¿Vale la pena imitarla?
Concluyo con una pregunta para hacérnosla con toda honestidad y con frecuencia: ¿Mi actitud es una que vale la pena imitar?
Qué importante es percatarnos de que nuestra vida puede cambiar totalmente por el hecho de que seamos capaces de aprender a cambiar de actitud ante la vida. Esto en vez de hacer lo que hacemos usualmente: dejarnos gobernar por las emociones y sentimientos, los nuestros y los de otros.
Un señor va un día con un amigo a un kiosco para comprar el periódico. Saluda cordialmente al vendedor. Este respondió con un gruñido. El comprador de nuevo preguntó por su salud, familia y trabajo. El vendedor casi molesto solo emitió secos monosílabos. Al volver con su amigo este le preguntó si siempre el kiosquero lo trataba así, a lo que respondió que sí, que en los cinco años que lo conocía todos los días sucedía lo mismo. El amigo le dijo que por qué seguía siendo amable con él, a lo cual respondió que él un día resolvió que ni el kiosquero ni nadie más iban a decidir cómo él se iba a comportar cada día.
En el artículo Ser más proactivos del 3 de octubre pasado dijimos: ¿Un ejemplo de un cambio importante de actitud ante la vida? Cuando uno se decide a convertirse en una persona más considerada con los demás, en una persona más amable, y más bondadosa con los demás, eso sí armándonos de mucha paciencia para ello (agregué “eso sí”). Justo eso fue lo que decidió un día nuestro amigo de la anécdota. Para ello, como él lo deja ver, ha tenido que armarse de mucha paciencia.
Es lo normal que nuestras actitudes influyan en la de los demás hacia nosotros. Creo que lo que describe la anécdota es la excepción que confirma esto, y al mismo tiempo uno así puede adiestrarse para lograr llegar a tener ese comportamiento.
Por otro lado, es mucho menos común que aceptemos que nuestras actitudes de cada día implican una responsabilidad inherente. Pero ocurre que la realidad siempre es más terca de lo que nosotros podemos llegar a ser y, aunque no nos hagamos responsables de nuestras actitudes, la vida sí nos hará responsables de ellas, especialmente en cuanto a sus consecuencias.
Concluyo con una pregunta para hacérnosla con toda honestidad y con frecuencia: ¿Mi actitud es una que vale la pena imitar?
Debido a nuestra actitud, decidimos leer o no leer. Por nuestra actitud, decidimos intentar o darnos por vencidos. Por nuestra actitud, nos culpamos a nosotros mismos por nuestros errores, o culpamos tontamente a otros. Nuestra actitud determina si amamos u odiamos, decimos la verdad o mentimos, actuamos o posponemos, avanzamos o retrocedemos; y por nuestra propia actitud, nosotros, y solo nosotros, decidimos si tendremos éxito o fallaremos.
Jim Rohn
@viviendovalores
@viviendovalores
@agusal77
Siguenos en
Telegram,
Instagram,
Facebook y
Twitter
para recibir en directo todas nuestras actualizaciones