Entusiasmo: Un don
Los entusiastas no suelen ser personas invadidas de un optimismo ciego, sino individuos que a pesar de la adversidad y reconocer el sombrío contexto, no se rinden
El secreto de la genialidad y la realización de los sueños consiste en hacer todo con entusiasmo, este permite grandes dosis de concentración, enfoque y amor. El entusiasmo es un estado de ánimo que antiguamente significaba “tener un Dios dentro de sí”, se decía que una persona entusiasta era tomada por alguien muy sabio que tenía el don de saber guiar a los demás, que poseía la fuerza y el coraje para organizar, dirigir y transformar la naturaleza del entorno que lo rodeaba y hacer que pasaran cosas buenas favorables tanto para ella misma, como para los demás. Una persona entusiasta es alguien que tiene la capacidad de vivir serena y animadamente a la vez, no se altera con facilidad, pero realiza sus actividades cotidianas con fervor y devoción, pues, aunque estas dos emociones parecen antagónicas, se complementan una a la otra, ya que, para actuar animadamente se necesita paz interior y amor incondicional por lo que se hace, lo que se convierte en entusiasmo y alegría.
Es incorrecto asociar el entusiasmo con emocionalidad momentánea, con momentos de euforia o celebración, más bien debemos asociarlo con la serena alegría de sentir a Dios en nuestro interior, un estado interno inspirador que permite hacer todo con amor, disfrutar cada instante y actividad que se realiza, con vivir en el momento presente, sin temores futuros, ni rencores pasados. El entusiasmo puede entenderse como una especie de motor que impulsa el comportamiento humano, nos mueve a realizar las labores cotidianas con esmero y actitud positiva, ya que, la persona se siente inspirada y esto le permite aumentar sus esfuerzos, concentración y dedicación a la actividad que lo entusiasma.
El entusiasmo se asocia al bienestar y la paz interior, surge de manera natural y espontánea, sin necesidad de un motivo específico, permite al ser humano sentir la sensación de agrado natural, de conexión con su naturaleza más íntima, con su propia divinidad, precisamente porque la persona entusiasta es la guiada por la fuerza de Dios en su interior. Esta persona tiene la habilidad de afrontar el día a día con serenidad y una fuerza interior que parece sobrenatural, porque proviene de la conexión con su Dios interno, que lo mantiene elevado a una frecuencia de amor y alegría, y con una actitud positiva frente a cualquier situación de la vida. El entusiasmo también se considera una de las emociones más positivas, porque está relacionada por un lado con la sensación de plenitud y agrado, y en segundo lugar produce un incentivo o interés innato para llevar a cabo cualquier tarea de la mejor manera posible. El entusiasmo hace posible la prestación de un servicio con amor, dando siempre lo mejor en cada momento sin colocar ninguna restricción.
La vida adquiere sentido cuándo estás dispuesto a llenarla de entusiasmo. Aquel que siente que es imposible vivir entusiasmado en los momentos en los cuales enfrenta situaciones difíciles e incluso hasta dolorosas, tendrá mucha dificultad para salir de ellas o superarlas, puesto que, se siente desconectado de su divinidad interna y el motor que impulsa la vida está apagado. Quien espera que las cosas vayan bien para sentirse entusiasmado, está bastante equivocado, ya que nunca encontrará razones suficientes que lo entusiasmen. No son las cosas que “fluyen como quieres” las que te entusiasman, es el entusiasmo el que hace que las cosas “fluyan bien”. La falta de entusiasmo produce ansiedad y cansancio o malestar que afecta a las personas y por lo general se encuentra asociada a estilos de vida agitados, llenos de estrés, conflictivos y desordenados que impiden el entusiasmo, bloquean la paz interior y afectan la salud tanto física como emocional.
