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De Punto Fijo al “Puntofijismo”

Hay que superar esa noción del acuerdo como sinónimo de reparto y exclusión. Solo así podremos despejar las sombras del puntofijismo que nos acecha y nos inmoviliza para la acción común

  • REINALDO ROJAS

24/01/2022 05:04 am

En Venezuela, Punto Fijo no es solo el nombre de una ciudad del estado Falcón, sino un símbolo en el vocabulario político. Esta palabra encierra un significado paradójico porque a pesar de haber nacido de un acto político, con el tiempo ese significado se ha transformado en un referente de la anti-política. Es casi una mala palabra ¿Cómo ha sucedido esto?

Punto Fijo le da su nombre al pacto político firmado por tres de los cuatro partidos que participaron en lucha contra la dictadura militar encabezada por el general Marcos Pérez Jiménez. Como se sabe, el 23 de enero de 1958 cae la dictadura y entra en escena una Junta de Gobierno presidida por el Contraalmirante Wolfang Larrazábal. Los partidos que habían combatido al gobierno militar bajo la dirección de una Junta Patriótica constituida por iniciativa del PCV el 14 de junio de 1957, empiezan a organizarse para asumir el poder en elecciones que se fijan para diciembre de 1958. En aquella atmósfera de euforia y esperanzas, el país reclamaba de las fuerzas políticas unidad de acción para el restablecimiento de la democracia y para dar respuesta a las apremiantes necesidades de la población.
 
Pues bien, como finalmente no se logró la candidatura única, el 31 de octubre de 1958 se reúnen en la quinta Punto Fijo, residencia del Dr. Rafael Caldera, los líderes de AD, Copei y URD, con exclusión del PCV, para firmar un acuerdo cuyo propósito era respetar el resultado electoral y garantizar que el ganador constituyera un gobierno de unidad nacional, de “ancha base”, con un programa mínimo común, para el periodo 1959-1964.
 
Este pacto, como estrategia política, permitió la estabilización del modelo democrático en aquellos primeros años. De allí su trascendencia. Para analistas como Diego Bautista Urbaneja, el Pacto de Punto Fijo establece los dos principales marcos de acción del sistema político venezolano que va de 1958 a 1998. En primer lugar, el pacto determina quienes son los principales actores del nuevo sistema político y los partidos se asumen como los sujetos de la nueva democracia y los administradores del poder. Pero solo entre ellos, ya que uno de los actores políticos de la lucha contra la dictadura perezjimenista y el restablecimiento de la democracia, queda excluido a priori del acuerdo, como es el caso del PCV.
 
Recordemos, además, que en este modelo los partidos son los intermediarios entre el Estado y la sociedad y la democracia se ejerce a través de estas organizaciones. Efectivamente, AD, Copei y URD son los firmantes del pacto, pero lo legitiman Fedecamaras, la CTV, la Iglesia y las Fuerzas Armadas. Con ellos, el escenario social estaba completo.
 
En segundo lugar, para Urbaneja, los partidos “capturan” el Estado y desde esa posición dominante “movilizan, organizan -¿crean?– y regulan el funcionamiento de la “sociedad civil”, que es decir, al resto de la sociedad. Este modelo queda formalmente establecido en la Constitución de 1961. Hasta allí es exitoso el Pacto de Punto Fijo. Pero la sociedad sigue evolucionando y con el tiempo empieza a sentir los efectos negativos de un modelo político que surgido del consenso entre partidos e instituciones tradicionales, empieza a degenerarse.
 
Del pluripartidismo pasamos al bipartidismo y de allí al “cogollo” que es el poder real que decide por todos. La democracia pierde sentido para el pueblo que la sostiene solo con el voto. Los vaivenes del precio del petróleo en una sociedad que ha crecido bajo el subsidio de la renta petrolera y el control del partido de gobierno, ponen en jaque al sistema. Todo lo que viene de aquel acuerdo se sataniza. La culpa es del “puntofijismo”. No más acuerdos, todo pacto es “conchupancia”. Con ello, olvidamos que sin pactos y sin acuerdos no hay de democracia, no hay Estado.
 
Llegamos a 1999 y un nuevo acuerdo, en medio del conflicto, genera una Constitución, un nuevo Pacto. Pero la esencia del “puntofijismo” no se supera. El pueblo que ayer solo votaba, ahora se le participa. La intolerancia a la crítica y la tendencia a excluir al que no está de acuerdo contigo paralizan la acción política. La democracia está en entredicho, la ingobernabilidad nos acosa. Frente a estas amenazas los venezolanos debemos asumir las herramientas del acuerdo pero desde la ciudadanía, más allá del pacto que deben establecer los actores políticos por el respeto a las instituciones y a la democracia. Pactos que deben empezar por rescatar la convivencia ciudadana, desde la cuadra y el barrio hasta el país, pasando por acuerdos por la ciudad que queremos y necesitamos. Hay que superar esa noción del acuerdo como sinónimo de reparto y exclusión. Solo así podremos despejar las sombras del puntofijismo que nos acecha y nos inmoviliza para la acción común.

enfoques14@gmail.com

@reinaldorojashistoriador


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