Esta frase resume una tarea importantísima de la familia. El amor humano es una bendición cuyo fruto es la fecundidad, los hijos. Por tanto, la vida es una consecuencia normal, bella y natural. El nacimiento de un bebé es una ocasión gozosa; la enfermedad o muerte de un ser querido genera pesar y duelo.
La familia presta un servicio insustituible a sus miembros. En lo humano porque en familia se aprende a ser hombres o mujeres de servicio, de bien, ciudadanos, constructores de fraternidad y compasión. En lo espiritual, porque la familia marca el sentido de trascendencia, se comparten las enseñanzas del Evangelio de la vida, de Jesucristo. Es el ámbito de la evangelización y de la catequesis.
Trabajar por la familia y la vida es un compromiso de la Iglesia. La evangelización siempre redunda en un mayor respeto a la dignidad de las personas, especialmente los más vulnerables: niños, enfermos, ancianos, incluso atiende y protege a miembros disfuncionales que siempre necesitan el calor familiar.
Recuerdo de un sitio donde la vida de muchos de los jóvenes anárquicos y disfuncionales no pasaba de 25 años: inducidos a adicciones cuando se veían perdidos y sin esperanza humana, volvían a sus familias: a casa de una abuela, un tío, un primo. La familia siempre acoge, aunque tenga limitaciones y no sea perfecta, incluso muy mejorable idealmente hablando. Sin embargo, en la situación desesperada de esos jóvenes, a ella acudían.
Quiero señalar que la familia a la que hay que aspirar es una que sea mucho mejor que la que me engendró y me educó. Esto es un aprendizaje importantísimo para poner un nivel muy alto en las aspiraciones y realizaciones.
El Evangelio vivido refuerza enormemente estos lazos naturales y purifica la vida para que realmente la familia sea una escuela de vida plena, lugar donde se inicia y desarrollan personalidades maduras, sensibles a las necesidades del prójimo y lugar de difusión del Evangelio.
fcastroa@gmail.com
La familia presta un servicio insustituible a sus miembros. En lo humano porque en familia se aprende a ser hombres o mujeres de servicio, de bien, ciudadanos, constructores de fraternidad y compasión. En lo espiritual, porque la familia marca el sentido de trascendencia, se comparten las enseñanzas del Evangelio de la vida, de Jesucristo. Es el ámbito de la evangelización y de la catequesis.
Trabajar por la familia y la vida es un compromiso de la Iglesia. La evangelización siempre redunda en un mayor respeto a la dignidad de las personas, especialmente los más vulnerables: niños, enfermos, ancianos, incluso atiende y protege a miembros disfuncionales que siempre necesitan el calor familiar.
Recuerdo de un sitio donde la vida de muchos de los jóvenes anárquicos y disfuncionales no pasaba de 25 años: inducidos a adicciones cuando se veían perdidos y sin esperanza humana, volvían a sus familias: a casa de una abuela, un tío, un primo. La familia siempre acoge, aunque tenga limitaciones y no sea perfecta, incluso muy mejorable idealmente hablando. Sin embargo, en la situación desesperada de esos jóvenes, a ella acudían.
Quiero señalar que la familia a la que hay que aspirar es una que sea mucho mejor que la que me engendró y me educó. Esto es un aprendizaje importantísimo para poner un nivel muy alto en las aspiraciones y realizaciones.
El Evangelio vivido refuerza enormemente estos lazos naturales y purifica la vida para que realmente la familia sea una escuela de vida plena, lugar donde se inicia y desarrollan personalidades maduras, sensibles a las necesidades del prójimo y lugar de difusión del Evangelio.
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