El último día como Presidente
JIMENO JOSÉ HERNÁNDEZ DROULERS. En un ataque de ira, poseído por evidente indignación, ordenó el Presidente a las fuerzas del Coronel Celis que buscasen al General Ferrer donde este se encontrase
En las páginas finales de su obra titulada “Exposición a los venezolanos sobre los sucesos de 1898 y 1899”, el ex Presidente de la República, General Ignacio Andrade, describe los sucesos ocurridos en la ciudad de Caracas la madrugada del 20 de octubre de 1899, el día que decidió abandonar el despacho de la Casa Amarilla para bajar a la Guaira y embarcarse al exilio en Las Antillas.
Dejemos que sea el autor de este libro y protagonista de los hechos quien nos relate lo sucedido durante aquella jornada: Hice llamar al Jefe de la Guardia Civil, mi amigo el noble General Antonio Orihuela, le di la orden de ensillar con alguno de los guardias y juntos salimos a visitar los cuarteles, la policía y la cárcel, para imponerme y juzgar por mí mismo, sin más dilación, del fundamento de la alarma.
Eran cerca de las cuatro de la mañana, cuando llamé al señor Level, Gobernador de Caracas, para darle orden de poner en libertad a todos los presos políticos. A esa misma hora solicité al Comandante de Armas, y supe con sorpresa, que acababa de salir de la Comandancia. Llegó el Gobernador poco antes de las cinco, excusándose del retardo por la distancia a que vivía, y entonces le entregué por escrito la orden a la que me he referido: le manifesté que resolvía irme a Macuto, y salí para casa del Ministro de Guerra, General Ferrer. Se me dijo allí que este había salido para la cárcel. Allí me dirigí y no lo encontré, pregunté al mismo Alcaide, General Morán y al Coronel Lovera que novedad ocurría: me dieron todos ellos seguridades de que no había ninguna. Les manifesté que me iba a Macuto y que el Gobernador tenía órdenes mías para dejar en libertad a los presos.
Continua relatando Andrade que: A la sazón llegó allí el Comandante de Armas, General González Espinosa, a quien también interpelé; le obligué a relevar la guardia del cuartel frente a la cárcel, mandada por el Coronel León, militar de toda mi confianza, y dispuse que este se marchase con su fuerza a ocupar el parque. Le di también orden a González Espinoza para que fuese a poner en la disposición de marcha y la hiciese salir, la fuerza que estaba en el Cuartel San Lázaro, a las ordenes del General Mancera. Llamé enseguida al Coronel Celis, segundo Jefe del Batallón Nº 1 de la Guardia, con dos compañías, y le ordené que recibiera del Gobernador a los presos políticos General José Manuel Hernández, Mujica y Muguerza, porque concebí en aquel momento el proyecto de llevármelos a La Guaira.
Cerca de la esquina de San Francisco, frente al prestigioso Hotel Saint Amand, se tropezó el Presidente Andrade con el General Ferrer y le manifestó a este que venía de su residencia, luego la cárcel y había quedado sorprendido al no encontrarlo en ninguno de los dos sitios. A lo que el Ministro de Guerra le respondió que acababa de salir porque supo que el Presidente decidió liberar a los presos.
Sí Señor, le dije, he ordenado dejarlos a todos en libertad y llevarme a Macuto a Hernández, Mujica y Muguerza. Y he dispuesto, además, llevarme la fuerza del General Sánchez y la de Mancera. Le dejo a usted aquí con los cuerpos que tienen en comisión los Generales Sulpicio Gutiérrez y Quintana, y que llegarán hoy temprano, como mil hombres fuera de la fuerza de policía.
Además le ordenó Andrade al Ministro Ferrer que llamara en su nombre, de Los Teques, al General Vierma para que se presentara en Caracas a la brevedad posible. Lo vio subir junto al jefe de la policía para llamar por teléfono.
¡Todavía estaba yo ciego y tenía confianza en el General Ferrer!
En aquel momento llegaron el Gobernador Level y el Prefecto Miguel Espejo, a quienes, en presencia del Ministro Ferrer, les repitió la orden de dejar en libertad a todos los presos políticos y entregarle al Coronel Celis a Hernández, Mujica y Muguerza para ser trasladados a La Guaira.
Eran las seis de la mañana cuando decidió dirigirse al cuartel La Trinidad. Al llegar al recinto salió a su encuentro el General Antonio Landínez para preguntarle al Presidente si ocurría alguna novedad. Al contestarle que no había ninguna, este le cuestionó sobre el motivo de la orden recibida de cerrar las puertas del cuartel.
Entonces fue que vine a vislumbrar la traición de Ferrer.
En un ataque de ira, poseído por evidente indignación, ordenó el Presidente a las fuerzas del Coronel Celis que buscasen al General Ferrer donde este se encontrase para colocarle las esposas y llevárselo preso inmediatamente a La Rotunda. El General Landínez intentó tranquilizarlo y lo llevó a una habitación donde estaba el teléfono para exigirle que dictara sus ordenes.
Entonces dispuse hacer salir de otros cuarteles los escasos soldados fieles que me quedaban, los leales del batallón de mi guardia, y unos pocos oficiales de confianza de Orihuela. Junto a ellos, tras haber fracasado en su intento de liberar a los presos políticos con el objetivo de oxigenar su ya moribundo régimen, cursó Andrade el penoso camino de “Las dos aguadas” durante siete largas horas hasta alcanzar la costa.
Y la noticia que recibo de Caracas es la de haberse constituido con el General Víctor Rodríguez, un Gobierno que siendo faccioso, me ha decretado fuera de la Ley.
Jimenojose.hernandezd@gmail.com
@jjmhd
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