Schopenhauer: A propósito de la felicidad
Desde 1822, Schopenhauer comenzó a apuntar con cierta regularidad sentencias, máximas, apotegmas y reglas para la vida de pensadores y escritores en un cuaderno especialmente previsto para ello
¿Qué es la felicidad? Es una pregunta que todos nos hemos formulado alguna vez en la vida. Cómo decía Séneca en su 'De vita beata', “todos los hombres, hermano Galión, quieren vivir felizmente.” Aspiramos a ser felices y para ello intentamos descubrir qué es. Las respuestas han sido tan innumerables como variopintas a lo largo de la historia de la humanidad. Son muchos los pensadores que han reflexionado sobre los secretos de la felicidad y cómo conseguirla. Según la Real Academia Española de la lengua, la felicidad es un “estado de grata satisfacción espiritual y física”. Esta definición encajaría bastante con la versión de Platón, ya que para el filósofo griego, alumno de Sócrates, radica en el crecimiento personal y es fruto de la satisfacción conseguida a través de pequeños logros. Sin embargo, hoy nos enfocamos en determinar el cómo ser feliz según la perspectiva ofrecida por Schopenhauer en su obra “El Arte de Ser Feliz”, aunque sea esto a simple vista una paradoja, tomando en consideración que Schopenhauer es el máximo exponente del pesimismo.
Quizás no es extraño que sea impopular buscar consejos sobre la felicidad entre las advertencias de un maestro del pesimismo. Otra causa, tal vez de mayor peso, de que se haya pasado por alto ese tratado de Schopenhauer es su estado incompleto. A diferencia de “El arte de tener razón”, que ya en forma manuscrita aparece como una pequeña obra acabada, “El arte de ser feliz” fue interrumpido y quedó en un estado más crudo de elaboración. Las cincuenta reglas para la vida de las que se compone esta obra se redactaron en diversos momentos y se encuentran dispersas en los distintos volúmenes y carpetas del legado de Schopenhauer.
Es precisamente a partir de la concepción pesimista de la vida que Schopenhauer nos invita a servirnos del ingenio humano y la prudencia práctica para conseguir la felicidad. Es bien sabido que Schopenhauer gustaba de dedicarse a la redacción de pequeños tratados a los que concebía, al parecer, como textos para su uso práctico personal. Se trata, según el autor, de encontrar reglas de conducta y de vida que nos ayuden a evitar las penurias y los golpes del destino, inevitables por demás, con la esperanza de que, si bien la felicidad perfecta es inalcanzable, podamos llegar a esa felicidad relativa que consiste en términos simples para el autor en la ausencia del dolor.
Desde 1822, Schopenhauer comenzó a apuntar con cierta regularidad sentencias, máximas, apotegmas y reglas para la vida de pensadores y escritores en un cuaderno especialmente previsto para ello, con la finalidad de aprovecharlas más adelante para sí mismo y en la redacción de sus obras. El plan surgió probablemente en relación con la lectura del Oráculo manual de Baltasar Gracián. No es una casualidad que “El arte de ser feliz”, tal como se puede reconstruir, contenga exactamente cincuenta reglas para la vida. Lo mismo que en Gracián, están concebidas y formuladas como máximas al estilo francés, o sea a modo de observaciones, reflexiones y comentarios, que son algo más largos que los proverbios, las sentencias o los aforismos y que consisten en instrucciones o consejos y exhortaciones pedagógicas que, según el caso, se aclaran con breves comentarios, que contienen, a su vez, argumentos de filosofía moral o bien ofrecen ejemplos.
En un mundo contingente, cuya mutabilidad ha crecido exponencialmente, donde el dogma se desvanece, lo presupuesto por decenas de generaciones se cuestiona, es absolutamente oportuno rescatar los preceptos que Schopenhauer plasmó en este tratado, cuya vigencia parece incuestionable, a pesar del sentido anacrónico que pueda poseer esta sentencia totalmente necesaria del existencialista Arthur Schopenhauer
Nos advierte que lo mejor que se puede encontrar en el mundo es un presente indoloro, tranquilo y soportable, aceptando la existencia de la Voluntad, y de la angustia incesante que nos provocan los deseos inútiles que, una vez saciados darán paso a nuevas pasiones, llevándonos a un ciclo eterno, del cual se sale sólo renunciando a nuestras pasiones. El ser humano debería mostrarse siempre igual a sí mismo y consecuente. El autor nos invita a reconocer y preservar nuestra individualidad. Pero no es así, hasta que hemos alcanzado en cierto grado el verdadero conocimiento de nosotros mismos, fenómeno que se dificulta a nuestro criterio en una sociedad consumida por una actitud exhibicionista y despersonalizada promovida por las redes sociales, donde muchas veces no hay espacio para lo profundo e interno sino lo superfluo y banal.
