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El Ultramontano González

MIGUEL AZPÚRUA. Caracterizado por un temperamento violento y hasta cierto punto irracional, ingresó a la masonería, alcanzando el grado Nª 18 de jerarquía en esa sociedad secreta

  • MIGUEL AZPÚRUA

29/05/2018 05:00 am

Uno de los personajes más cuestionados de la Venezuela de mediados del siglo XIX fue el culto y acomodaticio periodista e historiador Juan Vicente González; nacido en Caracas, el 28 de mayo de 1810, niño expósito abandonado en las puertas de la casa de Francisco González Delgado, funcionario de la causa realista quien lo crío, protegió y educó. Jovencito fue internado en el convento capitalino de los hermanos Neristas, donde le otorgaron el título de bachiller, renunciando a su formación religiosa, ingresando posteriormente a la Universidad Central de Venezuela, bajo la rectoría del doctor José María Vargas, donde obtuvo su licenciatura en Filosofía, en 1830. 

Caracterizado por un temperamento violento y hasta cierto punto irracional, ingresó a la masonería, alcanzando el grado Nª 18 de jerarquía en esa sociedad secreta, a la cual también renunció; se dedicó a la docencia particular y en algunos planteles de la capital y al periodismo liberal, desde 1840, redactando diferentes tópicos en el periódico El Venezolano, fundado por Tomás Lander en 1822 y reeditado por Antonio Leocadio Guzmán a partir de 1840, al fundarse el Partido Liberal. González se fue distanciando de Guzmán, convirtiéndose en su enemigo personal; desde las páginas de “El Diario de la Tarde” y “La Prensa” atacaba virulentamente a su adversario (Cicerón a Catilina), utilizando frases despectivas; a tanto llegó el encono que al ser designado Jefe Político de Caracas, lo persiguió personalmente y lo detuvo donde estaba escondido debajo de un fogón, y lo entregó a los tribunales. 

No obstante su figura regordeta y desaliñada, contrajo matrimonio con Josefina Rodil, en 1838, con quien procreó sus hijos, Juan Vicente, Jorge Antonio, Luis Eduardo e Isabel; de vestir como un pordiosero, llevaba consigo en sus ropajes, trozos de pan, cambures y otros alimentos, con calzado desgastado y roto. De gran cultura, su obra literaria es notable, en 1841 se publica su “Compendio de Gramática Castellana”, y al año siguiente aparece “Elementos de ortología castellana”. Con motivo de la repatriación de los restos de El Libertador en 1842, escribe su significativo texto “Mis exequias a Bolívar”, donde evidencia su admiración por la vida y obra del Padre de la Patria. Su “Arte poético de Horacio” y “Curso de literatura española, precedido por un ensayo sobre la literatura de la Edad Media”, ambas obras publicadas en Caracas en las imprentas de “Carreño Hermanos” y la de Felipe Antonio Álvarez en 1851-1852. Otra destacada escritura son sus prosas secuenciales con el título de “Mesenianas”, evidenciando su conocimiento sobre los clásicos, y tal vez influenciado por los escritos del francés Casimiro Delavigne; necesario es resaltar su dominio de los idiomas francés, inglés, alemán, latín y griego. Biógrafo consumado por su “Biografía de José Félix Rivas”, la cual fue publicada por redacciones semanales en su “Revista Literaria”; así como también las de Martín Tovar Ponte, José Cecilio Ávila y José Manuel Alegría. 

Conservador a ultranza, variante en sus conceptos políticos, estuvo alternativamente a favor y en contra del general José Antonio Páez, quien lo hizo arrestar en un par de oportunidades, en las mazmorras de La Guaira y en La Rotunda; otro tanto le sucedió con el general falconiano Juan Crisóstomo Falcón, a quien combatió y apoyó alternativamente. Y eso que el cuñado del general Ezequiel Zamora, no le recordó sus temperamentales y recalcitrantes frases escritas en el periódico “El Heraldo”, el 31 de enero de 1860, celebrando su asesinato de esta sórdida manera: “El primer día del sitio de San Carlos, estando Zamora en la casa de los Acuña, salió con un piquete de abrir un boquete a otra casa inmediata, y al empezar la operación, recibió un balazo en la ceja del ojo derecho, el cual lo derribó sin vida. ¡Bala afortunada! ¡Bendita sea mil veces la mano que la dirigió!”. 

Mariano Picón Salas al referirse a la obra literaria de Juan Vicente González, contratando con la de don Andrés Bello, en su análisis contratante señala que González “no pudo hacer libros serenos y reposados como los de Bello, sin influencias políticas negativas, guiados solamente por la apreciación de un hermeneuta”. Sus trabajos literarios han sido examinados por notables escritores venezolanos contemporáneos, tales como Pedro Grases, Edoardo Crema, Luis Beltrán Guerrero, Manuel Pérez Vila, Julio Planchart, Oscar Sambrano Urdaneta, Luis Correa, Víctor José Cedillo, Argenis Gómez, Guillermo Sucre, y varios más. Sus determinaciones y consideraciones son variadas y disímiles, sin ser óbice para no tomarlas en cuenta. El conveniente González fue testigo presencial del “asalto al Congreso”, de 1848; siendo inmediatamente nombrado Secretario de la Cámara de Representantes; seguidamente renunció y fundó su colegio “El salvador del mundo”; dedicándose a la docencia hasta el final de su vida, acaecida en Caracas, el 1ª de octubre de 1866. Controvertido, vehemente y exaltado, ese fue Juan Vicente González. 

miguelazpurua@gmail.com 
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