Caracas.- Es una cuestión de principios: o se cree o no se cree en la privatización; es difícil “medio creer”, por las implicaciones conceptuales, que están en las antípodas del Plan de la Patria. Vender un par de empresas, en forma aislada –así sea Pdvsa- no lo convierte en política de Estado, y sin una definición clara, más la capacidad evidente de asumir responsabilidades inherentes, podría ser otro intento fallido, o realmente encaminarnos hacia un mejor país. En caso de creer, a un gobierno le garantiza, entre otros beneficios:
-Mejora en las áreas de producto o servicio a privatizar
-Disminución del déficit y aumento en la recaudación
-Aumento de la inversión extranjera
-Recalificación del recurso humano
-Mejora en la imagen país
-Mejora en la calificación y baja en los intereses de la deuda
-Disminución del aparato estatal con la correspondiente disminución de la corrupción
-Reorientación de los esfuerzos del estado hacia áreas de su competencia
Además debería crearse un fondo, producto de la venta, para enfrentar problemas estratégicos tales como el eléctrico, y, demás está mencionarlo, estos fondos no deben ser consumidos por el gasto corriente. Privatizar, como promesa de una vida mejor, es una acción del Estado que si no cuenta con amplio respaldo político interno y con credibilidad internacional, será difícil que se logre. Y si, además, se toma como una estrategia defensiva, las posibilidades de éxito tienden a disminuir.
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Lo que no es noticia (y debería serlo)
-Que el “debt-equity swap” es una buena opción pero debe ser una política de estado, apoyada por la AN y en un ambiente de confianza
-O que, si lo anterior no se hace bien puede resultar peor que el Pdvsa 2020, que aun tiene en riesgo a Citgo, a cambio de muy poco
-Ni que, la liquidez en dólares que nos está moviendo, puede o bien ser “formalizada”, permitiendo que la banca la incorpore, o bien profundizar un mercado “paraíso” del que será difícil regresar
@btripier
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