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Bajo una aparente normalidad

La oposición venezolana deberá buscar nuevos ingredientes para su oferta política. Para ello, sugiero observar con seriedad lo que está pasando en los pasillos del poder en Beijing, La Habana y en Moscú, claros ejemplos de esta metamorfosis

  • CARLOS A. ROMERO

30/01/2022 05:01 am

Ya es una tradición de siglos. Al comienzo de todo año, los gobiernos se llenan de promesas y repiten sin cesar que todo va estar mejor. Llama la atención que en Venezuela se perfilan fundamentalmente dos visiones sobre este nuevo amanecer, que el gobierno está decidido a implantarlas, a pesar de las dificultades que atraviesa esta “tierra de gracia”: con la ayuda de la tesis de la normalización y de un repunte de la producción petrolera y del crecimiento económico del país.

En cuanto a lo primero, la falla de los servicios públicos, la hiperinflación y la pobreza creciente se colocan como unos muros de contención frente a esas aseveraciones triunfalistas y nos detienen en el momento de creer que una sociedad puede aguantar tantas caricaturas y falsificaciones. En relación a lo segundo, el crecimiento de las exportaciones petroleras se debe más que todo a las reservas que se tenían por la acumulación de barriles que no se pudieron exportar a partir del año 2016. Este aumento no se debe entonces a una nueva y extensiva producción sino a la colocación de ese stock a través de operaciones comerciales, bien difíciles de hacerles un seguimiento eficaz.

A esto hay que advertir puntualmente que las importaciones directas den a creer que ellas pueden colocarse sin ningún límite y consecuencias. De más está decir que la concurrencia de vendedores y compradores es poco representativa. La mayoría de la población anda en la economía informal y/o la economía de beneficencia estatal, o simplemente se van al exterior.
 
No se trata de descalificar sin más las propuestas gubernamentales, sino de precisar que de algún modo el país no está normal, a pesar de los esfuerzos por ocultar tal verdad. Desde luego que está mejor que en el período 2016-2019; pero no lo está, si se compara con el período 2013-2018.
 
¿Qué es lo que quiere el régimen? Lo que busca a través de esta fórmula es fomentar un estatus-quo que le de la oportunidad de avanzar en la concreción de una estabilidad lo suficientemente sólida que no permita el renacer retador y la eventual victoria de la oposición, como la instalación masiva de la crítica social en la calle.

Esta conducta está muy relacionada con los cambios estructurales que vienen observándose en el seno del régimen. Uno esta relacionada con una transformación institucional, lo que permite pensar si el socialismo ya no es el estandarte de esta coalición que tomó el poder en Venezuela en 1999. ¿Sería aventurado decir que la nueva bandera es el modelo burocrático-autoritario?
 
La lógica central de esta fórmula es la búsqueda de una forma de corporativismo entre las élites, las limitaciones democráticas, el ahogo de la protesta popular y un papel predominante del Estado. Este modelo ya estudiado profundamente por la ciencia política en décadas pasadas, se está convirtiendo en la base ideológica del creciente movimiento iliberal en el mundo.

Si todo lo dicho fuera cierto, entonces la oposición venezolana deberá buscar nuevos ingredientes para su oferta política. Para ello, sugiero observar con seriedad lo que está pasando en los pasillos del poder en Beijing, La Habana y en Moscú, claros ejemplos de esta metamorfosis, la cual apenas se está fraguando en estos años.

romecan53@hotmail.com
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