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Aprender a vivir con virus

Ayer era el Sida que continúa haciendo camino hiriente, ahora el Coronavirus que unido al reciente Òmicron pudiera ser más peligroso, si eso cabe, que los dos pavores anteriores...

  • RAFAEL DEL NARANCO

05/12/2021 05:07 am

La humanidad, a partir sus albores de la vida, se ha enfrentado a brutales circunstancias procedentes de variadas toxinas malévolas que han puestos a la humanidad al borde de la destrucción. La lista es espaciosa, y cada una de esas plagas o virus, han dejado muerte y desolación por doquier. Ese camino de espinos aún no ha cesado.

Se ha considerado en el presente siglo de inmensos adelantos científicos, que la raza humana había llegado a la más alta elevación para poder enfrentarse a la enfermedad cruel en sus diversos aspectos.
 
Cierto es que la ciencia hospitalaria se halla en un momento esplendoroso, no obstante, cuando surge un mal infeccioso ignoto, las desventuras surgen brutalmente, y los laboratorios emprenden una carrera sin pausa para poder paralizar a ese flamante veneno nuevo.

Aún no se ha podido controlar el Covid-19 y se va levantando como un viento tempestuoso otra ponzoña cruel, una variante que según parece tiene su origen en el sur del continente africano, y que comienza a dejar nuevamente un reguero de angustia, aprensión y duro pesimismo.

Cuando creíamos estar viviendo los últimos estertores del coronavirus, un nuevo caballo sin estribos espera desesperado que alguien lo inmovilice. Su nombre ya suena como una trompeta sobre las murallas de Jericó: Ómicron. Aún desconocemos su fuerza letal.

Se recuerda que la “Peste Negra” fue la calamidad tal vez más devastadora de la historia humanidad. Afectó a Europa y Asia en el siglo XIV, y la misma ha pasado a las crónicas del dolor debido a una época demencial en que la mayoría de los males se creían proceder de un orden divino.
 
Cada cierto tiempo la raza humana sufre la llegada de un mortífero veneno venido de los albores del alba a consecuencia de una extraña mutación o tal vez procedente del propio cuerpo del ser humano o de un animal carroñero. En la actualidad, también es posible desarrollar en laboratorios gérmenes letales que podrían expandirse con oscuros propósitos.

Es bien sabido –y no es la primera vez que lo expresamos- que en los albores de la vida, primero fue la magia, el ocultismo misterioso, es decir los antiguos vestigios de nuestra civilización tan actuales como el armamento nuclear o el ántrax, ese terror inquietante y perverso surgido de un argumento de película en una guerra bacteriológica la cual puede acabar, de un soplo, con la vida del planeta.

La espeluznante “Gripe Española” emponzoñó a más de 40 millones de personas en todo el mundo. Exactamente se desconoce la cifra. Un siglo después aún no se sabe cuál fue el origen de esta epidemia que cruzó fronteras con el ímpetu del viento, y no respetó a ningún humano que encontrara a su paso.

Esas miasmas siniestras son la mayor pesadilla de la humanidad. Nuestra zozobra y desdicha. Cuando uno cree que alguno de ellos ya está vencido para siempre –ejemplo, la tuberculosis– renacen de sus propios residuos con más ímpetu.
 
El Sida dejó 34 millones de personas en la cuneta de la muerte, pero lo espeluznante, lo que nos debe hacer recapacitar, es que la mitad de los nuevos afectados tienen entre 15 y 24 años, ascendiendo igualmente el número de mujeres. Ningún país logró detener la epidemia. Y en palabras claras: cada minuto se infectan en el mundo, estadísticamente, 11 personas.

Los fármacos hasta ahora descubiertos no han dado el resultado que se indagaba, pero lo peor es que crearon una falsa esperanza y ahora ésta aparece rota, en los suelos, con los sueños de muchos infectados desvanecidos.

A esto se debe añadir la aparente contradicción de que en estos momentos se sabe más sobre la propagación y la prevención de la enfermedad que nunca antes, pero hasta los momentos sirve de poco.
 
Aquí en América Latina, el patrón de propaganda del VIH es similar al de los países desarrollados. Sobre Venezuela no disponemos de datos fidedignos, pero se calcula en unas doscientas cincuenta mil las personas que llevan en su cuerpo el mal, con la certeza de que eso sigue avanzando, al ser escasa o nula la campaña sanitaria para atajarlo.

Hasta ahora la enfermedad se centraba sobre homosexuales y heroinómanos. Esto sigue siendo así, pero también avanza entre los heterosexuales, con el agravante de que cada vez se ceba más sobre las clases menos pudientes y con poco control. ¿Castigo divino? No, el cielo y sus poderes prepotentes siempre pueden esperar; es sencillamente la manipulación de los alquimistas ceñidos al céfiro de la nueva doctrina esotérica nacida en recintos perversos.

En estos tiempos de líderes iluminados, deberíamos estar más preocupados por la biología que por las armas nucleares. Estas necesitan grandes instalaciones, mientras que la ingeniería genética puede realizarse en un pequeño recinto.

La mente humana se desentierra repleta de monstruos, aprensiones, penas, escasas alegrías, y cada cierto tiempo resurgen de su lánguido tiempo esos monstruos forjados en mentes diabólicas, y nos envuelven en escalofriantes congojas. Ayer era el Sida que continúa haciendo camino hiriente, ahora el Coronavirus que unido al reciente Ómicron pudiera ser más peligroso, si eso cabe, que los dos pavores anteriores. Nos queda el consuelo de escuchar la respuesta del cantautor Bob Dylan, expresada en una melodía: “La respuesta, amigo mío, está envuelta en el viento”.
 
Mejor en docenas de laboratorio que buscan sin pausa el remedio para nuestra salvación.

rnaranco@hotmail.com
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