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Diplomacia y realidad

La distancia entre la diplomacia exitosa y la realidad peligrosa es muy grande. Demasiado, con el riesgo mayor siendo para Israel. Esa es la realidad, dicha sin diplomacia.

  • ELIAS FARACHE S.

26/10/2021 05:02 am

El viernes 22 de octubre de 2021, Valdimir Putin recibió a su homólogo israelí, Naftali Bennet. El encuentro era a ocho ojos: los primeros mandatarios y sus respectivos traductores, en un clima de intimidad que resulta todavía novedoso y hasta extraño para quienes recordamos los agrios días de un régimen soviético muy poco agradable para los judíos y para Israel.

El encuentro se prolongó más de lo previsto. Unas cinco horas en vez de dos, y la consecuencia esperada de dejar Bennet en tierra, pues por ser un judío observante, no puede trasladarse el sábado, el Shabat que constituye el día de reposo obligado. Hace unas semanas, el presidente Biden recibió a Benett un día después de lo previsto y este también hubo de pasar Shabat fuera de casa.

Veamos los aspectos positivos. El primer ministro Bennet tiene acceso a las primeras potencias mundiales en términos similares a los de su antecesor, Benjamín Netanyahu. Aunque el camino lo haya pavimentado un oponente político, el acceso logrado constituye un activo importante del Estado de Israel. Y Bennet ha demostrado que puede transitar el camino.

Un segundo aspecto que quizás sea particularmente apreciado por los judíos observantes es el respeto a la observancia y la libertad con la cual el cumplimiento del rito judío se hace a niveles insospechados. En la Rusia de la Unión Soviética, y en la Rusia de los zares, hubiera sido imposible una manifestación pública de adherencia a principios y normas religiosas. En Estados Unidos de hace algunas décadas, una manifestación de apego a la religión hubiera sido percibida como un rasgo de anacronismo, no por los americanos, sí por los judíos con cierto inmanejable complejo respecto a la validez de sus prácticas milenarias en un mundo moderno. El moderno Estado de Israel acabó con estos prejuicios, y conviene recordar que fue Menachem Begin quien, en su primera visita como primer ministro a la Casa Blanca, solicitó que la comida del banquete en la recepción oficial a su delegación fuera kasher, vale decir, según las estrictas normas de la ortodoxia hebrea.

Bennet se ha reunido con Biden y con Putin. Como buenos amigos, que son capaces de compartir una amena conversación, intercambiar ideas, relatar anécdotas. Para los judíos y para los israelíes, muchas veces relegados y otras tantas condenados, esto es un logro de primera magnitud. Los líderes de las potencias reconocen la importancia de Israel, el judío de la diáspora se desvanece en este nuevo orden mundial. Las declaraciones luego de los encuentros infunden alegría, respeto… y pocas esperanzas.

Israel y su primer ministro, sea Bibi o sea Bennet, presentan a sus interlocutores la verdadera y genuina preocupación respecto a la supervivencia de Israel. El tema de los palestinos y el tema de la amenaza que significa un Irán con capacidades nucleares. No obstante las gratas manifestaciones y gestos en los encuentros, Irán sigue su carrera nuclear y su incrementada presencia Siria y Líbano, bajo la mirada de una Rusia amiga. Biden y Bennet se dan la mano e intercambian halagos, pero Biden y su tren ejecutivo insisten en retomar un acuerdo que resulta peligroso para Israel. Hace unas semanas, algo parecido con Angela Merkel, la canciller alemana que visita a Israel y sigue en sus trece respecto a temas que afectan al estado judío.

Los israelíes y la coalición de gobierno celebran el grado de acceso a las potencias decisorias. Algo muy apetecido por cualquier país. La calidez de los encuentros, la empatía entre los líderes, resultan importantes. Pero las realidades en el terreno exigen otra cosa, otra actitud.

La diplomacia israelí, en tiempos de Bibi o de Bennet, parece funcionar. Abrazos, apretones de mano, alabanzas recíprocas. La realidad sigue incólume. Los palestinos con dos enclaves, sin querer reconocer a Israel como Estado judío. Irán vociferando sus intenciones de borrar a Israel del mapa, Hizbolá apertrechada en el Líbano.

La distancia entre la diplomacia exitosa y la realidad peligrosa es muy grande. Demasiado, con el riesgo mayor siendo para Israel. Esa es la realidad, dicha sin diplomacia.

eliasfaraches@gmail.com 
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