De acuerdo al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo -PNUD (2004), “En la ciencia política contemporánea hay consenso sobre las condiciones que deben cumplirse para que el acceso al gobierno de un Estado pueda considerarse democrático: Autoridades públicas electas, elecciones libres limpias, sufragio universal, derecho a competir por cargos públicos, libertad de expresión, accesos a información alternativa, libertad de asociación, respeto por la extensión de los mandatos según plazos constitucionalmente establecidos, un territorio que define claramente el demos votante, la expectativa generalizada de que el proceso electoral y las libertades contextuales se mantendrán en un futuro indefinido”. De esta breve lista, al subrayar objetivamente aquellas que en Venezuela actualmente no se cumplen, se destacan las condiciones que deben establecerse previamente a una contienda electoral que garantice que el acceso al gobierno de la República pueda considerarse democrático”.

También dice el PNUD: “La democracia implica la vigencia del Estado de Derecho. Esto supone la independencia de los poderes y un sistema legal que es democrático en tres sentidos: protege las libertades políticas y las garantías de la democracia política, protege los derechos civiles del conjunto de la población y establece redes de responsabilidad y rendición de cuentas por las cuales los funcionarios públicos, incluyendo los cargos más altos del Estado, estén sujetos a controles apropiados sobre la legalidad de sus actos. Supone además el sometimiento de la acción del Estado y sus poderes a las normas emanadas de poderes designados democráticamente.”

Como sea que todo eso es letra muerta en la Venezuela de hoy, he allí el principal reto de los venezolanos: el rescate del Estado de Derecho. En cuanto al colaboracionismo es preciso recordar la experiencia francesa, pues durante la ocupación militar nazi a Francia que duró cuatro largos años, no fueron los colaboracionistas precisamente quienes la resolvieron sino quienes asumieron la Resistencia. Así la palabra “colaboración” (Zusammenarbeit - “trabajando juntos“) evolucionó como un epíteto, tal como cita Ronald C. Rosbottom en su libro “Cuando París oscureció” (2014), convirtiéndose en una vergüenza nacional para los franceses que todavía perdura.

Observando que la vuelta a la libertad, democracia y el Estado de Derecho en Venezuela no se resolverá con colaboracionismo, del yugo castrocomunista que nos oprime, los venezolanos solo saldremos asumiendo hasta el éxito la Resistencia con “r” mayúscula. Y es que tal como sentenció Georges Clemenceau: “En la guerra como en la paz, la última palabra es para aquellos que nunca se rinden”.

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