Celos, amigo de la envidia
Somos tan originales, que hasta alguien que debería ser admirado por lo que nos dio, es odiado
Si las personas supieran que las palabras equivocadas destruyen sueños, relaciones, autoestimas, tendrían un filtro en la garganta ya que la miseria de espíritu de algunos es tal que ni siquiera en los momentos de alegría pueden dejar de destilar veneno. Desgraciadamente, en las redes sociales no escriben solo los que son inteligentes y tienen algo que proponer, sino también los tontos amargados acomplejados y malintencionados.
Por eso estamos como estamos. Porque en nuestros corazones predominan la agresividad, el odio y la estupidez. ¿Será que esto fue inculcado o estaba en nuestros corazones? La generalidad en nuestro entorno, es la burla, el señalamiento, los insultos, el chismorreo, pero muy pocas propuestas y críticas constructivas.
Pretender no tener envidia o decir “¿envidia yo?, jamás he sentido eso” o “¿qué es eso, no puedo decir porque nunca la he experimentado”, entre otras frases de auto-engaño para no sentirnos mal con nosotros mismos o simplemente sentir que somos en un auto-juicio dentro de la categoría de “malas personas”, entonces lo que hacemos en automático es negar el sentimiento, así evitamos el juicio externo/interno y nos aferramos a nuestra tranquilidad de que nosotros “somos los buenos”, los demás no sabemos pero nosotros si y eso basta para tranquilizar nuestra consciencia.
Así somos y por los vientos que soplan nunca cambiaremos. Somos tan originales, que hasta alguien que debería ser admirado por lo que nos dio, es odiado. Todos hemos sufrido, en algún momento de nuestras vidas, los embates de un envidioso mala persona sin ponerse en nuestro zapato, que se decía ser nuestro amigo y nosotros, tan inocentes y desconfiados, caíamos como simples tontos, en sus demoníacas redes o algo así, por el estilo. Según una definición clásica de la envidia, esta nos dice que es un estado mental en el cual existe cierto dolor e infelicidad al no poseer uno lo que tiene el otro.
Sean estos bienes materiales, cualidades personales muy superior a la de uno o simplemente cualquier cosa que aquel no posea o le resulte difícil conseguir. En este proceso, tanto el envidioso como su víctima, sufren algunos síntomas neuróticos. No existe aquello de envidia "sana", porque está siempre le está marcando al envidioso la permanente y dolorosa frustración por alguna carencia.
Esa misma que nosotros poseemos y aquel no. Por lo que tarde o temprano comenzaremos a sentir en mayor o menor grado su gran hostilidad.
El envidioso es básicamente una persona totalmente insatisfecha, resentida e íntimamente siente cierto rencor para con aquellos que poseen algo (belleza, dinero, sexo, éxito, poder, libertad, amor, personalidad, experiencia, felicidad) o lo que sea. El envidioso también quiere tener todo eso, pero se encapricha al negar sus propios límites.
Por eso odia a todo y a todos y le echa la culpa de su fracaso al mundo entero menos a su propia incapacidad. Pero por, sobre todo, este no quiere mejorar su posición solo desea que al otro le vaya peor.
En realidad, la envidia es la única arma que tienen los mediocres al alcance de sus manos, Esa necesidad de “vengarse” de los que tienen mucho y él nada es lo que lo motiva a vivir. Su vida es rastrera y mezquina. Prefiere eliminar a lo que él supone que es su competencia directa, en vez de desarrollar sus propias cualidades innatas o aprender de aquel, lo que le falta. Las principales características de un envidioso, además de vivir siempre insatisfecho y ser vengativo, es el enorme deseo por constituirse en el centro de atención de todas las miradas.
Del mismo modo que lo haría un niño de tres años y no un adulto bastante inmaduro. Se auto flagela mentalmente por su falta de todo y culpa a su víctima de su infelicidad. Por lo general, el envidioso/a no es muy sutil y, por lo tanto, es bastante fácil de detectarlo, pero su consumado arte de la zalamería y las adulaciones disimulan bastante bien sus arteras intenciones. La manera que tiene el envidioso de atacar a su víctima nunca es de frente, porque el envidioso es un cobarde consumado. Lo hará siempre a sus espaldas con críticas maliciosas, murmuraciones falsas, injurias de todo tipo, chistes de un insoportable humor negro, maquillando su rivalidad, y dejando que la vulgar difamación haga bien lo suyo.
Ahora bien, aunque los celos y la envidia resulten conceptos aparentemente muy parecidos, en realidad no lo son. Y la explicación es muy simple; el envidioso quiere por sobre todas las cosas, arruinar a su víctima, a la que culpa por no dejarla sobresalir. Mientras que los celos, quieren conservar el afecto de su ocasional blanco.
El envidioso vive curioseando la vida de los demás, dice que es para ayudar, pero en realidad es todo lo contrario. Oculta todo lo que puede sobre su vida ya que se avergüenza de ella.
Ahora que ya están todos avisados y capacitados para detectar a los envidiosos, sabrán qué hacer con ellos y como sacárselos de encima antes que les envenene la vida y cuando se den cuenta de ello, ya sea tarde. Están en nuestro entorno, trabajo amigos y familia.
