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Apostemos a Venezuela

Hay que hacer, hay que accionar, hay que actuar. Sí, la reflexión y el debate son buenos y necesarios; pero en tanto y en cuanto nos conduzcan hacia posibles propuestas y soluciones. En estos momentos es inaceptable que nos bloqueen en forma alguna...

  • DAVID UZCÁTEGUI

25/06/2021 05:05 am

Cuando estamos atravesando lo que consideramos el período adverso más prolongado de nuestra historia republicana, muchos sienten que la búsqueda de soluciones a una crisis tan compleja se ha convertido en un ejercicio estéril.

La fractura de la fe, la entrega al fatalismo y la ironía como mecanismo de defensa ante la presencia de posibles soluciones, se convierten en la norma, tras estrellarnos una y otra vez contra el muro de expectativas frustradas.

Cuidado. Estamos ante la peor de las trampas, que es la renuncia definitiva. Y eso es lo que tememos, desde nuestro punto de vista. Que la resignación y la incredulidad se nos instalen y nos entreguemos para siempre a un agujero negro del cual tenemos la obligación de salir.

Y decimos esto desde la perspectiva que nos otorga el haber presenciado numerosos esfuerzos por encontrar un rumbo para trazar una salida al destino inmerecido que hemos venido padeciendo hasta hoy. ¿Qué no se ha encontrado? Es cierto. ¿Qué hemos aprendido en el camino? También es cierto. ¿Qué no tenemos una respuesta, una fecha? También es verdad, como es verdad que jamás tendremos nada de esto si no seguimos intentando, empujando.

Desde hace mucho rato se ha vuelto un ejercicio cotidiano para muchos el entorpecer y torpedear cualquier propuesta de solución o salida para la tragedia nacional. Y, aunque somos militantes de la terquedad y la persistencia, no dejamos de entender a quienes asumen esta posición.

Ya nos ha quedado meridianamente claro que no nos están jugando limpio, que estamos luchando con una mano atada a la espalda, que se nos ha sentenciado a perder. Pero esta sentencia solamente será efectiva si la aceptamos. Y ese no es el plan.

Si es necesario que hagamos énfasis en que, quien milite en el descreimiento, le está haciendo un flaco favor a quienes necesitan de asistencia médica urgente, a quienes no encuentran manera de rendir sus ingresos para cubrir sus necesidades más elementales, a quienes se fueron contra su voluntad y quieren volver.

Estamos lanzando la puerta contra la cara de los niños que no reciben la educación que merecen, contra los adultos mayores que fueron estafados, tras toda una vida de trabajo, cuando ahora ven convertido el fruto de su esfuerzo en sal y agua.

Cuando pensemos en que necesitamos tener la razón, pensemos también en qué estamos dispuestos a ceder para que no tengamos que seguir viendo el espectáculo de madres venezolanas con sus bebés a cuestas pasando fronteras de países extranjeros, o a padres caminando por trochas de todo el continente para ver cómo consiguen el sustento de sus hijos.

Hay que mirar a nuestros hospitales olvidados, a nuestras prestigiosas universidades desasistidas, a la infraestructura nacional sin mantenimiento, a la antes próspera industria petrolera que fue nuestro orgullo y que ahora ha quedado a la zaga de sus competidores en el mundo.

Cuando discutamos estrategias para asistir en la ruta hacia una Venezuela viable, traigamos a la mesa el dolor real, las carencias ciertas, la indignación de la impotencia. ¿Hay mejor motor que todo esto para seguir intentándolo, por más imposible que parezca?

Es el momento de imponernos por encima de egos y fatalismos, para poder volver a unirnos, como lo hemos estado antes y aportar todos en la misma dirección. Y es que estamos en una verdadera emergencia, tan gigantesca como compleja.

¿Que es difícil? Sí, lo es. Extremadamente difícil. Y justamente por eso, los venezolanos de bien no podemos permitir fisura alguna en nuestra voluntad.

Aunque hoy no lo veamos y aunque no parezca que es así, cada acuerdo que pretenda llevarnos a una solución nos hace avanzar efectivamente en pro de la misma. Se construye desde cero, sí, desde lo invisible. Y aunque por momentos nos parezca que no avanzamos, sí lo hacemos, tenemos la certeza de ello. En algún momento seremos sorprendidos por los resultados del esfuerzo, en esta tarea incierta que hacemos a ciegas, pero que no nos podemos permitir detener.

Y no se trata de defender a parcialidad política alguna, o a ninguna idea en particular. Hablamos de apuntalar todas las oportunidades posibles, hasta que alguna resulte, porque esto no puede tener etiquetas.

El único paraguas bajo el cual nos unimos es el de un país que no se nos puede seguir desdibujando. Una nación a la cual tenemos la fortuna de pertenecer y que debe ser nuestra prioridad sostener, por más imposible que parezca el laberinto que transitamos.

No nos podemos permitir la parálisis. Hay que hacer, hay que accionar, hay que actuar. Sí, la reflexión y el debate son buenos y necesarios; pero en tanto y en cuanto nos conduzcan hacia posibles propuestas y soluciones. En estos momentos es inaceptable que nos bloqueen en forma alguna, cuando de seguir avanzando se trata.

daviduzcategui@yahoo.com
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