillo ver vulnerados sus principios y ceder ante lo que se presenta como una vida fácil y emocionante. Todos estamos de acuerdo que existe una crisis de valores y éstos precisamente se enseñan y potencian en el hogar. Esto quiere decir que cada uno de los adultos en su grupo familiar tienen a la mano un recurso de primer orden para la formación de los niños y la protección de los futuros jóvenes. 

Prevención
El tomar medidas de prevención y hacer de ellas un hábito pasa por el modelaje, por la implementación permanente por parte de aquellos a quienes el niño o el joven ve como sus primeros ejemplos a seguir: padres, representantes, hermanos mayores, tíos, entre otros. No podemos intentar sembrar buenas costumbres que no están alineadas con lo que se practica. Subestimar el poder de observación de los niños es un grave error. 

Identificar las vulnerabilidades de los pequeños, supervisar sus actividades y entorno, dedicarles tiempo de calidad y asumir con franqueza la posibilidad de ser sus guías positivos, no sólo tendrá efectos inmediatos en su protección sino a largo plazo en su formación como ciudadanos de bien. Cuando esos principios se desarrollan con constancia no sólo contribuimos puertas adentro de nuestro hogar, sino que los efectos van a multiplicarse en nuestras comunidades y a hacerlas menos vulnerables al delito. 

ayuncoza@gmail.com 

Twitter: @alfredoyuncoza
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