En fin, es cierto, los envidiosos ladran al paso del que brilla. Hermano siamés de la envidia, el odio hace yunta con la bajeza de espíritu.
@el54r
Por eso estamos como estamos. Porque en nuestros corazones predominan la agresividad, el odio y la estupidez. ¿Será que esto fue inculcado o estaba en nuestros corazones? La generalidad en nuestro entorno, es la burla, el señalamiento, los insultos, el chismorreo, pero muy pocas propuestas y críticas constructivas.
Pretender no tener envidia o decir “¿envidia yo?, jamás he sentido eso” o “¿qué es eso, no puedo decir porque nunca la he experimentado”, entre otras frases de auto-engaño para no sentirnos mal con nosotros mismos o simplemente sentir que somos en un auto-juicio dentro de la categoría de “malas personas”, entonces lo que hacemos en automático es negar el sentimiento, así evitamos el juicio externo/interno y nos aferramos a nuestra tranquilidad de que nosotros “somos los buenos”, los demás no sabemos pero nosotros si y eso basta para tranquilizar nuestra consciencia.
Así somos y por los vientos que soplan nunca cambiaremos. Somos tan originales, que hasta alguien que debería ser admirado por lo que nos dio, es odiado. Todos hemos sufrido, en algún momento de nuestras vidas, los embates de un envidioso mala persona sin ponerse en nuestro zapato, que se decía ser nuestro amigo y nosotros, tan inocentes y desconfiados, caíamos como simples tontos, en sus demoníacas redes o algo así, por el estilo. Según una definición clásica de la envidia, esta nos dice que es un estado mental en el cual existe cierto dolor e infelicidad al no poseer uno lo que tiene el otro.
Sean estos bienes materiales, cualidades personales muy superior a la de uno o simplemente cualquier cosa que aquel no posea o le resulte difícil conseguir. En este proceso, tanto el envidioso como su víctima, sufren algunos síntomas neuróticos. No existe aquello de envidia "sana", porque está siempre le está marcando al envidioso la permanente y dolorosa frustración por alguna carencia.
Esa misma que nosotros poseemos y aquel no. Por lo que tarde o temprano comenzaremos a sentir en mayor o menor grado su gran hostilidad.
El envidioso es básicamente una persona totalmente insatisfecha, resentida e íntimamente siente cierto rencor para con aquellos que poseen algo (belleza, dinero, sexo, éxito, poder, libertad, amor, personalidad, experiencia, felicidad) o lo que sea. El envidioso también quiere tener todo eso, pero se encapricha al negar sus propios límites.
Por eso odia a todo y a todos y le echa la culpa de su fracaso al mundo entero menos a su propia incapacidad. Pero por, sobre todo, este no quiere mejorar su posición solo desea que al otro le vaya peor.
En realidad, la envidia es la única arma que tienen los mediocres al alcance de sus manos, Esa necesidad de “vengarse” de los que tienen mucho y él nada es lo que lo motiva a vivir. Su vida es rastrera y mezquina. Prefiere eliminar a lo que él supone que es su competencia directa, en vez de desarrollar sus propias cualidades innatas o aprender de aquel, lo que le falta. Las principales características de un envidioso, además de vivir siempre insatisfecho y ser vengativo, es el enorme deseo por constituirse en el centro de atención de todas las miradas.
Del mismo modo que lo haría un niño de tres años y no un adulto bastante inmaduro. Se auto flagela mentalmente por su falta de todo y culpa a su víctima de su infelicidad. Por lo general, el envidioso/a no es muy sutil y, por lo tanto, es bastante fácil de detectarlo, pero su consumado arte de la zalamería y las adulaciones disimulan bastante bien sus arteras intenciones. La manera que tiene el envidioso de atacar a su víctima nunca es de frente, porque el envidioso es un cobarde consumado. Lo hará siempre a sus espaldas con críticas maliciosas, murmuraciones falsas, injurias de todo tipo, chistes de un insoportable humor negro, maquillando su rivalidad, y dejando que la vulgar difamación haga bien lo suyo.
Ahora bien, aunque los celos y la envidia resulten conceptos aparentemente muy parecidos, en realidad no lo son. Y la explicación es muy simple; el envidioso quiere por sobre todas las cosas, arruinar a su víctima, a la que culpa por no dejarla sobresalir. Mientras que los celos, quieren conservar el afecto de su ocasional blanco.
El envidioso vive curioseando la vida de los demás, dice que es para ayudar, pero en realidad es todo lo contrario. Oculta todo lo que puede sobre su vida ya que se avergüenza de ella.
Ahora que ya están todos avisados y capacitados para detectar a los envidiosos, sabrán qué hacer con ellos y como sacárselos de encima antes que les envenene la vida y cuando se den cuenta de ello, ya sea tarde. Están en nuestro entorno, trabajo amigos y familia.
En fin, es cierto, los envidiosos ladran al paso del que brilla. Hermano siamés de la envidia, el odio hace yunta con la bajeza de espíritu.
@el54r
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