Caracas.- Reestructurar una empresa no es lo mismo que reestructurar un sistema. Y en esta transición continua de prueba y error que vivimos en Venezuela, estamos perdiendo esa perspectiva. En el caso de una empresa (banco, ministerio o instituto), los límites son conocidos, pues hay un ciclo de negocio que empieza y termina dentro de la misma empresa. Allí consiste en que como resultado de un cambio en la visión o en las condiciones del entorno, debe modificarse el “ciclo de vida”, total o parcialmente, los insumos que se adquieren, la forma en que se transforman, o el destino, forma o propósito de lo que se libera. En el caso de reestructurar un sistema –que incluye a las empresas que lo componen- el “ciclo de vida” no es tan claro, así como tampoco sus límites. Tomemos por ejemplo la reestructuración continua, pausada y compartimentada que viene ocurriendo en el sistema financiero, que tiene entre sus componentes diferentes actores, entes de supervisión, y además se inserta a distintos niveles y planos de la vida nacional. Reestructurarlo requiere una capacidad de abstracción y visión de conjunto que evite las aproximaciones parciales y aisladas que inducen distorsiones que hacen perder las referencias y se puede terminar en anarquía. Atentos a las vulnerabilidades que se están generando por el manejo de lo monetario y lo cambiario, que aún no tiene reglas claras ni ruta de evolución.