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Alirio Díaz

Entre el localismo y el cosmopolitismo se movió con soltura, sin poses, ni estridencias, el Maestro Alirio Díaz. Entre España e Italia, país que lo acogió como su segunda patria y su aldea caroreña, entre ambos mundos, forjó su alma creadora...

  • REINALDO ROJAS

29/11/2021 05:04 am

Local y universal, Alirio Díaz resolvió con su vida y con su obra la posibilidad de ser americano y europeo, al mismo tiempo. Nació en La Candelaria un 12 de noviembre de 1923, pequeña aldea del semiárido larense situada “en el vientre profundo de la Otra Banda, al noroeste de la antigua ciudad del Portillo de Carora”, que es como la describe Luis Cortés Riera en la introducción que le hace a la ópera prima del Maestro Alirio Díaz, que no es, por cierto, una de sus bellísimas interpretaciones de guitarra sino un pequeño libro, escrito en 1938, con un título muy singular: Historieta sobre La Candelaria y documentos biográficos.
 
Y es que nuestro guitarrista universal quería ser escritor. Y con esa aspiración es que se va a Carora con el propósito de estudiar Humanidades y en una entrevista con otro grande de las letras de Carora, don Cecilio Zubillaga Perera, el joven Alirio descubre que su carrera es la música. Así se lo hace saber don Chio cuando al leer su pequeño libro le dice: “No te aconsejo ese camino, porque te va a costar mucho dinero, que tú no tienes, vas a pasar mucha hambre, y tu vocación verdadera es la música.”
 
“Yo sin ser músico, –recuerda más tarde– sin tener conocimiento de solfeo y él tampoco, había descubierto en mi esa vocación”. Con tal propósito es que inicia sus estudios musicales, en las condiciones de aquella época. Va a la ciudad de Trujillo, donde estudia saxofón con el Maestro Laudelino Mejías, autor de Conticinio, buscando con ello ingresar en la banda local y ganar algún dinero. Más tarde, en 1945, va a Caracas, donde hará sus primeros estudios formales de guitarra en la Escuela Superior de Música, con el Maestro Raúl Borges. En 1950, con una beca que le concede el Ministerio de Educación Nacional, viaja a Europa para encontrarse con las dos figuras de la guitarra universal que serán sus Maestros: Regino Saínz de la Masa y Andrés Segovia.
 
Con el primero estudia en el Real Conservatorio de Música y Declamación de Madrid, institución en donde obtiene el Diploma de Profesor y el Premio Extraordinario que se otorga a los artistas más destacados. Y en Siena, en la famosa Academia Musical Chigiana, es nombrado Asistente de su Maestro Segovia y, más tarde, titular de la cátedra de guitarra clásica en esa importante institución cultural italiana. Ya en Europa, Alirio Díaz tiende el puente entre ambas culturas que se siembran en su alma de artista y que expone a través de los exquisitos acordes de su guitarra.
 
De Europa, el Maestro cultiva la guitarra clásica, desde el siglo XV al siglo XX, a la par que estudia e interpreta a los grandes compositores latinoamericanos como el brasileño Heitor Villa-lobos, el mexicano Manuel M. Ponce y el paraguayo Agustín Pío Barrios, también conocido como “Nitsuga Mangoré”. Pero, igualmente, interpreta obras de compositores venezolanos como Antonio Lauro y Vicente Emilio Sojo, se pasea por el panorama del vals venezolano y recrea en sus conciertos obras populares como El diablo suelto, de Heraclio Fernández, o la Canción caroreña, de su colega, amigo y coterráneo, el Maestro Rodrigo Riera.
 
Pero el gran concertista no dejó de lado su vocación primigenia de escritor. En 1980 publica una colección de ensayos con el título de Música en la vida y lucha del pueblo venezolano, donde el historiador y el musicólogo se confunden en el análisis de autores y obras de la literatura y de la música popular venezolana. Y una obra autobiográfica en la que describe su infancia y juventud en La Candelaria, intitulada Al divisar el humo de la aldea nativa, editada en 1984.
 
Por eso, cuando muere en Roma el 14 de julio de 2016, era lo más natural que sus restos mortales regresaran a su terruño, al suelo de sus padres, a la tierra seca de Carora, para confundirse entre cardones y cujíes, a dormirse con el canto del cardenal y perderse en la luz de los crepúsculos barquisimetanos. Y así fue recibido por quienes siempre lo vieron caminar por las calles de Carora vestido con la formalidad del músico de banda, con saco y corbata, listo para tomar la guitarra y amenizar una reunión. No perdió nunca esa humildad del músico de pueblo. Por ello, en él se resume aquella frase de don Miguel de Unamuno, que nos recuerda, que lo universal nace en la parroquia.
 
Entre el localismo y el cosmopolitismo se movió con soltura, sin poses, ni estridencias, el Maestro Alirio Díaz. Entre España e Italia, país que lo acogió como su segunda patria y su aldea caroreña, entre ambos mundos, forjó su alma creadora el muchacho de La Candelaria, el guitarrista de reconocimiento universal. Cuando escribo estas letras recordando los noventa y ocho años de su nacimiento, escucho su versión para guitarra de Conticinio. Gracias Maestro.
 
@reinaldorojashistoriador

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