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Otra pandemia

Sería justo el multar los yerros públicos como aquel trofeo de fútbol “Póceres de Venezuela”…

  • ALEJANDRO ANGULO FONTIVEROS

09/12/2021 05:00 am

Esa pandemia casi asola el lenguaje: la pésima ortografía escala hasta la universidad. Tal “afección” o alteración extiéndese no sólo en Venezuela sino hasta en España, donde encima de retorcer el idioma con “Madrí”. “Madríz” y “Madrích”, ha habido por ejemplo estos esperpénticos anuncios: “¿Les ha bajado el lívido a los concursantes?”; “Amaral pide que el estadio sea una hoya a presión” (La Segunda Tenerife); y en el diario El País, el más grande allá: “Doce años de exclavitud.

Así que las atrocidades lingüísticas hasta aquejan a periodistas y medios en general, que deberían dar ejemplo de un uso perfecto –o al menos aceptable– de la expresión oral y escrita porque, al igual que articulistas y columnistas (escriben con una periodicidad no mayor de quince días) se les presupone un excelente dominio de la ortografía y del léxico. Además los diarios son revisados al completo para evitar esos graves fallos en titulares, noticias y artículos.

La falta de lectura –sobre todo– y escritura ha influido muchísimo en el grave problema. Debería haber lecturas de viva voz y dictados diarios. Escribir sin faltas ortográficas refleja la personalidad y prueba una capacitación que implica serenidad y un buen orden mental, así como respeto al interlocutor. La buena ortografía es esencial para el desarrollo profesional y personal.

Empero, además de no haber cultivado el magnífico hábito de leer buenos libros, tampoco se aprende a leer en voz alta: aquí la mayoría no sabe leer. Pruebas al canto: en El Universal del 8 de agosto de 1992 se informó:

“Entre 32 países analizados estudiantes venezolanos con el más bajo rendimiento. Un estudio de la Universidad de Harvard reveló que los estudiantes venezolanos entre 9 y 14 años tuvieron un rendimiento entre los cuatro más bajos del mundo seguidos de Nigeria, Zimbabwe y Botswana (…) ‘Bajo rendimiento de estudiantes venezolanos. (…) acaba de publicar un estudio sobre las habilidades de lectura en 32 países. (…) Los resultados del estudio muestran que los estudiantes venezolanos tienen uno de los desempeños más bajos en el mundo, relativo a los restantes 31 países’. " (Subrayado mío)”. (1-13, Fernando Reimers).

El lenguaje es de gran importancia, como se demuestra en que aun personas muy disímiles, como la despampanante Gloria Trevi y el ilustre Unamuno, opinan: “El 4/1/2017, en México, Gloria Trevi causó gran revuelo y comentó que poner una u entre la q y la e cuando escribes queso es una regla creada para ‘joder niños’. Las reglas q puso algún infame!” (SIC). A la cantante mejicana redarguyó el diario español El País, con la ortografía de la Real Academia Española: “la correcta escritura, el buen uso del léxico y el dominio de las reglas gramaticales son los tres ámbitos que norman una lengua”.

Y el omnisapiente intelectual vasco, Unamuno, habló de “la equis intrusa” y de “Méjico y no México”: “Esa ‘x’ es ‘pedantesca manía’, ‘desahogo infantil’, ‘capricho pueril’, ‘americanada y disparate ortográfico a la vez’, ‘ridículo emperramiento’; y ‘afán de darle al nombre aire exótico para expresar cierto prurito de distinción e independencia y afán receloso de diferenciación’, ‘porque las mismas razones habría para escribir Guadalaxara, dixo, xefe, etc.’” (A. Rosenblat, “Buenas y malas palabras”).

Educar se basa en la escritura correcta y el adecuado uso idiomático. Los errores ortográficos y de redacción no son sólo un problema educativo sino un problema personal. La ortografía es la carta de presentación de quienes interponen escritos de toda índole: sea en papel o computarizada o en versión “digital”, una escritura con faltas de ortografía, sin puntuación adecuada y modo inidóneo, es del todo inconveniente y “desprestigia al autor”. Hay que prestar una suprema atención al lenguaje y emplearlo con propiedad: cada trazo escrito deja huellas sobre su autor…

A los profesionales se les exige muy buena redacción e idónea ortografía y máxime a los abogados o “letrados”, cuya significación es “Sabios, doctos e instruidos”. Más aún en el ejercicio de su profesión y en la respectiva terminología, para no barbarizar acerca de palabras o términos de su incumbencia.

El lenguaje jurídico –y máxime en estrados o en alegatos escritos– ha de ser correcto; claro, preciso, sólido y elegante.

En Venezuela para huír del dequeísmo (“creo de que”, “digo de que”, y un largo etcétera) se cayó en el más difundido queísmo: por ejemplo “Estoy seguro que sí”; “Me acuerdo que es así”. Es comunísimo que sean queístas los madrileños: “Me alegro que estés bien”. Y en el ámbito jurídico menudean los horrísonos “de acuerdo a la sentencia”; “eso riela en el folio 20” (rielar es vibrar o temblar); y “en base a eso”. Y en el sector bancario “reversar” (que la RAE definió como ¡vomitar!). Y por ese prurito de imitar a los estadounidenses, “accesar” y “¡Estoy tarde!”. Esta manía acarreó que ya sea de muy buen tono el craso error de no usar los debidos signos de interrogación y admiración al iniciar y concluir la frase, sino sólo al terminarla…

aaf.yorga@gmail.com
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