Baudelaire visto por Stefan Zweig
Zweig decía que Baudelaire “Era un pesimista y “schopenhaueriano”, sin haber leído nunca una línea del filósofo alemán. Baudelaire está hoy considerado con razón como uno de los mejores poetas franceses, y sus obras son patrimonio del arte universal.
El 31 de agosto se cumplen 154 años de la muerte de Charles Baudelaire, uno de los poetas franceses que mejor ilustra con su vida esa condición humana tan especial que acompaña a toda genialidad. El intelectual austríaco Stefan Zweig escribió una corta biografía sobre Baudelaire, de quien tradujo muchas de sus obras al idioma alemán, en la cual plasma la increíble sensibilidad del genio. Más que una cronología de su vida, Zweig indaga sobre su sistema nervioso, su impulsividad, sus reacciones, las sensaciones temblorosas que el francés dejaba plasmadas en sus escritos, y todo cuanto atañe a su personalidad única. Esa biografía resultó siendo un perfil psicológico muy bien dibujado, sobre los aspectos más recónditos del carácter del genio literario. Zweig afirmaba que Baudelaire “representa al individuo refinado y afinado sobre el cual la debilidad sensitiva y la depravación de una cultura enferma, se proyectan en miles de matices diferentes”. El poeta no buscaba sus ideales sino en lo poderoso, en eso que él negaba, eso que lo revolvía. Esa debe ser la causa por la cual Baudelaire encontraba una justificación en todo hombre perseguido por la moral cotidiana. El escritor, según Zweig, “supo arrancar una belleza secreta al pecado, logrando así una reevaluación de los conceptos estéticos”. Sin embargo su vida fue muy complicada, por eso Zweig también escribió que “La sensibilidad significa siempre vulnerabilidad, y lo que es una gracia para el arte es una miseria para el artista”. El compañero de andanzas de Baudelaire, el poeta Théophile Gautier, escribió que su amigo “Tenía un talento original y fuerte. Despreciaba hasta el exceso las banalidades que facilitan la moda, no le gustaba sino lo raro, lo difícil y lo extraño. Con una alta conciencia literaria, no abandonaba una obra hasta que la creía perfecta”.
Nacido en París en el año 1821, Baudelaire tuvo una infancia atormentada porque su padre murió cuando él tenía solo cinco años, y nunca superó que al poco tiempo su madre se volviera a casar con un militar a quien detestaba. Así comenzó una existencia plagada de pasiones, desorden e irreverencias sociales que terminaron a la temprana edad de 46 años, cuando murió por sus excesos. Baudelaire fue expulsado del liceo Louis Le Grand y se dedicó a frecuentar los lugares nocturnos del Barrio Latino de París, donde disfrutó al máximo de los placeres sensuales. Baudelaire “defendió todas las caras oscuras de la vida”. Fue así como trabó amistad con otros artistas como Balzac, Manet, y Sainte-Beuve. Dice Zweig que Baudelaire “Amaba a las mujeres como uno ama a los gatos o a las serpientes: por esa manera tan balanceada de avanzar, como en suspensión, sin ruido. Por el brillo ávido de sus miradas, el aura olfativa y sensual, y por la falsedad de sus adulaciones voluptuosas, que siempre terminan cayendo repentinamente en un celo brutal”. La extraña originalidad de sus pasiones lo diferenciaba de casi todos sus contemporáneos.
Tratando de alejarlo de esa vida disoluta, su familia lo montó en un barco para que se fuera a la India, pero no llegó a su destino y pronto regresó a sus aventuras nocturnas parisinas que tanto disfrutaba. Se fue convirtiendo, precisamente debido a esa debilidad por la voluptuosidad, en un gran crítico de arte y en un poeta exquisito. Atribuyen a las críticas de Baudelaire los primeros reconocimientos al pintor Eugene Delacroix. Tradujo las obras de Edgar Allan Poe con una destreza especial, y comenzó a escribir sus poemas en medio de la vida licenciosa que llevaba.
