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Identidad

Es una lucha por la subsistencia de la memoria histórica y colectiva, la sobrevivencia de las tradiciones y la seguridad e integridad de la nación

  • LEONARDO ZURITA

14/09/2021 05:00 am

El Libertador Simón Bolívar dijo alguna vez: “la fortaleza de una nación radica en su identidad”. Más allá de entrar en el debate de los límites abstractos y reales que supone la frase del Padre de la Patria, es bueno analizar en su justa dimensión el pensamiento planteado por el ilustre venezolano y la responsabilidad que supone en la actualidad.

La identidad nacional en términos formales viene dada por la unión de elementos comunes que son interpretados de manera similar por una sociedad que se une en torno a ellos con un lazo emocional.

Lenguaje, historia, tradiciones, recursos y formas de conducta e interacción social son rasgos que describen y nutren la identidad y vienen matizados por el amor, orgullo, respeto y compromiso que supone querer, vivir, disfrutar y defender.

La identidad va más allá de la retórica, comprende uniones de fines y percepciones comunes.

En días de globalización, inmediatez y patrones hegemónicos de conducta, la identidad es ancla, un cable a tierra que conecta con lo propio. Y no se trata de aislarse y negar la existencia de lo otro, es cuestión de conocerse, saber quién es y de dónde se viene para enfrentar la avasallante invasión “cultural” y mostrar con orgullo lo propio, tan válido, bueno e increíble como todo lo demás. La identidad nacional no solo muestra los elementos que nutren y amalgaman el gentilicio sino que es un tema básico para abordar incluso la seguridad estratégica de la nación y su subsistencia.

La Constitución establece en el artículo 326 que “la seguridad de la Nación se fundamenta en la corresponsabilidad entre el Estado y la sociedad civil para dar cumplimiento a los principios de independencia, democracia, igualdad, paz, libertad, justicia, solidaridad, promoción y conservación ambiental y afirmación de los derechos humanos, así como en la satisfacción progresiva de las necesidades individuales y colectivas de los venezolanos y venezolanas, sobre las bases de un desarrollo sustentable y productivo de plena cobertura para la comunidad nacional. El principio de la corresponsabilidad se ejerce sobre los ámbitos económico, social, político, cultural, geográfico, ambiental y militar”. Todos los principios y ámbitos que se mencionan son en conjunto parte sustancial de la identidad nacional.

Lo cierto es que no parece existir una política pública de desarrollo de la identidad, o como si fuese considerado un factor secundario o producto de alguna variable dentro del desarrollo integral de la nación.

El último intento de impulsar la identidad nacional vio luz bajo el gobierno de Marco Evangelista Pérez Jiménez. El Nuevo Ideal Nacional conectaba con la tradición, los recursos naturales y la ubicación geográfica para la transformación progresiva de los espacios y el mejoramiento moral, intelectual y material de la sociedad. Esto, según el plan, haría de Venezuela un espacio digno y prospero cuya fortaleza impulsaría al país a un lugar de honor con un elevado bienestar para el pueblo.

Después de 1958, derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez, no han sido muchos ni efectivos los intentos de impulsar la identidad nacional. Por el contrario, se ha impuesto una serie de matrices y conductas que siempre relegan al país a lugares secundarios, en el mejor de los casos, e invisibilizan todo el potencial de Venezuela como nación y de sus habitantes como sociedad.

Hemos permitido que nos dejen de lado nuestra grandeza histórica y la han pervertido con lugares comunes que estigmatizan la heroica herencia. En muchos casos la banalización de las tradiciones aleja e interrumpe su apropiación y disfrute.

Es tan urgente como estratégico plantear la recuperación de la identidad nacional y su impulso con incidencia en el arraigo, sentido de pertenencia y amor propio.

La invasión de medios y redes nos desdibuja como sociedad y plantea una alienación perversa que nos extingue como sociedad y pretende hacerlo como país. En una moda de mediocridad e ignorancia, deja de lado todas las riquezas, recursos y fortalezas. Basta descifrar con cuál intención se nos invade desde lo cultural o si es el simple avance de la industria cultural.

Desde la educación formal hay que reforzar el tema cultural como factor de identidad y orgullo. No se trata de caprichos trasnochados sino de detener la ideologización de la estupidez, el culto al desconocimiento y la naturalización del auto insulto que merma el desarrollo propio y pretende hacernos menos.

Desde los otros espacios de la vida social, tanto pública como privada, se requiere un esfuerzo por formar a los niños, niñas y adolescentes para generarles los conocimientos necesario que les permitan sentir orgullo por su gentilicio. Es la única manera de lograr los cambios cognitivos y conductuales que requieren los habitantes del país para impulsar todo su potencial y crear una conducta de no violencia, construcción colectiva y desarrollo sostenido.

Es una lucha por la subsistencia de la memoria histórica y colectiva, la sobrevivencia de las tradiciones y la seguridad e integridad de la nación.

Como bien lo establece la constitución, es una responsabilidad colectiva. Somos más lo que deseamos expandir y desarrollar en su totalidad todo el potencial de la nación con sus recursos y su gente. Para luego será tarde. O demasiado tarde.

Aprende, crea y emprende.

Comunicador Social UCV
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