El entusiasmo lo sienten las personas que creen en sí mismos, que saben que tienen la fuerza y el poder para transformarse y transformar su entorno, que controlan cualquier tipo de negatividad, escepticismo e incredulidad y viven llenos de fe en la vida, convencidos de que la vida es una gran obra de arte que ellos mismos crean. Las personas con alto grado de inteligencia emocional prestan atención a sus emociones, las personas que desarrollan este tipo de inteligencia analizan sus emociones y las escuchan, no solo se limitan a sentirlas.
Conocen sus sentimientos y no los reprimen, estas personas son auténticas y sinceras, ya que expresan sus sentimientos de forma clara. Analizan sus proyectos y metas, no viven en un sueño constante, sino que saben razonar sobre lo que sienten y si algún objetivo puede ser alcanzado o no. Tienen un balance constante en sus acciones: saben que todo tiene su lado bueno o malo, por lo que dirigen su atención a las cosas que pueden solucionar o que pueden ser de utilidad para ellos mismos. No toman nada personal, cuando una persona los altera o algo en su entorno no sale como lo tenían planeado, analizan qué pudieron haber hecho mal y qué cosas mejorar a futuro. No se concentran en algo que no pueden controlar.
Son autocríticos con sus acciones: las emociones no los controlan, ellos controlan lo que deciden hacer con ciertas emociones y reconocen cuando algo se les fue de las manos. Se fijan en las emociones de otras personas: intentan ser siempre empáticos con sus semejantes para saber cómo expresan sus emociones. Así, se relacionan mejor con los demás. Conocen siempre personas nuevas, pero se concentran en aquellos con los que tienen una conexión. A través de otras personas, conocen diferentes puntos de vista y comparten más con aquellos que son compatibles con la suya. No pierden tiempo en relaciones tóxicas ahorrándose así una incomodidad innecesaria.
En fin, el entusiasmo más que un estado de ánimo o una cualidad del ser, es un estilo de vida en sí mismo. Los entusiastas no suelen ser personas invadidas de un optimismo ciego, sino individuos que a pesar de la adversidad y reconocer el sombrío contexto, no se rinden y logran desarrollar los mecanismos para salir adelante porque comprenden que el camino que conduce a la felicidad pasa por apasionarse por lo que se hace, por lo que se crea, por lo que se aprende, por lo que se comparte y en general por el aprovechamiento de todas esas oportunidades de transformación que ofrece lo cotidiano para enfrentar los problemas tanto propios como de aquellos que aquejan a nuestro entorno, es por lo tanto, un modo de ver la vida que viene acompañado fundamentalmente de la fe y la esperanza de que siempre se cuenta con la fuerza para mejorar la realidad.
@el54r
Es incorrecto asociar el entusiasmo con emocionalidad momentánea, con momentos de euforia o celebración, más bien debemos asociarlo con la serena alegría de sentir a Dios en nuestro interior, un estado interno inspirador que permite hacer todo con amor, disfrutar cada instante y actividad que se realiza, con vivir en el momento presente, sin temores futuros, ni rencores pasados. El entusiasmo puede entenderse como una especie de motor que impulsa el comportamiento humano, nos mueve a realizar las labores cotidianas con esmero y actitud positiva, ya que, la persona se siente inspirada y esto le permite aumentar sus esfuerzos, concentración y dedicación a la actividad que lo entusiasma.
El entusiasmo se asocia al bienestar y la paz interior, surge de manera natural y espontánea, sin necesidad de un motivo específico, permite al ser humano sentir la sensación de agrado natural, de conexión con su naturaleza más íntima, con su propia divinidad, precisamente porque la persona entusiasta es la guiada por la fuerza de Dios en su interior. Esta persona tiene la habilidad de afrontar el día a día con serenidad y una fuerza interior que parece sobrenatural, porque proviene de la conexión con su Dios interno, que lo mantiene elevado a una frecuencia de amor y alegría, y con una actitud positiva frente a cualquier situación de la vida. El entusiasmo también se considera una de las emociones más positivas, porque está relacionada por un lado con la sensación de plenitud y agrado, y en segundo lugar produce un incentivo o interés innato para llevar a cabo cualquier tarea de la mejor manera posible. El entusiasmo hace posible la prestación de un servicio con amor, dando siempre lo mejor en cada momento sin colocar ninguna restricción.
