El fantasma
Me fue fácil caer en cuenta que Simón Bolívar fue también un niño en la calle. Su temprana orfandad y la carencia del afecto de sus tutores o parientes más cercanos, hicieron que desde muy joven el Libertador compartiera con sus congéneres de las calles
“Tenía treinta y seis años y, aunque la enfermedad que le quitaría la vida ya circulaba por sus venas, parecía animado y fuerte, lleno de una energía ilimitada. Mientras atravesaba Santa Fe y bajaba por la Calle Real, una anciana corrió hacia él. “¡Dios me lo bendiga, fantasma!”, dijo, percibiendo —a pesar del aspecto desaliñado del Libertador— su singular grandeza. Casa por casa otros se arriesgaron a salir, primero tímidamente y luego en una creciente masa humana que lo siguió hasta la plaza. Desmontó con un ágil movimiento y subió los escalones del palacio” (Marie Arana, Bolívar).
Se trata de Bolívar llegando a Bogotá. Después de haber recorrido cientos de kilómetros a caballo. Desde los llanos venezolanos hasta la cordillera andina. Nunca he sido especialmente dado a escribir sobre historia. Es obvio que no es mi especialidad. Hace unas semanas el doctor Luis Anzola, me comentaba sobre la conveniencia de estudiar de nuevo la figura del Libertador de América. Además de ser la petición de un amigo al que es difícil decir que no, es sobre todo un llamado de conciencia. Especialmente frente a la deformación que ha sufrido la imagen del Padre de la Patria. Por esta razón, arriesgamos el estudio y nos animamos a leer para escribir algunas ideas generales.
En días posteriores revisando mis pendientes, descubrí que tengo la biografía de Bolívar de la peruana norteamericana Marie Arana, en mi lista de lecturas porvenir. Aunque la obra tiene indudables errores conceptuales, la verdad es que he disfrutado mucho su lectura. Adicionalmente, repasé de nuevo el excelente ensayo de Tomás Polanco Alcántara. La personalidad de Bolívar no puede menos que calificarse de apasionante. Sin dejar de considerar que para nosotros los venezolanos, es un referente continuo y fundamental.
Hace unas semanas conversando con un sacerdote amigo, me hizo considerar un fenómeno social que se viene repitiendo. Se trata de la realidad de los “niños en la calle”. No de los “niños de la calle”. Son en su mayoría menores de edad, que tienen casa y familia. Debido al grado de desintegración social, producido por la migración masiva. Sumado a la falta de escolaridad. Ocurre que el lugar habitual de estar de esos niños, sea la calle. Me fue fácil caer en cuenta que Simón Bolívar, fue también un niño en la calle. Su temprana orfandad y la carencia del afecto de sus tutores o parientes más cercanos, hicieron que desde muy joven el Libertador compartiera con sus congéneres de las calles de Caracas, de las riveras del Guaire. Muchos de ellos, con una condición social y cultural muy diversa. No parece arriesgado asegurar que esto significó un hecho, que marcó su carácter.
Luego ya como general en jefe, sería sencillo para aquel niño que se formó en la calle, la cercanía con la tropa. La empatía con los más humildes y desamparados. Algo que comenzó como un accidente, fruto de la desatención de sus allegados. Se transformaría luego, en uno de los rasgos más representativos de su liderazgo. Ser un hombre cercano a sus subalternos, al tiempo de no perder nunca su condición de jefe, comandante, estratega y hombre de mundo que era capaz de desenvolverse en todos los ambientes. Posiblemente esa sea una de las razones por las que su espíritu, vuelve a aparecer como un fantasma entre los venezolanos de todos los tiempos. Especialmente, cuando las élites (de las cuales la militar es la primera) se desligan del pueblo llano.
jagamez@icloud.com
@vidavibra
Se trata de Bolívar llegando a Bogotá. Después de haber recorrido cientos de kilómetros a caballo. Desde los llanos venezolanos hasta la cordillera andina. Nunca he sido especialmente dado a escribir sobre historia. Es obvio que no es mi especialidad. Hace unas semanas el doctor Luis Anzola, me comentaba sobre la conveniencia de estudiar de nuevo la figura del Libertador de América. Además de ser la petición de un amigo al que es difícil decir que no, es sobre todo un llamado de conciencia. Especialmente frente a la deformación que ha sufrido la imagen del Padre de la Patria. Por esta razón, arriesgamos el estudio y nos animamos a leer para escribir algunas ideas generales.
En días posteriores revisando mis pendientes, descubrí que tengo la biografía de Bolívar de la peruana norteamericana Marie Arana, en mi lista de lecturas porvenir. Aunque la obra tiene indudables errores conceptuales, la verdad es que he disfrutado mucho su lectura. Adicionalmente, repasé de nuevo el excelente ensayo de Tomás Polanco Alcántara. La personalidad de Bolívar no puede menos que calificarse de apasionante. Sin dejar de considerar que para nosotros los venezolanos, es un referente continuo y fundamental.
Hace unas semanas conversando con un sacerdote amigo, me hizo considerar un fenómeno social que se viene repitiendo. Se trata de la realidad de los “niños en la calle”. No de los “niños de la calle”. Son en su mayoría menores de edad, que tienen casa y familia. Debido al grado de desintegración social, producido por la migración masiva. Sumado a la falta de escolaridad. Ocurre que el lugar habitual de estar de esos niños, sea la calle. Me fue fácil caer en cuenta que Simón Bolívar, fue también un niño en la calle. Su temprana orfandad y la carencia del afecto de sus tutores o parientes más cercanos, hicieron que desde muy joven el Libertador compartiera con sus congéneres de las calles de Caracas, de las riveras del Guaire. Muchos de ellos, con una condición social y cultural muy diversa. No parece arriesgado asegurar que esto significó un hecho, que marcó su carácter.
Luego ya como general en jefe, sería sencillo para aquel niño que se formó en la calle, la cercanía con la tropa. La empatía con los más humildes y desamparados. Algo que comenzó como un accidente, fruto de la desatención de sus allegados. Se transformaría luego, en uno de los rasgos más representativos de su liderazgo. Ser un hombre cercano a sus subalternos, al tiempo de no perder nunca su condición de jefe, comandante, estratega y hombre de mundo que era capaz de desenvolverse en todos los ambientes. Posiblemente esa sea una de las razones por las que su espíritu, vuelve a aparecer como un fantasma entre los venezolanos de todos los tiempos. Especialmente, cuando las élites (de las cuales la militar es la primera) se desligan del pueblo llano.
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