El genio de Teresa Carreño
MIGUEL AZPÚRUA. A los 8 años de edad se presentó públicamente en Caracas, ofreciendo un recital que incluía una polca de su inspiración que maravilló al público presente.
Sin duda alguna escribir sobre la dama caraqueña María Teresa Gertrudis de Jesús Carreño García de Sena, es –si se quiere-un privilegio incomparable, al celebrarse hoy 101 años de su desaparición física, ocurrida en Nueva York, el 12 de junio de 1917. Teresa Carreño, sobrina nieta del gran maestro de El Libertador, don Simón (Carreño) Rodríguez; e hija del notable músico y Maestro de Capilla de la catedral de Caracas, don Manuel Antonio Carreño Muñoz y de doña Clorinda García de Sena y Toro, parienta de los músico-militares de ese mismo apellido. Teresa nació en Caracas, el 22 de diciembre de 1853, niña prodigio del piano, con y por la enseñanza de su padre don Manuel Carreño –autor del reconocido “Manual de urbanidad y buenas maneras”-, quien escribió unos 500 patrones prácticos para piano, comprendiendo significativos detalles para el aprendizaje y la ejecución, de su hija adorada. A los 8 años de edad se presentó públicamente en Caracas, ofreciendo un recital que incluía una polca de su inspiración que maravilló al público presente. Don Manuel decide trasladarse a Estados Unidos con su familia, con el fin de que Teresa desarrolle sus virtudes musicales al lado de maestros; tales como el pianista norteamericano Louis Moreau Gottchalk, quien al escucharla quedó maravillado. Residenciados en Nueva York, Teresa ofrece su primer concierto privado en el auditorio del “Irving Hall”, derivándose otro de carácter público, interpretando composiciones de los maestros austríacos Johann Hummel y Sigismond Thalberg y del propio Gottchalk, con éxito arrollador; rematando con cinco presentaciones en la Academia de Música de Brooklyn. En 1863, recibe una invitación del Presidente norteamericano Abraham Lincoln, para interpretar privadamente varios temas en la Casa Blanca con su familia y varios de sus allegados; quienes se mostraron satisfechos y entusiasmados.
En 1866 arriban al viejo continente, luego de arribar a Londres se establecen en París; donde monsieur Sebastien Erard –dueño de una sala de conciertos y de una fábrica de pianos-, se siente complacido con su presencia y la ejecución de varios recitales, conociendo allí al compositor Giácomo Rossini y al excelso pianista Franz Liszt, quien deslumbrado expresó: “Pequeña, Dios te ha dado el mayor de los dones, el de genio. Trabaja, desarrolla tu talento, mantente fiel a ti misma, y llegarás a ser una de nosotros”. Prosiguen sus triunfales presentaciones, en España; en Inglaterra se presenta ante la Princesa de Gales, conoce a Arthur Rubinstein, también a los directores Maurice Strakosch y Mapleson, con los cuales realiza giras por ciudades británicas con éxito arrobador, interpretando variadas melodías y hasta música operática. Y retorna a Estados Unidos, en Nueva York, hace presencia en la sala “Steinway”, con singular éxito acompañada del violinista Emile Sauret, con quien contrae su primer matrimonio, a los 20 años, pero realmente fue un fracaso sentimental, a pesar de haber concebido a su primera hija Emilia. Es de resaltar que su vida de casada fue inestable; su segundo esposo fue el tenor italiano Giovanni Tagliapetra, con quien formó una empresa artística, sin mayor trascendencia; y con él retornó a Venezuela en 1885, invitada por el Presidente Joaquín Crespo. Al año siguiente –por iniciativa de Guzmán Blanco-, organiza una temporada operática, sin mayor significación; siendo rechazada por la pacata sociedad feminista de Caracas, y criticada por su vida marital.
Retorna a Europa y se desempeña como pianista solista de la Orquesta Filarmónica de Berlín; luego de conocer al pianista Eugene D´Albert, se casa con él en 1892, conviviendo por 3 años. Al inicio del siglo XX, contrae su cuarto matrimonio, esta vez con quien era su cuñado, Arturo Tagliapetra; pero ya su cuerpo y su voluntad decaen, la Primera Guerra Mundial (1914-1918), afecta su vida artística. Realiza otra gira –la última-, por España, Cuba y Estados Unidos –donde no puedo cumplir una gira de 30 conciertos-, sin mayor trascendencia, la guerra colectiva, ocupaba la atención de las mayorías sin tiempo ni dedicación para el arte, la música y la cultura. Su “Himno a Bolívar”, su vals “Teresita” a su hija querida, y “Marcha fúnebre” dedicada a su desaparecida madre; evidencian sus pasiones. El 12 de junio de 1917, fallece en la “ciudad de los rascacielos”; siendo cremada, sus cenizas retornaron a su ciudad natal en 1938, antes de producirse el segundo conflicto guerrero mundial; y en diciembre de 1977 fueron inhumados –merecidamente- en el Panteón Nacional. Teresa Carreño fue la más brillante pianista del mundo; su obra como cantante, compositora y ejecutante de piano, ha trascendido sin igual. Sin petulancias ni vanaglorias insulsas, les dejo el nombre de la hija de mi sobrina Betzabé López, Julia Valentina; a quien le pronostico que muy pronto será una genial interprete vocal y ejecutante brillante de diversos instrumentos, como el piano, la flauta, el cuatro criollo y varios más.
miguelazpurua@gmail.com
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