La vida adquiere sentido cuándo estás dispuesto a llenarla de entusiasmo. Aquel que siente que es imposible vivir entusiasmado en los momentos en los cuales enfrenta situaciones difíciles e incluso hasta dolorosas, tendrá mucha dificultad para salir de ellas o superarlas, puesto que, se siente desconectado de su divinidad interna y el motor que impulsa la vida está apagado. Quien espera que las cosas vayan bien para sentirse entusiasmado, está bastante equivocado, ya que nunca encontrará razones suficientes que lo entusiasmen. No son las cosas que “fluyen como quieres” las que te entusiasman, es el entusiasmo el que hace que las cosas “fluyan bien”. La falta de entusiasmo produce ansiedad y cansancio o malestar que afecta a las personas y por lo general se encuentra asociada a estilos de vida agitados, llenos de estrés, conflictivos y desordenados que impiden el entusiasmo, bloquean la paz interior y afectan la salud tanto física como emocional.
El entusiasmo lo sienten las personas que creen en sí mismos, que saben que tienen la fuerza y el poder para transformarse y transformar su entorno, que controlan cualquier tipo de negatividad, escepticismo e incredulidad y viven llenos de fe en la vida, convencidos de que la vida es una gran obra de arte que ellos mismos crean. Las personas con alto grado de inteligencia emocional prestan atención a sus emociones, las personas que desarrollan este tipo de inteligencia analizan sus emociones y las escuchan, no solo se limitan a sentirlas.
Conocen sus sentimientos y no los reprimen, estas personas son auténticas y sinceras, ya que expresan sus sentimientos de forma clara. Analizan sus proyectos y metas, no viven en un sueño constante, sino que saben razonar sobre lo que sienten y si algún objetivo puede ser alcanzado o no. Tienen un balance constante en sus acciones: saben que todo tiene su lado bueno o malo, por lo que dirigen su atención a las cosas que pueden solucionar o que pueden ser de utilidad para ellos mismos. No toman nada personal, cuando una persona los altera o algo en su entorno no sale como lo tenían planeado, analizan qué pudieron haber hecho mal y qué cosas mejorar a futuro. No se concentran en algo que no pueden controlar.
Son autocríticos con sus acciones: las emociones no los controlan, ellos controlan lo que deciden hacer con ciertas emociones y reconocen cuando algo se les fue de las manos. Se fijan en las emociones de otras personas: intentan ser siempre empáticos con sus semejantes para saber cómo expresan sus emociones. Así, se relacionan mejor con los demás. Conocen siempre personas nuevas, pero se concentran en aquellos con los que tienen una conexión. A través de otras personas, conocen diferentes puntos de vista y comparten más con aquellos que son compatibles con la suya. No pierden tiempo en relaciones tóxicas ahorrándose así una incomodidad innecesaria.
En fin, el entusiasmo más que un estado de ánimo o una cualidad del ser, es un estilo de vida en sí mismo. Los entusiastas no suelen ser personas invadidas de un optimismo ciego, sino individuos que a pesar de la adversidad y reconocer el sombrío contexto, no se rinden y logran desarrollar los mecanismos para salir adelante porque comprenden que el camino que conduce a la felicidad pasa por apasionarse por lo que se hace, por lo que se crea, por lo que se aprende, por lo que se comparte y en general por el aprovechamiento de todas esas oportunidades de transformación que ofrece lo cotidiano para enfrentar los problemas tanto propios como de aquellos que aquejan a nuestro entorno, es por lo tanto, un modo de ver la vida que viene acompañado fundamentalmente de la fe y la esperanza de que siempre se cuenta con la fuerza para mejorar la realidad.
@el54r
Siguenos en
Telegram,
Instagram,
Facebook y
Twitter
para recibir en directo todas nuestras actualizaciones