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El Presidente y la guerrilla colombiana

JIMENO JOSÉ HERNÁNDEZ DROULERS. El General Joaquín Crespo era, en ese momento, uno de los principales artífices del movimiento liberal en los países bolivarianos.

  • JIMENO JOSÉ HERNÁNDEZ DROULERS

23/05/2018 05:00 am

En agosto de 1893, el presidente Joaquín Crespo recibía en su residencia “Santa Inés” la visita del colombiano Dr. Modesto Garcés. Venía el viajero a reclamar del caudillo venezolano el cumplimiento de una promesa de ayuda material hecha a los liberales de Colombia, próximos a emprender nuevamente la guerra contra la dictadura teocrática del Sr. Miguel Antonio Caro. 

El General Joaquín Crespo era, en ese momento, uno de los principales artífices del movimiento liberal en los países bolivarianos. Los gobiernos conservadores lo calificaban de ser un mal vecino puesto que su nombre aparecía inmiscuido en todos los enredos conspirativos e invasiones de liberales colombianos y ecuatorianos. En la mayoría de los reportes era señalado como la persona que aportaba las armas y el dinero a los facciosos. Como Gran Maestro de la Masonería venezolana y Jefe indiscutible del Partido Liberal Amarillo, en nombre de ambas condiciones, fomentaba este tipo de empresas y al despacho presidencial del masón liberal acudían desterrados y soñadores de distintos países de América del Sur con el fin de solicitar su colaboración. Todos venían alentados por una promesa realizada por él algunos años antes en el Perú. 

En 1889, luego del fracaso de su invasión en la goleta “Ana Jacinta” y su presidio en La Rotunda, Crespo vivió en la ciudad de Lima haciéndose llamar el Coronel Torres. Allí conoció y entabló amistad con Eloy Alfaro, un infatigable caudillo de las montoneras ecuatorianas que, al igual que el llanero, sufría el exilio gracias a sus aventuras revolucionarias. La capital del Perú era para ellos tan solo un descanso. Ambos soñaban, dialogaban, realizaban cálculos y trazaban planes para el futuro. Cuenta el historiador Ramón J. Velásquez, en un capítulo titulado “Diálogos en Santa Inés” de su libro “Con una segunda intención: reportajes en tiempos de dictadura”, que una tarde Crespo invitó a Alfaro a su casa. Entonces dijo el huésped al anfitrión: -Voy a llenarme de gloria fácilmente, dando a los liberales colombianos todo el material de guerra que necesitan para triunfar sobre los conservadores.- Crespo lo miró a los ojos, se rascó la barba y respondió al comentario en tono picaresco: -No lo creo compañero, yo voy a arrebatarle a usted esa gloria, porque hay más probabilidades que yo triunfe en Venezuela que usted en Ecuador.- 

A Alfaro le causó gracia el comentario, le tendió una mano y dijo: -Quedamos convenidos en que aquel que triunfe primero, cumplirá con este sagrado deber. 

Ambos se volvieron a encontrar en 1890, esta vez en Caracas. Crespo había regresado a Venezuela y su estrella estaba en ascenso. El prestigio del llanero no encontraba rivales después que el General Antonio Guzmán Blanco decidiera irse a vivir a París. Aquel año llegó Alfaro a la capital venezolana. Era hombre afamado que arrastraba leyenda por los confines de toda la América Latina. Cuando se asomaba por la calle las multitudes lo aclamaban como a un héroe de la Patria, hasta le escribieron poemas y cánticos. Crespo se encontraba en su hato en los llanos cuando se enteró que Alfaro estaba en Caracas, entonces mandó a uno de sus hombres de confianza, el General Ignacio Andrade, para hacerle, de su propio bolsillo, la entrega de su primer aporte para la revolución liberal ecuatoriana. Comenzaba así a cumplir la promesa realizada aquella tarde en su casa limeña. 

Tuvo al final la razón el General Joaquín Crespo. En 1892, al mando de su “Revolución Legalista” contra el continuismo del Dr. Raimundo Andueza Palacio, logró la proeza de llegar al poder en su país antes que lo hiciera su amigo en el Ecuador. En 1893 visitó Eloy Alfaro otra vez la capital de Venezuela. Una vez más para entrevistarse con Crespo, quien ordenó a su Ministro de Hacienda la entrega de un nuevo aporte económico a favor de los planes revolucionarios de los liberales en Ecuador. 

Fue por ello que llegó en agosto de aquel año también el Dr. Modesto Garcés a “Santa Inés”. Venía como delegado del radicalismo colombiano a reclamar la promesa de Lima en búsqueda de fondos y armas para derrocar el poder el régimen ortodoxo y monárquico promovido por Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro. Al parecer las masas campesinas de Boyacá, el Tolima, el Cauca o los territorios que recorre el Río Magdalena se encontraban hartas de las persecuciones que, en nombre de los principios políticos, se desataban en cada aldea y capital de Departamento. La desesperación de esta gente era tal que no veía otra salida al conflicto que la violencia, así surgieron las montoneras y los bandos guerrilleros. 

El General Crespo garantizó al Sr. Modesto Garcés que cumpliría con su promesa de financiar el movimiento sedicioso y las guerrillas hasta lograr la victoria de la revolución liberal en Colombia y el Ecuador. Tal colaboración no tardaría en causar que las zonas fronterizas del Táchira y el Ecuador comenzaran a recibir a miles de refugiados que huían de las llamas del conflicto armado que se propagaba por el continente. 

Esa es la historia de cómo el Presidente de Venezuela financiaba grupos guerrilleros en los países vecinos. 

Jimenojose.hernendezd@gmail.com 
@jjmhd 
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