Si las protestas año tras año no han resultado efectivas para la oposición venezolana, tal vez ha llegado el momento de pensar en cambiar el enfoque. Porque el hecho de que en otros países funcione, no necesariamente signifique que aquí lo harán.
Debemos estar claros en que nuestra situación tiene componentes estructurales y circunstanciales muy propios, que al ponerlos en perspectiva, inclusive desagregando cada una de sus partes, es posible que nuestra vía tenga que tener un desarrollo diferente.
Digo esto porque el gobierno se siente muy cómodo con las marchas, pues entran en un formato ya probado que tiene varias aristas como el meta mensaje de democracia. Al permitirlas, la contramarcha oficialista para compensarla, y la oportunidad de generar casos judiciales para que sean usados en el futuro, entre otros tantos. Y hasta podría notarse que la intensidad y resultados de la marcha “autorizada” están perfectamente acotados como para que nunca, pero nunca, puedan resultar en la salida del gobierno.
Ah, y si alguien menciona la marcha de la salida transitoria de Chávez, habría una cantidad de hipótesis acerca de que eso no fue por la marcha, sino que fue una maniobra defensiva que lo llevó, días más tarde, a tener un poder más fuerte que antes de la “marcha”, tener a la vista a todos los actores que se le oponían, que quedaron fuera de juego, por decir lo menos, además de haber incorporado la épica del golpe al acerbo histórico del chavismo.
Tal vez habría que iniciar un análisis de extremo considerando la opción de no hacer nada y permitir que el gobierno se confronte solo contra sí mismo, sin que haya un “culpable” a quien responsabilizar. De todos modos, los únicos que están modificando nuestra realidad son los norteamericanos y sus sanciones, porque todo el resto es como la coreografía de una obra que siempre tiene el mismo final: Maduro sigue allí.
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