La Comunidad Trasatlántica, formada por Norteamérica, la Unión Europea y Latinoamérica y el Caribe, por virtud de sus lazos históricos y culturales y valores comunes de democracia y libertad, pueden contribuir a que se expanda el comercio y las inversiones, no sólo ampliando la nueva arquitectura institucional de acuerdos de asociación firmados en los últimos 23 años, sino profundizándolos a la luz de su desempeño. Es impostergable la aprobación del tratado de asociación con Mercosur por parte de los países de la Unión Europea.

 
En materia de comercio, la reanudación de las negociaciones de la Organización Mundial de Comercio en búsqueda de un nuevo tratado multilateral que permita el acceso a mercado, es un imperativo de las relaciones trasatlánticas, en especial para Latinoamérica y el Caribe. La facilitación de los intercambios debe acentuarse para que los beneficios del libre comercio con desgravaciones asimétricas puedan disfrutarse a plenitud, tomando en cuenta los grados relativos de desarrollo económico.

En materia de inversiones, la creación de foros de cooperación birregionales; el diálogo entre inversionistas; la incorporación de criterios de desarrollo sustentable y transición energética en los planes de inversión; la digitalización de los procesos productivos, la búsqueda de encadenamientos competitivos de valor; la interacción con fabricantes locales para la formación de capital nacional; la formación de talento humano y la transferencia de tecnologías y destrezas en el marco de la sociedad del conocimiento; la inserción de la región ibero-caribeña en la III y IV Revolución Industrial y las mejores prácticas de gobierno corporativo, ética empresarial y responsabilidad social, son campos dentro de las cuales una renovada interacción entre gobiernos, órganos de integración, empresas y sociedad civil determinará y coadyuvará al cierre de la brecha del desarrollo en la Comunidad Trasatlántica.

 
@lxgrisanti