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La Leyenda Negra de la inquisición

Otro mito que nos implantaron era que la inquisición aceptaba denuncias anónimas, cosa que no era cierta, o que era una máquina de torturas, cuando los juicios de la inquisición otorgaban más garantías procesales que los tribunales ordinarios

  • ÁLVARO MONTENEGRO FORTIQUE

31/01/2022 05:04 am

La existencia del hombre actual, en esta era de exceso de información, está repleta de ideas preconcebidas, de lugares comunes, y de puntos de referencia fáciles de recordar, que nos permiten simplificar el entendimiento del mundo y de la historia. Es comprensible que con tantos datos que nuestras mentes tienen que procesar, nos desenredemos la vida y caigamos en esa especie de trampa que significa reducir las ideas a razonamientos sencillos, para luego guardarlos en compartimientos aislados y buscarlos únicamente cuando los necesitemos.

Una de esas simplificaciones actuales, que califican a la historia con un enfoque desnivelado, es la inquisición que llevó a cabo la Iglesia Católica en Europa a partir del año 1184. Al pensar en ella, naturalmente la calificamos con nuestra visión moderna como una barbaridad, y por supuesto que pensarla en el mundo de hoy sería una atrocidad. Sin embargo, analizándola en profundidad, y sobre todo dentro del contexto en que ocurrió, nos damos cuenta de que el cuento no es tan así como nos lo narraron.

Para situarnos en la trama, desde el año 1054 cuando ocurre el Cisma de Oriente que dividió al cristianismo entre bizantino y romano, se hicieron más patentes las diferentes maneras de interpretar los evangelios y sus mensajes religiosos. A partir de allí, numerosas sectas fueron apareciendo en toda Europa. La mayoría de ellas rechazaban al mundo material y no estaban de acuerdo con ciertas prácticas de la iglesia de ese entonces, como la simonía, que era la compra de cargos eclesiásticos. Entre los grupos más célebres estuvieron los cátaros o albigenses, quienes a partir del año 1147 se organizaron en la región de Renania y se expandieron a Francia, con un clero mixto de mujeres y hombres.
 
En respuesta a ellos, la iglesia romana inició un largo proceso de defensa de la fe, que culminó con la creación del Tribunal Santo Oficio. El primer mito que nos contaron fue que ese tribunal se creó para castigar, cuando realmente fue para reconvertir. La inquisición antes de actuar decretaba un indulto general, que otorgaba el perdón a todos los que se arrepintieran de su conducta herética.
 
En España específicamente, la inquisición comenzó en el año 1478 y tuvo como misión principal combatir focos judaizantes en el arzobispado de Sevilla. Lo que querían era convertirlos al cristianismo, no matarlos. Además, el Tribunal del Santo Oficio español estaba subordinado directamente a la corona y no al Papa. El contexto europeo de ese entonces estaba plagado de guerras religiosas y muertes innecesarias. Solo en la “Matanza de San Bartolomé”, ocurrida en París el 24 de agosto de 1572, murieron tres veces más personas por motivos religiosos que en los 356 años que duró la Inquisición en España.
 
El líder protestante Guillermo de Orange, enemigo acérrimo del rey Felipe II de España, alimentó la Leyenda Negra de la Inquisición española con su libro “Apología”, publicado en diciembre de 1580. Allí casi ni se menciona a los judíos, sino a los protestantes. Sin embargo, el investigador reformista alemán Ernst Schafer calculó en 2.700 el número de protestantes perseguidos por la inquisición española entre los años 1520 y 1820, de los cuales 220 fueron procesados, y 12 quemados en la hoguera.
 
Durante el reinado de Isabel I de Inglaterra, las persecuciones a los católicos ocasionaron 1.000 muertos en un plazo de 20 años. En tres siglos y medio de inquisición española, las cifras hablan de 50.000 hasta 150.000 personas procesadas, que resultaron entre 5.000 y 10.000 muertos. En ese mismo período, los tribunales de Inglaterra sentenciaron a 264.000 personas a muerte por diferentes delitos. El historiador hispanista Henry Kamen afirma en sus investigaciones, que por cada cien sentencias de muerte decretadas en los tribunales ordinarios de Europa entre los siglos XV y XVIII, la inquisición dictaba solamente una.
 
Otro mito que nos implantaron era que la inquisición aceptaba denuncias anónimas, cosa que no era cierta, o que era una máquina de torturas, cuando los juicios de la inquisición otorgaban más garantías procesales que los tribunales ordinarios. Kamen calcula en 2% el número de casos en los cuales hubo tortura, “que no podía ocasionar daños permanentes”. En contraste, en Inglaterra era perfectamente legal en esa época descuartizar a un procesado por dañar jardines públicos, en Alemania estaba legalmente permitido sacarle los ojos a ciertos condenados, y en Francia desollar vivos a los delincuentes extremos.

Además, nos contaron que la inquisición española era una atroz cacería de brujas, a pesar de que las cifras del historiador alemán Wolfgang Behringer muestran que la persecución a hechiceras causó entre 40.000 y 60.000 víctimas en Europa, y solo 500 ejecuciones en España, Italia y Portugal.
 
La época era violenta, la vida de un hombre no valía como ahora, y las creencias nublaban el pensamiento en el mundo occidental, no únicamente en la inquisición española. Sin embargo, es más fácil seguir alimentando esa leyenda negra sin detenerse a examinar con cuidado la realidad. No se dejen engañar.


alvaromont@gmail.com
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