En 1656 Diego de Velázquez, el reconocido pintor sevillano, daba por concluido un retrato de la familia de Felipe IV, en el que destacaba como figura central la infanta Margarita de Austria. La obra, perteneciente al último periodo estilístico del artista, permaneció en el Palacio Real hasta hasta 1819 cuando, tras la apertura del Museo del Prado, pudo ser contemplada por el público.
La pintura, una de las más analizadas de la historia del arte, fue popularizándose como el cuadro de las meninas, en alusión a las damas de compañía de la Infanta Margarita, a pesar de que en ella aparecen también otros personajes, entre los cuales se cuenta el propio Velázquez. Paulatinamente, las meninas fueron transformándose en una representación emblemática del Museo y de Madrid.
La trascendencia del pintor y la vinculación del cuadro con la capital española, fue lo que llevó a Antonio Azzato a concebir la idea de crear una especie de museo al aire libre, diseminando en el espacio urbano cierto número de esculturas en las que puede reconocerse la característica morfología de las meninas, identificadas por su amplia falda y por la voluminosa silueta de su peinado, que contrasta con un torso más bien estrecho.
Cada una de estas esculturas constituye en el soporte pictórico sobre el cual diversos personajes despliegan su creatividad, reinterpretando, a su manera, la obra de Velázquez.
Las esculturas están hechas de fibra de vidrio, miden 1,80 de altura y pesan unos 30 kilos. El hecho de que sus dimensiones correspondan a las de una persona hace que se entremezclen con los viandantes y pasen relativamente desapercibidas hasta que uno se topa con ellas.
Cada escultura tiene un código QR que puede escanearse a través de cualquier teléfono celular y que lleva al espectador a una presentación virtual en la que se explica el concepto de la obra.
Azzato se caracteriza por “intervenir lúdicamente objetos cotidianos (…) y proponer texturas irreverentes que enlacen el pasado y el presente”. Formado originalmente como ingeniero, realizó el Master de Dirección comercial y Marketing en el Instituto de Empresa de Madrid y estudió interiorismo en la Escuela Parsons de Nueva York.
Meninas Madrid Gallery, que ve la luz en su cuarta edición, reviste además un aspecto benéfico: al concluir la exhibición, que se lleva a cabo anualmente entre los meses de octubre y diciembre, las esculturas son subastadas. En esta oportunidad el dinero recaudado se va a destinar a los afectados por el volcán de La Palma, pero en la primera edición se distribuyó entre varias organizaciones sociales, una de las cuales fue Una medicina para Venezuela. Cada menina se ofreció con un precio de salida de tres mil euros, y se recaudaron alrededor de 300.000 euros.
Esta propuesta evidencia la forma en que se van tejiendo lazos entre la capital española y la enorme comunidad de venezolanos radicados en ella, quienes van imbricándose de mil formas en la vida de la ciudad. Diversos compatriotas se han visto vinculados a esta iniciativa, bien en calidad de creadores, bien como beneficiarios. Ya en el pasado Carlos Baute había sido el autor de una menina, y este año una de las esculturas es creación de Boris Izaguirre: está ubicada en la Plaza Pedro Zerolo y lleva el nombre de «All you need is love». de la misma forma, una reputada marca de alimentos venezolana deja su huella en la menina emplazada en el número 26 de la calle Serrano, lo cual resulta estimulante y simpático para nuestros connacionales, que van haciendo más suya esta ciudad entrañable y demostrando por qué se va popularizando el término madriqueño.
linda.dambrosiom@gmail.com
La pintura, una de las más analizadas de la historia del arte, fue popularizándose como el cuadro de las meninas, en alusión a las damas de compañía de la Infanta Margarita, a pesar de que en ella aparecen también otros personajes, entre los cuales se cuenta el propio Velázquez. Paulatinamente, las meninas fueron transformándose en una representación emblemática del Museo y de Madrid.
La trascendencia del pintor y la vinculación del cuadro con la capital española, fue lo que llevó a Antonio Azzato a concebir la idea de crear una especie de museo al aire libre, diseminando en el espacio urbano cierto número de esculturas en las que puede reconocerse la característica morfología de las meninas, identificadas por su amplia falda y por la voluminosa silueta de su peinado, que contrasta con un torso más bien estrecho.
Cada una de estas esculturas constituye en el soporte pictórico sobre el cual diversos personajes despliegan su creatividad, reinterpretando, a su manera, la obra de Velázquez.
Las esculturas están hechas de fibra de vidrio, miden 1,80 de altura y pesan unos 30 kilos. El hecho de que sus dimensiones correspondan a las de una persona hace que se entremezclen con los viandantes y pasen relativamente desapercibidas hasta que uno se topa con ellas.
Cada escultura tiene un código QR que puede escanearse a través de cualquier teléfono celular y que lleva al espectador a una presentación virtual en la que se explica el concepto de la obra.
Azzato se caracteriza por “intervenir lúdicamente objetos cotidianos (…) y proponer texturas irreverentes que enlacen el pasado y el presente”. Formado originalmente como ingeniero, realizó el Master de Dirección comercial y Marketing en el Instituto de Empresa de Madrid y estudió interiorismo en la Escuela Parsons de Nueva York.
Meninas Madrid Gallery, que ve la luz en su cuarta edición, reviste además un aspecto benéfico: al concluir la exhibición, que se lleva a cabo anualmente entre los meses de octubre y diciembre, las esculturas son subastadas. En esta oportunidad el dinero recaudado se va a destinar a los afectados por el volcán de La Palma, pero en la primera edición se distribuyó entre varias organizaciones sociales, una de las cuales fue Una medicina para Venezuela. Cada menina se ofreció con un precio de salida de tres mil euros, y se recaudaron alrededor de 300.000 euros.
Esta propuesta evidencia la forma en que se van tejiendo lazos entre la capital española y la enorme comunidad de venezolanos radicados en ella, quienes van imbricándose de mil formas en la vida de la ciudad. Diversos compatriotas se han visto vinculados a esta iniciativa, bien en calidad de creadores, bien como beneficiarios. Ya en el pasado Carlos Baute había sido el autor de una menina, y este año una de las esculturas es creación de Boris Izaguirre: está ubicada en la Plaza Pedro Zerolo y lleva el nombre de «All you need is love». de la misma forma, una reputada marca de alimentos venezolana deja su huella en la menina emplazada en el número 26 de la calle Serrano, lo cual resulta estimulante y simpático para nuestros connacionales, que van haciendo más suya esta ciudad entrañable y demostrando por qué se va popularizando el término madriqueño.
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