Con un tono de moderación propio de Schopenhauer, y pese a que en estas breves líneas sería imposible escudriñar en las 50 reglas, resulta oportuno destacar la frase que toma en su regla 48 «la felicidad no es cosa fácil. Es muy difícil encontrarla dentro de nosotros mismos, e imposible encontrarla en otra parte», esto resume a nuestro criterio gran parte del estamento de su obra, y es una invitación enfática al reencuentro con nosotros mismo, fuente inagotable de toda libertad, y verdad aupada por el sentido de trascendencia.
Dylanjpereira01@gmail.com
Quizás no es extraño que sea impopular buscar consejos sobre la felicidad entre las advertencias de un maestro del pesimismo. Otra causa, tal vez de mayor peso, de que se haya pasado por alto ese tratado de Schopenhauer es su estado incompleto. A diferencia de “El arte de tener razón”, que ya en forma manuscrita aparece como una pequeña obra acabada, “El arte de ser feliz” fue interrumpido y quedó en un estado más crudo de elaboración. Las cincuenta reglas para la vida de las que se compone esta obra se redactaron en diversos momentos y se encuentran dispersas en los distintos volúmenes y carpetas del legado de Schopenhauer.
Es precisamente a partir de la concepción pesimista de la vida que Schopenhauer nos invita a servirnos del ingenio humano y la prudencia práctica para conseguir la felicidad. Es bien sabido que Schopenhauer gustaba de dedicarse a la redacción de pequeños tratados a los que concebía, al parecer, como textos para su uso práctico personal. Se trata, según el autor, de encontrar reglas de conducta y de vida que nos ayuden a evitar las penurias y los golpes del destino, inevitables por demás, con la esperanza de que, si bien la felicidad perfecta es inalcanzable, podamos llegar a esa felicidad relativa que consiste en términos simples para el autor en la ausencia del dolor.
Desde 1822, Schopenhauer comenzó a apuntar con cierta regularidad sentencias, máximas, apotegmas y reglas para la vida de pensadores y escritores en un cuaderno especialmente previsto para ello, con la finalidad de aprovecharlas más adelante para sí mismo y en la redacción de sus obras. El plan surgió probablemente en relación con la lectura del Oráculo manual de Baltasar Gracián. No es una casualidad que “El arte de ser feliz”, tal como se puede reconstruir, contenga exactamente cincuenta reglas para la vida. Lo mismo que en Gracián, están concebidas y formuladas como máximas al estilo francés, o sea a modo de observaciones, reflexiones y comentarios, que son algo más largos que los proverbios, las sentencias o los aforismos y que consisten en instrucciones o consejos y exhortaciones pedagógicas que, según el caso, se aclaran con breves comentarios, que contienen, a su vez, argumentos de filosofía moral o bien ofrecen ejemplos.
En un mundo contingente, cuya mutabilidad ha crecido exponencialmente, donde el dogma se desvanece, lo presupuesto por decenas de generaciones se cuestiona, es absolutamente oportuno rescatar los preceptos que Schopenhauer plasmó en este tratado, cuya vigencia parece incuestionable, a pesar del sentido anacrónico que pueda poseer esta sentencia totalmente necesaria del existencialista Arthur Schopenhauer
Nos advierte que lo mejor que se puede encontrar en el mundo es un presente indoloro, tranquilo y soportable, aceptando la existencia de la Voluntad, y de la angustia incesante que nos provocan los deseos inútiles que, una vez saciados darán paso a nuevas pasiones, llevándonos a un ciclo eterno, del cual se sale sólo renunciando a nuestras pasiones. El ser humano debería mostrarse siempre igual a sí mismo y consecuente. El autor nos invita a reconocer y preservar nuestra individualidad. Pero no es así, hasta que hemos alcanzado en cierto grado el verdadero conocimiento de nosotros mismos, fenómeno que se dificulta a nuestro criterio en una sociedad consumida por una actitud exhibicionista y despersonalizada promovida por las redes sociales, donde muchas veces no hay espacio para lo profundo e interno sino lo superfluo y banal.
Con un tono de moderación propio de Schopenhauer, y pese a que en estas breves líneas sería imposible escudriñar en las 50 reglas, resulta oportuno destacar la frase que toma en su regla 48 «la felicidad no es cosa fácil. Es muy difícil encontrarla dentro de nosotros mismos, e imposible encontrarla en otra parte», esto resume a nuestro criterio gran parte del estamento de su obra, y es una invitación enfática al reencuentro con nosotros mismo, fuente inagotable de toda libertad, y verdad aupada por el sentido de trascendencia.
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