Dice Zweig que Baudelaire amaba pasear por esa dimensión oscilante que separa el sueño de la vida. En su obra “Los paraísos artificiales”, pintó los paisajes más oníricos del sueño narcótico. La primera edición de su obra maestra, “Las flores del mal”, fue publicada en París en el año 1857 y enseguida censurada. A Baudelaire y su editor se les abrió un proceso judicial, y fueron multados. Su intención había sido escribir sobre los pecados capitales. Una segunda publicación pudo salir a la luz en 1861 sin los poemas censurados, pero con otros inéditos. En Las flores del mal podemos ver con claridad el contraste y la relación entre el poeta con sus lectores, entre la belleza y lo perverso, la rudeza y la sensualidad, la felicidad y la inaccesibilidad de lo perfecto. Muchos de esos poemas fueron escandalosos, otros melancólicos, pero todos expresaron esa sensibilidad única de Baudelaire que se forjó a través de su tempestuosa existencia. A través de sus obras él pudo cambiar, probablemente sin saberlo, la estética literaria del siglo XIX, liberándola de toda consideración moral o ética. Esa vida tan enredada y ese “miedo a ser demasiado común” según Sainte-Beuve, moldearon al genio cuya tumba se puede visitar hoy en el cementerio parisino del “Pére Lachaise”. Zweig decía que Baudelaire “Era un pesimista y “schopenhaueriano”, sin haber leído nunca una línea del filósofo alemán. Baudelaire está hoy considerado con razón como uno de los mejores poetas franceses, y sus obras son patrimonio del arte universal.
alvaromont@gmail.co
Nacido en París en el año 1821, Baudelaire tuvo una infancia atormentada porque su padre murió cuando él tenía solo cinco años, y nunca superó que al poco tiempo su madre se volviera a casar con un militar a quien detestaba. Así comenzó una existencia plagada de pasiones, desorden e irreverencias sociales que terminaron a la temprana edad de 46 años, cuando murió por sus excesos. Baudelaire fue expulsado del liceo Louis Le Grand y se dedicó a frecuentar los lugares nocturnos del Barrio Latino de París, donde disfrutó al máximo de los placeres sensuales. Baudelaire “defendió todas las caras oscuras de la vida”. Fue así como trabó amistad con otros artistas como Balzac, Manet, y Sainte-Beuve. Dice Zweig que Baudelaire “Amaba a las mujeres como uno ama a los gatos o a las serpientes: por esa manera tan balanceada de avanzar, como en suspensión, sin ruido. Por el brillo ávido de sus miradas, el aura olfativa y sensual, y por la falsedad de sus adulaciones voluptuosas, que siempre terminan cayendo repentinamente en un celo brutal”. La extraña originalidad de sus pasiones lo diferenciaba de casi todos sus contemporáneos.
Tratando de alejarlo de esa vida disoluta, su familia lo montó en un barco para que se fuera a la India, pero no llegó a su destino y pronto regresó a sus aventuras nocturnas parisinas que tanto disfrutaba. Se fue convirtiendo, precisamente debido a esa debilidad por la voluptuosidad, en un gran crítico de arte y en un poeta exquisito. Atribuyen a las críticas de Baudelaire los primeros reconocimientos al pintor Eugene Delacroix. Tradujo las obras de Edgar Allan Poe con una destreza especial, y comenzó a escribir sus poemas en medio de la vida licenciosa que llevaba.
Dice Zweig que Baudelaire amaba pasear por esa dimensión oscilante que separa el sueño de la vida. En su obra “Los paraísos artificiales”, pintó los paisajes más oníricos del sueño narcótico. La primera edición de su obra maestra, “Las flores del mal”, fue publicada en París en el año 1857 y enseguida censurada. A Baudelaire y su editor se les abrió un proceso judicial, y fueron multados. Su intención había sido escribir sobre los pecados capitales. Una segunda publicación pudo salir a la luz en 1861 sin los poemas censurados, pero con otros inéditos. En Las flores del mal podemos ver con claridad el contraste y la relación entre el poeta con sus lectores, entre la belleza y lo perverso, la rudeza y la sensualidad, la felicidad y la inaccesibilidad de lo perfecto. Muchos de esos poemas fueron escandalosos, otros melancólicos, pero todos expresaron esa sensibilidad única de Baudelaire que se forjó a través de su tempestuosa existencia. A través de sus obras él pudo cambiar, probablemente sin saberlo, la estética literaria del siglo XIX, liberándola de toda consideración moral o ética. Esa vida tan enredada y ese “miedo a ser demasiado común” según Sainte-Beuve, moldearon al genio cuya tumba se puede visitar hoy en el cementerio parisino del “Pére Lachaise”. Zweig decía que Baudelaire “Era un pesimista y “schopenhaueriano”, sin haber leído nunca una línea del filósofo alemán. Baudelaire está hoy considerado con razón como uno de los mejores poetas franceses, y sus obras son patrimonio del arte universal.
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