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100.000.000.000.000

Esta suciedad supera cualquier ficción, cualquier distopía. Tanto, que ocurre en medio de una peste medieval mundial, pésimamente atendida por un gobierno que manda a lavarse las manos cuando por su culpa no hay agua...

  • GUSTAVO LINARES BENZO

23/10/2021 05:02 am

Es decir, cien billones; en inglés, cien trillions. Ese sería el valor de un bolívar en 1998, o sea, “hermano, dame un negrito corto. ¿Cuánto es?”, “Cien billones de bolívares”, nos hubiese respondido el cafetero pana, a las siete de la mañana de cualquier día del curso 97-98, en el cafetín redondo de la UCV.

Esto es el socialismo del siglo XXI, el plan de la patria, la revolución bonita, la salvación de la raza humana, la mayor suma de felicidad social, la Venezuela potencia, la Venezuela productiva, el Estado comunal, la economía comunal, los círculos bolivarianos, las comunas, la Constitución de 1999, Jorge Giordani, Merentes, Pdvsa roja rojita, la nueva geometría del poder, el chavismo. Sobre todo, Alex Saab, tesoreros nacionales como Andrade o la enfermera contable, Pudreval, los bonos Nóbrega, Cadivi, y todo el resto del saqueo y la destrucción: 100.000.000.000.000.

Este papelillo y serpentina que es ahora la moneda nacional fue objeto, al principio porque ahora da demasiada pena, del complejo adánico del Comandante, que fue llamando a esa escuálida calderilla bolívar fuerte (el franc fort de De Gaulle, pero al revés) luego soberano. Ahora sería el bolívar x, para no repetir aquí las miles de picardías populares que dan nombre a estos papelitos, que mañana ya no valdrán nada.

Cien billones, catorce ceros. Ceros siempre a la izquierda, porque son fraccionales, no significa cien billones, sino la cien billonésima parte. La nada, a todos los efectos. No hacen falta más análisis, cifras o estudios. Porque un Estado es su moneda, y sin moneda no hay Estado y hay que irse. Y se fueron, seis millones y contando.

¿Alguien podía prever esto en los frenéticos días de enero de 1999?, cuando desde las sifrinas encopetadas, hasta los periodistas más demócratas, se lanzaban a la adulación más abyecta del golpista, a la suciedad en cualquier político o políticas de los anteriores cuarenta años, al desprecio y vilipendio del Presidente Pérez, por ejemplo, ahora héroe de quienes lo asesinaron políticamente entonces. Ni siquiera este lugar, que en esos momentos experimentaba una soledad casi total: sólo llegó hasta decir en agosto de ese 1999 que “venían los años más sucios de la historia”, parafraseando a Andrés Eloy.
 
Pero esta suciedad supera cualquier ficción, cualquier distopía. Tanto, que ocurre en medio de una peste medieval mundial, pésimamente atendida por un gobierno que manda a lavarse las manos cuando por su culpa no hay agua. Peste y además sancionado, el escenario perfecto para cualquier autoritarismo. Van sesenta años (Cuba), cuarenta años (Irán) y setenta años (Corea del Norte), y todos felices y contentos en sus puestos. Pero aquí sí van a funcionar, dicen unos genios de la política internacional. Sólo hay una seguridad en la política nacional e internacional: mientras las sanciones estén como están, Maduro seguirá en el poder.
 
Y con el Covid-19, permanente estado de emergencia, Maduro rey, que lo es desde que perdió las elecciones parlamentarias de 2015 y declaró el estado de emergencia económica. Poder sin límites, represión sin límites, pero sin mayor control de lo que ocurre en la calle, más precisamente en la Cota 905. El 20% de la economía es delincuencial, según las mejores cifras: uno de cada cinco dólares que se mueven en Venezuela proviene del narcotráfico, la extorsión, el secuestro, el oro de sangre, etc.
 
Vivimos los años más sucios de la historia, repite este lugar veintidós años después. Pero jamás pensó que fueran tan sucios.

@glinaresbenzo
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